24. Mitridatismo.

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#sigmanota9: este capítulo puede resultar conflictivo según los pensamientos y opiniones de cierto personaje. No pido que le comprendan, que le tengan paciencia o que no le odien, solamente pido (bueno, EXIJO) que sepan separar la realidad de la FICCIÓN, pues sé perfectamente que me arriesgo muchísimo creando a un personaje despreciable con el rostro y el nombre de una persona real que todos amamos, no obstante, sepan todo el momento que este personaje NO ES REAL, ni mi intención es dar una imagen errónea de este idol.

A veces, cuando apagaba la luz, podía ver la silueta de un hombre sentado en la silla que había en mi habitación

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A veces, cuando apagaba la luz, podía ver la silueta de un hombre sentado en la silla que había en mi habitación. Ese hombre no era joven, sino viejo, que reía histéricamente sin ninguna razón. Por algún motivo, me parecía familiar, pero temía nunca haberle visto antes.

Comenzó a frecuentar mi habitación durante las noches, sobre todo, en la madrugada. Cuando no podía dormir porque sentía que alguien me observaba, me incorporaba sobre la cama y le veía sentado en la silla. Solía hablarle a la oscuridad y llamar tu nombre. No sabía, al menos en ese momento, por qué te llamaba; pero sí sé cuándo llegó y fue justo después de que te abandonara.

Curiosamente, la silla en la que se sentaba para observarme durante las noches, se parecía a las sillas que tenías tú en tu casa en aquel entonces. Por supuesto, tus sillas eran sillas normales y cualesquiera, sin embargo, sabía que era tuya. Era más un presentimiento que una realidad, pero, a veces, un presentimiento puede ser más auténtico que una prueba misma y yo conocía ese asiento, pues ahora recuerdo detalladamente que me senté en ella décadas atrás, cuando ocurrió lo del sujeto que llevaste a casa.

Le había dado una patada en el rostro, primeramente, para que retrocediera; se había quedado tan aturdido y confuso al ver la sangre que brotaba de su nariz, que no vio venir la segunda patada que le dejó inconsciente. Yo me detuve un par de segundos viéndole tendido en el suelo, preguntándome si había muerto, aunque me parecía improbable; tampoco le había pateado tan fuerte. Si moría, era un exagerado, pues con aquellas piernas tan blandas, ¿cómo se atrevía a dejarse morir por aquella mariconada?

Lo tomé de los brazos y lo arrastré hacia tu habitación. Tendido en la cama, tomé algún cinturón tuyo que había encontrado en el cajón del mueble y lo maniaté como pude y lo amordacé con una bola de calcetines metida en su boca. Después volví contigo.

— Jimin — llamé tu nombre, pero no me contestaste —. Jimin, maldito psicópata, despiértate.

Con el pie, toqué tu cuerpo. Fueron unas sutiles patadas para confirmar que no estabas tomándome el pelo, pero no pude evitar sonreír cuando, efectivamente, me di cuenta de que estabas inconsciente. Pero no solo eso, sino desangrándote, pues tu rostro había comenzado a palidecer y tus labios se tornaron blancos como el papel.

No sabía qué hacer, aunque sí lo que quería hacer; quería irme, como si tu muerte no fuese mi problema y si lograbas despertar, probablemente el tipo que estaba en tu cama, también inconsciente y amordazado, lograría huir y acabaría contigo. ¿No es esa la función del karma? Que hijos de puta como tú tengan su merecido. Sin embargo, cuando tu cuerpo reaccionó violentamente ante la droga que te había puesto en el vino, se me estrujó el corazón (pero no te confundas; no me sentí conmovido ni alterado, sino eufórico) si me hubiera ido, ¿habrías muerto? Aquella respuesta nunca la sabré. Solo sé que te tomé en mis brazos y te llevé hacia el baño que estaba a la derecha del pasillo.

AC (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora