Aiden
Lucy:
Lo siento, pero no me encuentro muy bien. Creoque he pillado un resfriado. ¿Podemos dejar lo dehoy para otro momento?
Leo el mensaje que me envía Lucy con el ceño fruncido, porque hay algoen él que no me cuadra. Quizás sea la sobriedad del propio mensaje, laforma en la que está escrito, no sé, el caso es que me ha dejado intranquilo.Solo para asegurarme que son imaginaciones mías, marco su número yllamo, pero ella me cuelga y en su lugar me manda otro mensaje:
Lucy:
Ahora mismo no puedo hablar, disculpa. Encuanto me encuentre mejor te llamo yo.
Ahora sí que la intranquilidad campa a sus anchas dentro de mi pecho.Este mensaje es aún peor que el anterior. No ha usado ni un tristeemoticono, algo inusual en ella que llena los mensajes siempre con carassonrientes. Tampoco me ha mandado besos ni me ha preguntado qué talestoy yo. Hay algo raro aquí. Mi instinto, ese instinto que me va tan bienpara ganar juicios, me pone en estado de alerta.Quizás estoy paranoico, hace tanto tiempo que no me gustaba ningunamujer que, a lo mejor, tengo el instinto atrofiado. Y para reafirmarme a mímismo que todo está bien y que son solo imaginaciones mías, decido cogerel coche, comprar sopa casera en uno de los mejores restaurantes de la zonay acercarme su casa. Le dejaré la sopa, comprobaré que todo va bien y meiré.Dejo el coche aparcado en un hueco que encuentro cerca de su calle,algo milagroso teniendo en cuenta lo mucho que cuesta encontraraparcamiento en esta zona, y camino hacia su edificio. La puerta del portalestá abierta. Subo los tramos de escalera hasta su rellano y llamo a la puertadel piso con los nudillos. Es una manía que tengo, la de no usar timbre yllamar de este modo. No he estado nunca aquí, pero tenía su direccióncompleta en mi base de datos gracias al contrato de copaternidad quefirmamos. La puerta se abre después de lo que me parece una eternidad.Lucy está al otro lado y realmente no tiene buen aspecto. Va vestida con unbatín de Betty Boop, lleva el pelo recogido en un moño alto y despeinado ysus ojos están humedecidos, hinchados y enrojecidos. En una mano sujetaun pañuelo que se lleva a la nariz para sonarse los mocos. Sin embargo, noparece enferma. Su cara no es la de alguien que está resfriado, si no la dealguien que lleva horas llorando a moco tendido.—¿Qué haces aquí?—Te traía un poco de sopa caliente para tu resfriado, pero creo que no lavas a necesitar.—Te he dicho que no podía verte —musita cogiendo la bolsa de cartónque le tiendo con la sopa.—¿No podías o no querías? —pregunto sin disimular mi contrariedad.—No tengo un buen día. —Rehúye mi mirada.—¿Has estado llorando?—No. —Me dice tajante, pero al darse cuenta de la obviedad de sumentira, corrige—: Bueno, sí, pero no me apetece hablar de ello.—Quizás si me lo cuentas te sientas mejor después.Lucy ríe con amargura, como si acabara de decir la cosa más absurda delmundo.—No, esta no es una de esas cosas que mejoran al decirlas en voz alta.Su tono desalentador, tan poco habitual en ella, me inquieta.—Lucy, ¿qué ocurre?Durante lo que me parece una eternidad, Lucy me mira en silencio. Memira, pero sin verme, perdida en sus pensamientos. Puedo ver losengranajes de su mente trabajar a gran velocidad. Cuando vuelve hablar, lohace con una expresión gélida que congela las líneas de expresión de surostro.—Aiden, lo he estado meditando mucho y creo que será mejor querescindamos el contrato de copaternidad. —Se agarra al marco de la puertacon tal fuerza que sus nudillos se vuelven blancos.Parpadeo, incapaz de digerir el significado de sus palabras.—¿Perdón?—Ya me has oído. —Sus ojos vacíos, huecos, no se fijan en los míos—Quiero que rescindamos el contrato. Creo que es la decisión más acertadapara los dos. Yo no soy la persona que tú buscas, ni tú eres la persona quebusco yo.Durante unos segundos nos alcanza el silencio, silencio que decidoromper tras pasarme una mano por el pelo con nerviosismo.—No me jodas, Lucy. —Sin querer elevo el tono de voz—. ¿Qué coñoestá pasando aquí? Ayer las cosas parecían estar bien, parecía que lo nuestropodía ir un paso más allá. Y ahora... ¿Ahora esto? ¿Qué ha pasado en lasúltimas horas?—He cambiado de decisión, solo eso —me dice de forma inexpresiva.No parece Lucy. La mujer llena de vida que conozco ha sido sustituida poruna mujer gris, inalcanzable.—Nadie cambia de decisión de un día al otro. —Tengo la boca seca,pastosa, es como si acabara de tragarme un puñado de arena y lo tuvieraatascado en la garganta.—Yo sí.—¿Pues sabes qué? Que no me creo una mierda. —Resoplo. Una mezclade ira y frustración está empezando a concentrarse a la altura de mi pecho.—Estás en tu derecho —me dice el robot insensible que se ha apoderadode Lucy.—A ver si lo entiendo bien... —Me cruzo de brazos y entrecierro losojos, mirando a Lucy con fijeza—. No quieres que sigamos adelante con elcontrato de copaternidad. —Lucy niega con la cabeza y yo asientodespacio, aunque no entiendo absolutamente nada—. ¿Eres consciente deque es un poco tarde para eso? Es probable que a estas alturas estésembarazada.Lucy traga visiblemente saliva y sus ojos vacíos se llenan de unaemoción que no logro desentrañar.—No creo que debas preocuparte por eso.—¿Por qué?—Porque un embarazo a la primera es poco probable.—Poco probable no es imposible —razono yo—. Además, somosjóvenes y fértiles.No sé por qué, pero mis palabras parecen despertar una tormenta en suinterior. Sus ojos se aguan y me mira con algo parecido al odio.—Aiden, te aseguro que las posibilidades de que esté embarazada sonprácticamente inexistentes, así que, por favor, ¿puedes irte y dejarme sola?Lo necesito. —Hace ademán de cerrar la puerta, pero yo pongo el pie paraimpedírselo.Lucy me lanza una mirada furibunda.—Espera —le suplico—, es que no entiendo nada. Pensé que sentíasalgo por mí, que habíamos conectado.—Tuvimos buen sexo, lo reconozco, pero nada más.—Pero ayer...—Ayer era ayer, hoy es hoy —masculla dejando que unas lágrimasescapen de sus ojos—. ¿Sabes qué pasa contigo, Aiden? Que estásdemasiado acostumbrado a salirte con la tuya. Supongo que te lo he puestodemasiado fácil. Conseguiste que aceptara lo del contrato de copaternidad apesar de mis reticencias y conseguiste que aceptara acostarme contigo apesar de que tampoco lo veía nada claro. Sin embargo, esta vez no vas ahacerme cambiar de opinión. No quiero seguir con esto. —Primero seseñala a ella y después a mí—. No es buena idea. No lo era hace unassemanas y sigue sin serlo ahora, así que no insistas más, no me persigas. Seacabó.Sus palabras me duelen y me joden a partes iguales. Habla como si envez de un hombre con las ideas claras fuera un acosador, y soy lo opuesto aun acosador. De haber creído que me estaba sobrepasando en algúnmomento no hubiera insistido. No soy esa clase de tío y ella lo sabe. Meestá diciendo todo esto para herirme y lo ha conseguido.—¿Estás segura de que es esto lo que quieres? —pregunto para darle unaúltima oportunidad de dar marcha atrás. Ella asiente. Ya no queda nada máspor hacer aquí—. Bien.Levanto la cabeza suavemente antes de dar media vuelta para empezar abajar los primeros escalones.—Aiden —me llama ella. Giro la cabeza y la veo apoyada al marco de lapuerta con los ojos aún húmedos. Yo no digo nada, me limito a mirarla—.Te deseo lo mejor, de verdad.Soy incapaz de responder a sus buenos deseos, esbozo una sonrisa triste,frustrada, y sigo bajando las escaleras hasta salir del edificio y de la vida deLucy para siempre.
ESTÁS LEYENDO
Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...