No estoy dispuesto a aceptar su negativa.

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Aiden

Que una mujer caiga rendida a mis pies no es raro. Que lo haga sobre mi bragueta, aunque menos habitual, tampoco es un fenómeno paranormal. Sin embargo, que todo esto suceda como consecuencia de un tropezón y no por voluntad propia, sí que es algo nuevo.

—Oh, Dios, oh —exclama la chica poniéndose en pie. Su pelo castaño cae desordenado sobre sus hombros, y su rostro está rojo. Muy rojo. Joder, nunca he visto a alguien cuyo tono de piel se asemeje tanto al de un tomate maduro—. Lo siento —dice fijando sus ojos grandes, castaños y expresivos en mí—. No era mi intención abordarle de esta manera. Dios, ¡qué vergüenza!

—Tranquila, ha sido un accidente —digo yo levantándome de la silla con actitud relajada.

—Un accidente embarazoso —dice ella visiblemente angustiada, incapaz de aguantarme la mirada.

—Bueno, reconozco que las mujeres suelen entablar una conversación conmigo antes de visitar mi entrepierna, pero siempre hay una primera vez para todo —bromeo con intención de relajar el ambiente. Parece funcionar, porque los ojos de la chica acaban enredándose con los míos.

—No debí ponerme tacones. Me encantan, pero los carga el diablo. —La mujer lanza una mirada asesina a sus zapatos y luego vuelve a fijar sus ojos en mí—. Por cierto, me llamo Lucy. Lucy Cooper.

—Encantado de conocerte, Lucy Cooper. —No confieso la verdad: que ya conozco su nombre de antes. Su nombre y su biografía completa, para ser honestos. Soy consciente de que haber conseguido esta información sin su consentimiento puede ser motivo de pleito, pero no podía arriesgarme a elegir una candidata sin investigarla de antemano. Dado que mi bufete se encarga de todos los asuntos legales de la agencia, obtener su nombre fue sencillo a pesar de no constar en sus datos iniciales—. Yo soy Aiden MacKinnon —me presento ofreciéndole mi mano.

Lucy la estrecha con una sonrisa nerviosa.

Su mano parece diminuta en contraste con la mía.

—Sé quién eres. —Suelta una risita—. Bueno, dudo que exista alguien en todo Nueva York que no haya oído hablar de ti o de tu bufete.

Me gusta oírle decir eso y se lo hago saber esbozando una sonrisa, pagado de mí mismo. Podría fingir modestia, como hace mucha gente para no parecer arrogante, pero fingir no es lo mío. Me siento orgulloso de ser quien soy y de tener lo que tengo, ¿por qué debería avergonzarme por ello?

Detrás de Lucy, la chica de la agencia, carraspea.

—¿Todo... bien? —pregunta.

Ambos asentimos y con una sonrisa profesional invita a Lucy a sentarse en una silla apostada frente a mí. Se presenta como Madelyn y nos explica que va a ser la agente encargada de llevar nuestro caso. Reparte unas carpetas con el nombre de la agencia sin dejar de hablar. Mientras esto ocurre, yo aprovecho para estudiar a Lucy con la mirada. Tal como observé en el video de presentación de candidatas, es una chica menuda, de facciones suaves y ojos muy vivos. Sus proporciones son armoniosas, tiene una melena castaña muy larga y una sonrisa dulce y bonita. Además, hay algo en ella que la hace adorable a simple vista. ¿Sabes ese sentimiento de ternura que te embarga cuando ves un cachorrito en el escaparate de una tienda de mascotas? Sí, ese que te hace querer achucharlo y llevártelo a casa. Pues eso es justo lo que me despierta Lucy cuando la miro.

Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora