Capítulo XIV

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Laura Martell

Mike estaba en el jardín hablando con mi papá, mientras que yo seguía con la señora Collins terminando de preparar la comida, considerando los gustos de ambos hombres.

El susto de que alguien tocara la puerta provocó que me cortara el dedo, me puse un pedazo de cinta en el dedo (una cinta especial que usan en los hospitales), fui hasta la puerta de la entrada y al abrir, me encontré con Samuel, quien traía un ramo de girasoles y al verme, me abrazó y me los entregó.

—¿Puedo pasar? —me hice aún lado y caminamos hasta adentro de la casa.

Le comenté todo lo que estábamos haciendo, y me ayudó a sacar las cosas al jardín, saludó a Mike y le presenté a mi papá.

—Él es Samuel Martínez, quien ha sido como mi padre durante la mayor parte de mi vida —lo presentó Mike emocionado.

—Un gusto, señor Martell —sonrió el hombre mayor.

—El gusto es mío, señor Martínez —lo saludó mi papá.

ŽSiéntese, para que nos acompañe a comer —le dije a Samuel.

—Gracias.

Cada quien se acomodó en su lugar, Mike estaba en la cabeza de la mesa, Samuel a su izquierda, yo a su derecha y mi padre a mi derecha.

—Es un gusto por fin poder conocerlo —comentó Mike— Luego de tantas veces que su hija me ha hablado de usted.

—Lo mismo digo —sonrió— Y aunque ha sido algo tardío, espero poder recuperar el tiempo perdido con ella.

—Nunca es tarde y mientras haya vida, todo es absolutamente posible —le contestó Samuel.

—Es verdad —asintió mi padre— Disculpe la intromisión, ¿es usted de raíces latinas?

—Nací en San Diego, California, pero estuve en un orfanato hasta los 3 años y mis padres adoptivos eran mexicanos —respondió con una gran sonrisa— Así que crecí entre dos culturas.

—Entiendo, y la verdad me llamó mucho la atención el hecho de que solamente una vez había escuchado esos apellidos.

—Lo sé —asintió— Pero me alegra que haya pasado, así todos conocen más allá de lo que soy realmente.

De ahí en adelante, la comida fue tranquila, los dos hombres parecían empatizar con mi papá, aunque a veces parecía que mi padre no entendía algunas cosas, y probablemente era porque no había estado conmigo, así que en ciertos momentos le explicaba.

—Por su puesto que su madre era el amor de mi vida.

—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos? —preguntó Samuel.

—Aproximadamente 15 años —bebió de su limonada— Hasta que en un arranque, las dejé.

Aún recordaba el día que mi madre me dijo que no quería saber nada de mi papá, estaba tan molesta y enojada, que sus cosas las desechó en el sótano de la casa y jamás volvieron a salir a la luz.

Mi hermana y yo no entendíamos lo que pasaba, a pesar de que ella tenía un poco más de conciencia.

—¿Qué fue de ti en todo ese tiempo? —lo miré.

—Estuve viviendo en Pensilvania, ahí trabajé en bienes raíces, hasta que me retiré el año pasado —asintió— Conocí a una persona, pero solamente duró 6 meses, y desde ahí estoy solo.

—Supongo que su esposa aún sigue en su corazón —le dijo Mike y él asintió.

—El que echó a perder todo fui yo, ella era inocente de toda culpa —dicho eso, su celular sonó un par de veces— Una disculpa, olvidé que tengo una reunión con una persona.

Ruleta de SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora