Capítulo XVI

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Laura Martell

La luz del sol se propagó por la habitación, pues las rendijas de las cortinas lo permitieron. Me senté sobre el mismo lugar y me quedé analizando mi al rededor, todo se sentía extraño. Y un delicioso aroma entró, haciendo que mis sentidos se despertaran.

Caminé hacia la puerta y al abrir, salí de esta, me asomé por la barra hacia la cocina y ahí vi a mi padre, cocinando. Para mi niña interior, ver esa escena, era una curita a su corazón; todas las veces que vi a mis amigas con sus papás, cuando veía a mi tíos con sus hijos e hijas, cada vez que veía como los padres eran de cariñosos con sus hijas, yo me sentía mal, porque mi padre, nos abandonó y verlo de nuevo y ver que me prepara un desayuno, me hace sentir que se está redimiendo con esto.

—Hola, cariño —me sonrió— Siéntate, vamos a desayunar.

—¿Te ayudo en algo? —me acerqué.

—No, todo está listo —asintió— Espero que te guste, sabes que no soy un gran cocinero.

—No te preocupes.

Me senté en el comedor, y vi la mesa muy bien arreglada. El florero tenía tres girasoles, frutas en tazones, la miel en su respectiva jarra, café servido en mi taza favorita, que es de la noche estrellada de Vincent Van Gogh; la jarra de jugo de naranja, hot cakes en mi plato y huevitos con tocino.

—Listo —se sentó en su lugar— Espero que te guste, corazón.

Yo quería que mi madre y mi hermana estuvieran conmigo para que vieran lo mucho que él había cambiado, quizás ese tiempo que estuvo lejos, le ayudó a recapacitar sobre todo lo que hizo antes. Mi madre muchas veces lloraba porque extrañaba a mi padre, pero desafortunadamente falleció antes de que pudiera verlo una vez más.

—¿Te sientes bien? —preguntó con una cara de preocupación.

—Si —asentí— Aunque me da un poco de nostalgia todo esto.

—Lo sé, cariño —tomó mi mano— Yo también extraño a mamá y a Lara, pero una se fue y la otra debe estar furiosa conmigo.

—No sabes como me sentía cada vez que veía a mis amigas con sus padres, yo lo único que rogaba que solo me dijeras que te sentías orgulloso de mí —esas palabras me mataban desde los ocho años, y decirlas ahora, eran peor, porque no podía superarlo aún— Algunas personas se burlaban de mi y me hacían sentir mal, decían que por mi culpa, nos habías abandonado.

No pude evitar llorar enfrente de él, tenía muchos años que mi corazón estaba hecho añicos. Y mi sentimiento de dolor y tristeza se veía reflejado en las lágrimas que caían por mis mejillas, en el color rojizo de mis ojos y en el nudo en la garganta que se formó.

—Lo lamento mucho, en serio, te pido perdón por todos esos años en los que no estuve contigo —se levantó y se puso en cuclillas junto a mi silla— No tienes ideas de lo mucho que te adoro.

Cuando mamá me llevaba a la iglesia y cuando me metí a un retiro, lloré a más no poder, le rogué a Dios que me regresara a mi padre, que me dejara oír un "Estoy orgulloso de ti", pero parece que que tuve que esperar muchísimo tiempo para poder oírlo.

—Eres una mujer valiente, no lo olvides nunca —sonrió— Te adoro, cariño.

Mi niña interior lloraba de felicidad al escuchar sus palabras. Los malos recuerdos que habían implantado en mi mente, se esfumaron.

—Olvida todo eso y disfruta de este momento —besó mi frente— ¿Si?

—Okay —asentí.

Estuvimos en silencio menos de 5 minutos, hasta que empezó a contarme de sus planes para el día, ya que yo estaba de descanso y él, no tenía que salir con ningún cliente.

Ruleta de SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora