Lucy
Por segundo día consecutivo, llego a la redacción con la sonrisa en la boca.Me siento tan feliz, tan contenta y satisfecha con la vida, que el mundo meparece un lugar maravilloso. Cómo es el amor, ¿verdad?, consigue quecambiemos la perspectiva con la que miramos las cosas. El metro, cuyotrayecto comparto con miles de neoyorkinos y turistas en hora punta, no meha parecido un sitio horrible como siempre. Tampoco me he frustradocuando uno de los tacones de las botas que llevo hoy se ha quedadoatascado en el alcantarillado al cruzar la calle, a pesar de que un coche haestado a punto de arrollarme. Y ni siquiera he sacado el dedo corazón algrupo de hombres que, al pasar por su lado, me han empezado a lanzarpiropos desagradables. Mi cabeza está llena de Aiden, de los sentimientosbonitos que despierta en mi interior y que me hormiguean en el vientre (yen un lugar más abajo que el vientre, las cosas como son).Como cada mañana paso por la sala de descanso a por un café y, comocada mañana, me encuentro con Chloe. Al verme, gruñe como saludo.Tiene una pinta horrible, aunque se ha maquillado como siempre, sus ojerasson evidentes.—Oh, Dios, deja de sonreír. Me deslumbras con tu sonrisa —dicetapándose los ojos de forma teatral.—¿Saliste ayer? —pregunto mientras manipulo la cafetera.—Sí, eres una mala influencia. Ayer me quedé tan maravillada con tuescapada de Los Hamptons, que decidí quedar con un tipo de Tinder paraver si encontraba a mi propio empotrador. Pero se quedó en eso: en unintento. Porque el tipo ni siquiera llegó a metérmela. Es profesor demitología griega y en lugar de follar se pasó más de ocho horas hablando demitos, leyendas y Dioses. Y yo fingí que me interesaba porque estababuenísimo y tenía la esperanza de que en algún momento acabaratumbándose sobre mí para hacerme suya. Pero no. Resulta que no es de losque la meten en caliente en la primera cita.—Oh, vaya, lo siento —le digo, aunque lo hago sonriendo, porque hoy lasonrisa no me abandona en ningún momento.—Pues no pareces sentirlo mucho. —Chloe entrecierra los ojos y meobserva atentamente.—Estoy contenta. —Me llevo la taza de café a los labios.—Los efectos del sexo con Aiden aún te duran, ¿eh?—Quizás. —Me encojo de hombros—. O quizás es que he quedado conél esta noche para renovar dichos efectos.Chloe agranda los ojos.—¡No me fastidies! Y parecía tonta cuando la compramos. ¿Pero no sesuponía que solo ibais a follar para engendrar a un vástago?Una risa tonta brota de mi garganta.—Bueno, es posible que las cosas hayan cambiado.—¿En qué sentido? —me pregunta con la boca abierta.— Pues... esta noche lo concretaremos. Ya te contaré.Ella me mira con cara de sospecha. No puedo darle mucha másinformación porque Aiden y yo aún no hemos hablado sobre lo nuestro. Hepensado mucho en ello esta noche y objetivamente sé que empezar unarelación ahora podría ser una locura, y más con la llegada de un bebé. Nosoy ingenua, sé que los bebés ponen a prueba cualquier pareja, incluso lamás sólida. No, no soy esa clase de mujer que se lanza a la maternidad conlos ojos cerrados. Antes de tomar la decisión de ser madre leí muchos librossobre el tema y consulté a muchas expertas de crianza. Me informé con elmismo ímpetu con el que me informo cuando quiero escribir un artículopara la revista. Sin embargo, creo que nos puede ir bien. Nuestros caracteresse complementan bien, congeniamos. Sí, lo nuestro podría funcionar.Me paso la mañana escribiendo mi primera columna para la revista. Lohago no muy segura de lo que quiero transmitir. Tengo la cabeza en otraparte y, la verdad, no acabo de encontrar un tono que me satisfaga. Hablo deforma genérica de la búsqueda del amor de las mujeres neoyorkinas en latreintena, como una Carrie Bradshow millenial. Decido mandar un primerborrador a Avery para que me dé su opinión. Me llama a su despacho veinteminutos más tarde y me corrobora lo que yo sospechaba:—Dale una vuelta. Creo que Desde Manhattan con amor puede darmucho más de sí. Es demasiado... impersonal. Deberías escribir desde ti,desde tu propia experiencia.Le doy la razón y vuelvo a sentarme en mi sitio de trabajo con la mentedando vueltas a distintas posibilidades. Antes de que empiece a escribir unnuevo borrador, recibo una llamada.—¿Lucy Cooper? Le llamo de la clínica de fertilidad Infinity. Yatenemos los resultados de fertilidad que le hicimos hace unas semanas y nosgustaría comentarlos con usted. ¿Está disponible esta tarde?La urgencia en quedar para ver los resultados me inquieta, pero intentoser racional. Seguro que solo es un mero trámite. Agendo la visita para lasseis de la tarde y sigo dando vueltas al artículo hasta que es hora demarcharme hacia allí.Me hacen esperar en una salita. A las seis en punto una voz femenina meindica que ya puedo pasar a la consulta. Eso hago. Odio lo asépticos queson estos sitios. Tan blancos. Tan pulcros. Con ese olor a desinfectante quese te mete en la nariz y lo llena todo.—Señorita Cooper, sentimos haberle hecho venir con tanta premura,pero es importante que comentemos el informe médico que solicitó paravalorar su fertilidad.—¿Ocurre algo? —pregunto, ahora sí, asustada.Los ojos de la mujer, que se presenta como doctora Phillips, me mirancon indulgencia y no necesito que me diga nada para saber que sí, queocurre algo. Un nudo se forma en mi estómago al imaginarme lo peor.¿Habrán detectado un tumor? Eso es lo primero en lo que pienso,recordando que mamá no era mucho mayor que yo cuando le detectaron elsuyo. Se lo pregunto con ansiedad, pero enseguida me tranquiliza y me diceque no se trata de nada de eso.La tranquilidad dura poco, los minutos que tarda ella la doctora Phillipsen explicarme que tengo tantas probabilidades de quedarme embarazadacomo de que un meteorito caiga en la Tierra y extinga la vida en ella. Esdecir, no es imposible, pero sí muy poco probable. No ha usado estaspalabras, obviamente, ha usado muchos términos médicos y tecnicismosque me cuesta entender. Solo me he quedado con dos frases: «problemasestructurales del sistema reproductivo» y «malformación del útero».Además, por lo visto, mi reserva ovárica también deja mucho que desear. Estodo tan surrealista que soy incapaz de gestionar el significado de lo que meestá diciendo. Entiendo lo que dice, pero no lo proceso.—¿Me está diciendo que nunca podré ser madre?La doctora me mira con compasión.—Quizás con un golpe de suerte, si se dieran las condicionesadecuadas...—¿Y con tratamientos de reproducción asistida?—Podría intentarlo, pero las posibilidades siguen siendo muy bajas. Nose lo recomiendo, la verdad.—Entonces, ¿qué se supone que tengo que hacer? ¿Renunciar a mi sueñode ser madre?—Existen muchas maneras de ser madre. Una madre es la que ama, no laque pare.Sus palabras me duelen como si un puñal atravesara mi estómago delado a lado, retorciéndome las entrañas en el proceso. Sé perfectamente queel hecho de parir no convierte a alguien en madre, que la biología no lo estodo, pero yo quiero vivir ese proceso. Quiero vivir el proceso de tener unbebé creciendo en mi interior. Escuchar el sonido del corazón, notar lasprimeras patadas, sufrir las contracciones... Llevo desde hace muchos añossoñando en esto. Descubrir que es prácticamente imposible, que mi sueñoes una quimera... me rompe. Me rompe en mil pedazos.No quiero montar un numerito en la consulta de la doctora, así queespero a que termine de hacer su valoración para salir corriendo,encerrarme en el baño y desahogarme allí. Las lágrimas caen comotorrentes hacia abajo, y noto como todo mi mundo se desmorona encuestión de segundos.Yo que siempre quise ser madre. Siempre. Supe que quería ser madremucho antes de saber lo que quería estudiar en la universidad.El móvil suena dentro del bolso. Lo saco, intentando leer el mensaje queme han enviado a través de las lágrimas. Es Aiden:
Aiden:
Me muero de ganas de verte.
Sus palabras deberían causarme cosquillas de felicidad, pero, en su lugar,me generan tal angustia que se me revuelve el estómago. Pienso en él, ennuestro acuerdo y en sus ganas de ser padre. De repente, todo se vuelve másoscuro.¿Cómo demonios voy a decirle a Aiden que no puedo quedarmeembarazada?¿Cómo se supone que voy a empezar una relación con alguien sabiendode antemano que voy a poder darle lo que más desea en el mundo?
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Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...