Capituló 47

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Sin ti.

Marc.

El tórax me arde. Corro disparando a doquier intentando alcanzar la puta camioneta donde veo que la llevan.

La frustración me gana y no puedo evitar gritar al ver que me arrebatan a lo que mas quiero. «¡No la voy a perder!»

Tomo mi arma y corro disparando. Siento que me clavan un puñal en el estómago cuando veo que la camioneta solo se pierde.

Gritó del enojo y frustración hasta que la garganta me arde. Me devuelvo buscando respuestas.

Tomo al primer hombre italiano que encuentro y lo sujeto del cuello. El imbecil
se ríe en mi cara y le estampo la cabeza en el suelo.

—¡Donde la tienen! — gritó vuelto loco — ¡Dímelo!

La respiración me hace falta y la desesperación me está consumiendo.

—No la volverás a ver.

Me enfurezco y lo golpeo en la cara. Mis puños sangran y termino por dejarlo inconsciente con la cara desfigurada.

David se avienta a mi intentando que pare pero no lo hago. Me aferro de la camisa del hombre y no dejo de golpearlo desesperado.

«No puedo perderla»

—¡Tenemos que irnos! — grita Irina jalándome.

—¡No! — la encaro — ¡No pienso irme sin saber dónde está!

—¡Si nos quedamos nos matarán a todos y no podrás encontrarla jamás!— desespera.— ¡No seas egoísta!, ¡piensa en tu hija!

Lo último me hace volver del transe.

—Inició operación descenso — dice Bernardo desde el audífono.

Que se larguen ellos pero no me pienso ir sabiendo que deje que se la llevaran. David lidera a varios soldados disparando en un intento de evacuar.

Los recuerdos de cuando se llevaron a Melissa vienen a mi mente «no de nuevo» «no la voy a perder»

Arma un escuadrón de rescate — aparece Valeria con los ojos llorosos — no podemos irnos — se le rompe la voz.

Bernardo la jala pero se suelta rogándome que tenemos que hacer algo. Su desesperación no se compara a lo que yo siento. Mi mundo se está cayendo en pedazos de solo imaginar lo que le podrán hacer.

La sangre me hierve y siento que las costillas se me rompen «Raptada» la idea del calvario que va a vivir o de solo pensar que no la volveré a ver pero termina por hacerme perder el control.

—¡Nos devolvemos! — les indico a todos los soldados.

La cabeza me arde y la respiración me cuesta. «No se que hacer» pienso en la búsqueda de soluciones pero no encuentro y termino por explotar.

—No — se interpone David cuando intento regresar — ¡Si vas morirás!

—¡No te metas!

—¡Si lo hago! — desespera — ¡No le diré a tu hija que también perdió a su padre!

Lo ignoro y me encamino a la salida. David me sujeta con ayuda de Bernardo los soldados levantan las armas al ver que se ponen en contra del general supremo.

Deseos imparablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora