AC (+18)

Tercera parte.

CANNIBAL CORPSE.

Entrada número #25 del diario de
Kim Taehyung.

18 de marzo de 1994.

Los humanos olvidan que también son animales. La única diferencia entre nosotros y un perro o un búfalo de la sabana, es nuestra capacidad de razonar... ¿O es incorrecto? Quiero decir, a parte de nuestra maldita especie, no existen comunidades y sociedades como la nuestra en el reino animal que sean capaces de comprender la moral y tener ética; que sean capaces de decidir lo que es bueno y lo que es malo.

Me gusta cuestionarme sobre esto de vez en cuando... Sobre todo, cuando he logrado cazar a mi última presa y puedo ver cómo su corazón pasa sutilmente, camuflándose entre otros corazones animales, en la línea de cocina centrada en las carnes. Adoro oír vómo chilla al cocinarse sobre la sartén y el aceite caliente.

La exquisitez de mi plato se percibe con la vista y con los olores. Cuando los camareros toman el plato y lo llevan a su respectiva mesa y al respectivo cliente, a nadie podría importarle menos que ese corazón solía pertenecer a un hombre que tenía una esposa a la que maltrataba y engañaba. De hecho, la sociedad suele repudiar a escorias como él, más cuando se trata de un hombre que no tiene poder adquisitivo y ha caído en bancarrota recientemente.

¿Que si recuerdo su nombre? No. No tengo ni la más remota idea de cómo se llamaba. Cuando me acosté con él, antes de apuñalarle en el ojo como si le practicase una lobotomía, no se me ocurrió preguntarle. Sin embargo, ¿eso importa? Solo sé que ahora se llama Ragout de corazón de cordero al vino tinto con salsa de almendras y parmentier de patatas moradas.

Hoy era, una vez más, consciente de que el ser humano es cegado por el ocio y el placer que, aunque saliera y le dijera a los cuatro vientos que estaba comiéndose el corazón de un hombre, su alma famélica no se arrepentiría de lamer hasta la última gota de sangre del plato. Era consciente de que podía someter a cualquiera con mi cocina; que una jauría de hipócritas me rogarían de rodillas cocinarles sus propias partes del cuerpo si hiciera falta, pues no había nada que mis manos no pudieran crear y conquistar.

Fue entonces cuando ese camarero captó mi atención. Tenía una piel tersa, un rostro joven y una mirada inocente. La sangre caliente se hacía presente en sus mejillas y su voz daba la talla a su ingenuidad. Lo vi... Era alto, esbelto, hermoso. Tenía una buena figura, un buen cuello y unas buenas arterias latiendo debajo de su piel.

La única hipocresía que me permito tener es que nunca he probado la carne humana que les hago canibalizar a mis clientes. Pero él... Ese camarero... La perdición tiene nombre y apellido; suele presentarse de maneras distintas delante de cada pobre diablo... La mía se llamaba Jeon Jungkook.

Siempre he sabido que había algo extraño conmigo, con mi familia; el deseo de practicar la antropofagia siempre ha sido preocupante, pero es un anhelo enfermizo hacer de él mi última cena.

Solamente espero no perder la cabeza.

Cuando concluyó su lectura, Jimin cerró el cuaderno. Suspiró hondo; se veía enfadado. Tomó la página ensangrentada, la arrancó con rabia y se deshizo de ella pretendiendo no haberla leído jamás.

La tercera parte dará comienzo
próximamente.