AC (+18)

35. La mayor idiotez.

— Las cosas de mi hermano. Te lo he dicho, ¿o no fue a ti? Bueno, como sea, en algún rincón de esta casa se encuentran las cintas de Taehyung. Jungkook las guardó por aquí antes de morir, ¿por qué? No lo sé ni tampoco me interesa, pero me dijo que allí podía encontrar materiales muy interesantes.

Contuve de nuevo el vómito con la mano, pero no pude soportarlo más y acabé escupiendo el desayuno como si mi boca fuera la maldita Catarata del Niaraga.

— Ugh — dijiste, pero, ¿cómo te atrevías a decirme "ugh" a mí cuando tú comías penes? A veces, a la parrilla, y otras durante varias mamadas —. Espera en el coche.

— Hijo de puta, ¿crees que voy a hacer lo que me dices? Estás muy equivocado. Puedo entrar allí — observé las cintas de cordón policial y la fachada abandonada del lugar —. Sé que ya nada puede pasarme dentro.

— Como quieras — hubo silencio prolongado, mientras yo miraba el suelo y tú me mirabas a mí — ¿Sabes que si quieres entrar, debes levantarte?

— ¡Aish! — me levanté rápidamente, pero no había recuperado el equilibrio de mi cuerpo. Habría caído hacia atrás, de no ser porque me sostuviste por la cintura y me rodeaste con tus brazos.

Oh... Las veces que había soñado con ese momento en los brazos de Kim Soohyun.

Me acariciaste el rostro con suavidad, hasta que llegaste a tocar mis labios mientras observabas mi boca como si fueras a besarme.

— Sigue tocándome y vomitaré dentro de tu boca — dije —. Seré como Godzilla y soltaré toda mi mierda radioactiva... Y también la que salga de mi boca.

— ¿Acabas de decir que vas a cagarte sobre mí? — sonreíste.

— Vaya, eres listo — fingí una sonrisa, hasta que finalmente me soltaste.

Avanzamos hacia la entrada de aquella casa. El portón que recordaba ya no estaba, parecía que lo habían tirado abajo hace años. Yo no estuve presente durante aquella tragedia; así que, no sé muy bien cómo pasó.

Sin embargo, ese ambiente pesado era horrible y me sentí dominado por el miedo de repente; como si quisiera llorar, arrodillarme y quedarme petrificado enfrente de la puerta.

— ¿Te duele el corazón? — preguntaste al ver mi mano en mi pecho — Estás pálido y no dejas de temblar. Sufrirás un ataque de pánico si sigues avanzando, mejor quédate en el coche.

— No, yo puedo hacerlo.

Seguía insistiendo, pero mi cuerpo no se movía. Me obligué a mí mismo a dar un paso al frente, pero volví a perder el equilibrio y, nuevamente, sostuviste mi cuerpo para evitar que me cayera al suelo.

— Deja de tocarme, simplemente, déjame caer al suelo.

— No puedo hacerlo. Una vez que te caigas, será difícil volver a levantarte — tu voz era suave y calmada. Por alguna razón que no me gustaba admitir, tu voz era dulce en ocasiones y apaciguaba los gritos del pasado que escuchaba en mi cabeza —. Dame la mano, entraremos juntos.

— Prefiero arrastrarme.

— Deja la necedad y acepta mi ayuda.

— ¿Por qué iba a fiarme de alguien que manipula a otra persona para tener relaciones sexuales? — suspiré — ¿Sabes qué? Tienes razón; tengo miedo de entrar allí. Aunque yo sé que mi padre está muerto, mi cuerpo todavía recuerda el infierno que fue este lugar para mí. Haz lo que tengas que hacer, yo esperaré aquí afuera.

— Confía en mí esta vez. Ya no es la casa que solías recordar en su interior, una vez que entres y veas que todo es diferente, podrás andar por ti mismo.