IX

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  Angie iba de acá para allá, buscando ropa. Nicolás buscando chats viejos que tuvo con Iván. Germán en busca de la secadora de pelo. Y Santiago esperando que le den alguna tarea.

—Santutu. — Llamó Germán.— Ordena la casa.

Obedeció sin protestar.

Todos se encontraban haciendo algo, Rodrigo preparándose mentalmente, respirando profundo un par de veces y rogando que todo saliera bien.

—Posta que los amo.

—¡Iván una vez me dijo que amaba tus ojos! Onda que los adoraba, que eran su debilidad.

—Bueno boludo, ya deja el celu que no me sirve de mucho, ahora anda a ayudar a Santutu.

Corrió hasta bajar las escaleras.

—Para qué los mandaste a ordenar si de seguro no paran en tu casa.

—Mejor prevenir que lamentar.

La peliazul por fin encontró el atuendo perfecto y se lo mostro a Rodrigo, este asintió.

—Sos la mejor.

—Ya lo sé.

—¡Puta madre! La próxima vez que vea el secador de pelo te lo voy a revolear a la jeta. — Protestó Germán sin encontrar lo que buscaba. 

Sin darle mucha importancia a su pelo mojado que seguía goteando, fue a vestirse con la ropa que su amiga ya tenía lista.

Al salir, sus amigos lo miraron con ojos de admiración, estaban igual de emocionados que él.

—Dios sos hermoso. — Alago Angie.

—Gracias.

Revisaron la hora y estaban justos, por lo que mandaron a Rodrigo a desenchufar su celular y a agarrar las llaves de su casa, pero Nicolás al ver que también agarraba las del auto, habló.

—¿Te te va a pasar a buscar? — Pregunto.

—No me dijo nada.

En eso, sonó la presencia de una notificación en el celular del más bajo.

“Estoy abajo Ro, vamos con mi auto.” Leyó.

—Lo amo. — Dejó las llaves y se despidió de sus amigos.— A ustedes también los aprecio un montón, ya les voy a pagar.

—No es necesario amigo. — Dijo Germán.

Se dieron un abrazo grupal.

—Suerte, enano.

Con una sonrisa en su rostro se fue de su casa, estaba contento.

El día estaba con probabilidades de llover, así que no se entristeció cuando gotas se empezaron a escuchar.

«Mierda» Pensó.

—Hola Iv. — Saludo entrando al auto.

—Hola, Ro.

—Parece que la lluvia nos cago.

—Tranqui, donde vamos a ir es a un lugar con techo. — Dijo.— Tenes el pelo mojado, no tengo pensado enfermarte.

Admitía que era tierno al confesar eso, lo cuidaba.

—¿A dónde vamos?

—A un lugar.

—Pero decime.

—No, ¿por qué?

—Debería saber, mira si me secuestras.

+ 𝐒𝐈𝐍𝐂𝐄𝐑𝐎 - 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora