4. Dos pájaros de un tiro.

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«Entró al establecimiento sin previo aviso. Todos sabemos que suele venir, pero no antes de que Kim Jongwoo avise. Si le damos dinero de la caja registradora, se va tan pronto como ha venido; pero hoy no ha sido así. No estábamos en el mostrador ni él debía aparecer. Me resulta irritante que no nos hayan avisado de su patética visita.

Hemos de suponer que, al no vernos, bajó directamente con sus dos cojones bien puestos. Vio lo que no tenía que ver y no tuvimos más opción que deshacernos de él. Si tan solo no nos hubiera insultado, probablemente su muerte habría sido rápida y menos dramática, pero soltó un insulto y echó a correr. Tropezó mientras huía y pudimos tomarlo del tobillo.

Cuando lo arrastramos hacia el final de la escaleras y nos subimos a horcajadas sobre él, chilló como una puta cría y suplicó que le dejáramos ir. No perdimos el tiempo, al menos yo no lo hice. Le inserté el cuchillo en el cuello antes de que acabara de suplicar por su vida.

Y así fue como todo acabó. No tienes que agradecerme, sé que eres tan débil como Haru a pesar de creerte un tipo duro. No das más que lástima, pero menos mal que me tienes a mí aunque no sea el más popular en tus pensamientos.

Siento que ahora tengas que limpiar mi mierda, pero tenía que hacer algo, o de lo contrario, tendrías que masturbarte pensando en ese tipo, el que nunca te hará caso, en la cárcel.

De nada.

Por cierto, date prisa, porque Nana quiere jugar.»

Me dejó una nota en la libreta, con una letra desastrosa, como si nunca hubiera aprendido caligrafía.

Cuando terminé de leerla, me invadió una rabia inmensa. Me pregunté, una y otra vez, ¿cómo había tenido la osadía de complicarme más las cosas? Observé el cuerpo del profesor Oh y las arcadas continuaron. Estaba despierto y yo no sabía cómo deshacerme de él, y en el suelo, se encontraba el cadáver del hijo de Kim Jongwoo. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba allí, pero por el estado de la sangre, no llevaba ni siquiera un par de horas.

Mierda — maldije. Lo primero que se me ocurrió, fue arrastrar el cuerpo hasta el congelador.

La sangre creó un rastro, algo más que limpiar.

Dejé el cuerpo dentro del congelador. Recuerdo que, más que el nuevo cuerpo, me preocupaba la sangre y lo que debía hacer con el cadáver de Oh Junjae. No sabía por dónde empezar; si tardaba en limpiar aquella sangre, se volvería difícil en el futuro pero como el cadáver había perdido firmeza debido a la descongelación, estaba en un apuro si quería evitar que se pudriera.

A menos que el termostato no estuviera a treinta y siete grados, las bacterias del cadáver no actuarían rápidamente. El proceso de descomposición sería lento en comparación a lo habitual, aquello me daba un pequeño margen de tiempo para limpiar la sangre antes de que consiguiera secarse y fuera más difícil de remover del suelo.

Me puse manos a la obra, tal y como lo había hecho la noche anterior. Recogí la sangre con trapo y agua, era lo único que el tiempo me permitía hacer. El cubo se había llenado de agua escarlata cuando oí la voz de Chaeyoung.

— Yoongi — me llamó — ¿Estás ahí abajo? ¿Puedo bajar?

— ¡No! — exclamó — No bajes, no quieres ver lo que hay aquí.

— Vale... — respondió.

Unos minutos después, subí y la vi. Lo primero que llamó su atención, fue la sangre que tenía encima. Aunque era evidente que no era mía, ella me preguntó aun así si estaba bien.

— Lo estoy — le contesté — ¿Y tú? ¿Qué tal estás?

— Bueno... No sé si sea por los nervios, pero he estado sintiéndome mal últimamente — comentó sobando su estómago — ¿Crees que sea demasiado pronto para tener síntomas?

AC (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora