39. Muero. Desmayo. Caigo.

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«Ya nadie nos sigue, Yoongi... Probablemente, han perdido nuestro rastro»

Oigo tu voz en mi mente; el único lugar donde continúas vivo. Me cubro los oídos y luego la cabeza. No importa cuánto lo intente, sé que seguirás hablándome... Y también sé que no eres tú el que me habla.

He comenzado a oírte hablar y a ver cómo el cadáver que cargo conmigo y arrastro sobre la nieve, responde de vez en cuando y parece que me pide que me entregue a él. Pero ese no eres tú y yo lo sé.

— Hemos llegado demasiado lejos, Jimin — respondo, de todas formas. Elijo creer que todavía sigues con vida, incluso si eso significa sucumbir a los delirios de mi mente —. Ya no hay escapatoria. Mi cuerpo no soportará... Ya me he desmayado dos veces. No siento las piernas, ni el dolor de la herida.

«Hace mucho frío»

— Sí — sonrío —, hace tanto frío como el día en que te dejé atrás y el día en que perdí a mi hermano. Este clima solamente trae desgracia y la desgracia me resulta familiar.

«Abrázame, Yoongi, abrázame y bésame. Quiero morir entre tus brazos otra vez»

Volteo a ver el cadáver que llevo arrastrando todo el día. Me doy cuenta de que ni siquiera se parece a él; pero me he aferrado a este cuerpo como si mi vida dependiera de ello. Quería creer que te había recuperado, aunque me deshice de tu cuerpo hace mucho tiempo y ya no pude volver a encontrarlo.

Quiero pensar que está enterrado junto a la tumba de Chaeyoung, en tu propio jardín, o en una vasija y que ahora eres cenizas. Pero, sabiendo cómo acabaste de verdad, me provoca una ligera repulsión y tengo que cubrir mis labios para apaciguar la idea de vomitar porque no puedo permitirme hacerlo ahora.

Cada vez que quiero volver a la lucidez, mi mente se desmorona sobre sí misma. Quizás sea debido a la hemorragia el hecho de que esté perdiendo la cabeza. Sí. Podría atribuirle el infierno a la hemorragia y a los delirios que he tenido durante toda mi vida, pero en el fondo de mi corazón, sé que eso no es lo que está pasando.

Hemos llegado al borde del acantilado. Si me aproximo hacia donde ya no hay tierra ni nieve, puedo ver el vacío. La altura se magnifica de una manera ridícula y me produce vértigo.

Cubro mis labios y me doy cuenta de que he perdido el sentido del tacto. Es por el frío. Mis dedos se han vuelto morados y ya no siento las piernas. Incluso he dejado de temblar; he subido demasiado alto. Si observo hacia atrás, el rastro de mi propia sangre se pierde poco a poco y cuando miro mi herida, me percato de que mis intestino sobresalen de ella porque mi piel se ha desgarrado todavía más.

¿Por qué sigo vivo? ¿Por qué no he muerto ya? Si tan solo hubiera muerto cuando fui empalado por aquella rama de árbol, me habría deshecho de todos estos pensamientos y sentimientos. Si hubiera muerto entonces, no estaría contándote esta historia, Jimin.

Quizás, sea por el frío. No siento mi cuerpo; así que, tampoco siento el dolor. Mi sangre se ha coagulado en la herida abierta y mi corazón late con menos frecuencia; eso también ralentiza el sangrado. Debo aprovechar esta ocasión para tumbarme una vez más a tu lado, Jimin, antes de reunirme contigo en el Infierno.

Me recuesto a tu lado fingiendo que ese cadáver es tuyo. Cierro los ojos y busco tus labios. Todo lo que siento es piel putrefacta y deshidratada, en alguna cavidad percibo músculos deteriorados y la dureza de la calavera.

Encuentro los dientes y pienso; «¡Oh, ahí estás!» y sin abrir los ojos, me acerco hacia tu rostro y beso la calavera. Mis labios se mueven como si los tuyos correspondieran mis besos. Mis manos toman esos esqueléticos pómulos como si fueran tus mejillas y mi boca se llena de la piel muerta.

AC (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora