VIII

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  Si su día anterior se suponía que fue le peor del mes, entonces el que venía sería el peor del año.

El mensaje que cambiaría su rutina le llegó en medio de una salida que planeó con su amigo, en un McDonald's para ser exactos.

—Uh, perdón. — A paso apresurado fue hasta el baño y se encerró en un cubículo.

Su mamá le informó por chat que su gata, Molly, había fallecido.

Las lágrimas no tardaron en salir y en unos minutos ya tenía los ojos algo rojos del llanto que había surgido.

No tenía idea de como iba a pasar desapercibido, le costaría explicar porqué.

—¿¡Iván!? — Pregunto Rodrigo, quien muy atento lo estaba esperando afuera del baño.— ¿Qué pasó, amigo? ¿Estas bien? ¿Queres ir a casa?

Eran tantas preguntas que solo contesto una, la última.

—¿Podemos... Ir a tu casa?

Asintió sin decir nada.

Aferró su mano a la de su amigo y pudo sentir muy apenas la lastimadura del menor, sin darle importancia a eso, ya que no lo nombró el resto del día, siguió caminando hasta el auto.

Hizo que el pelinegro subiera y después entró él del lado del conductor, cambiando roles.

—¿Seguro qué...?

—Ivi, hice clases de manejo, ya tengo mi licencia.

Arrancó el vehículo y aceleró.

Cuando llegaron a la casa del castaño, lo llevó a su cuarto para poder atenderlo adecuadamente.

Logró que se calmara y intento hablar.

—Ivi, si no me queres decir no pasa nada, pero con eso trataría de ayudarte mejor

—Falleció Molly. — Soltó.

No alcanzó a conocer a la mascota en persona, porque en el tiempo que Iván la acogió, él estaba en la suya y no tenía tanto contacto con el dueño como antes.

Carrera experimentó pérdidas, aunque nunca la de una mascota. La primera y única mascota que tuvo fue Barry, quien gracias seguía vivo.

—Ouh, Ivi. — Suspiro frotando su mano en el hombro del nombrado.

Amaba que lo llamara por ese apodo, de su voz se escuchaba tan dulce.

Sin pensarlo, se abalanzó a Rodrigo en busca de un abrazo.

Cuando la sensación de que unos brazos hacían que sus cuerpos se juntaran más se hizo presente, se sentio acompañado por más que ya lo estuviese.

—Llora Ivi, llora todo lo que quieras, esta bien.

Resistía su llanto por razones personales desde hace tiempo, desde que conoció al ojiverde, un poco más, pero él le enseñó que no está bien que lo haga, ya que llorar es una manera de expresarse. De igual manera, nunca le hizo caso.

Era complicado cambiar si la razón era por un trauma causado.

—No cometas el mismo error que cuando tenias doce. Llora, por favor. — Suplico.

Solo por ser esta vez la cual se sentía tan herido emocionalmente, decidió hacerle caso.

Se desahogo de una forma que a  dicha edad le resultaría de inmaduro.

Lloro en los brazos de Rodrigo, demostrandole la confianza que podía darle en esa clase de momentos, cosa que hizo que Iván se fijará más en su amigo, de forma amorosa.

+ 𝐒𝐈𝐍𝐂𝐄𝐑𝐎 - 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora