Celine

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Aiden

 Cuando suena el timbre de la puerta de mi apartamento, siento una sacudidaen el estómago. Hace tanto tiempo que no veo a Celine que todo mi sistemanervioso se ha puesto alerta con su llegada. Por momentos, me arrepientode haber aceptado que viniera aquí, pero después de mandarle un mensajede vuelta me ha escrito ella otro en el que ha insistido en verme.No recuerdo cuánto hace que la vi en persona por última vez. Digo enpersona porque en los medios la he visto muchísimas veces. Estar casadacon una estrella del rock es lo que tiene.El timbre suena de nuevo y me apresuro a abrir. Celine está al otro lado,y su presencia como siempre resulta abrumadora. Al fin y al cabo, es unamujer muy atractiva que goza de una elegancia natural. Es alta, decomplexión delgada, caderas estrechas y larga melena rubia y brillante. Eneste momento me mira a través de unas gafas de sol enormes que escondensu mirada.—¿Puedo pasar? —pregunta sin andarse con rodeos.No respondo. Me limito a hacerme a un lado y ella entra dejando a supaso una estela de perfume reconocible. Channel nº 5. Es curioso quedespués de tantos años siga reconociendo su perfume.Deja atrás el vestíbulo y se dirige hacia el salón, donde ocupa un sitio enel sofá con chaise longue que llena gran parte de la estancia. A decirverdad, después del impacto inicial, su presencia ha dejado de inquietarme.Y no solo eso, me doy cuenta al instante de que las heridas que dejó en míya están sanadas porque no siento nada por ella. Nada más allá de lacuriosidad que me produce su repentino interés por verme. Abro la bocapara ofrecerle algo para beber, por pura cortesía, pero enmudezco al instantecuando ella se quita las gafas de sol y veo el estado de su ojo derecho,amoratado e hinchado.—Por el amor de Dios, Celine, ¿quién te ha hecho eso? —preguntoconmocionado por la mala pinta que tiene su ojo. Doy por hecho que es acausa de un puñetazo, pues el tipo de moratón es demasiado evidente parapensar en otra cosa.—Jesse.—¿Tu marido?Asiente despacio, pero en ningún momento su rostro transmite temor otristeza. Al contrario, muestra determinación. Al fin y al cabo, Celine nuncaha sido una mujer pusilánime que se achanta con facilidad.Me cuesta creer que el gran Jesse Strange sea un maltratador. La imagenpública que vende es completamente opuesta.—No es la primera vez, ni he venido a hablar de esto. Si estoy aquí esporque quiero pedirte un favor, Aiden. Un favor enorme. —Cruza laspiernas y coloca sus manos, con las que sujeta las gafas de sol, sobre susrodillas—. Soy consciente del daño que te hice en el pasado, pero creoconocerte lo suficiente como para saber que, a pesar de todo, serásconsiderado con mi petición.—¿Qué necesitas? —pregunto sentándome en una silla que cojo de lazona de comedor y arrastro hasta apostarla frente a ella.—Que te encargues personalmente de mi divorcio.Tardo unos segundos en comprender, segundos que dedico a analizar lasituación.—Celine, yo no estoy especializado en divorcios.—Lo sé, pero este no va a ser un divorcio normal y necesito al mejorabogado de Nueva York para el circo mediático que se va a montar conesto.—Ya... —No puedo apartar mis ojos de su ojo morado—. Celine, antesde nada, deberías denunciar a Jesse a la policía y deberían hacerte uninforme médico. Además, creo que sería bueno que hicieras público lo quete ha hecho. Si te lo ha hecho a ti, ¿no crees que se lo habrá hecho antes aotras?Una sonrisa extraña se dibuja en el semblante imperturbable de Celine.—No te preocupes por eso, Aiden. Ya me he encargado de eso. Vengo degrabar una entrevista exclusiva en un programa de televisión que se emitirála semana que viene, así que preveo... mucho alboroto.Alzo las cejas, sorprendido. Y admirado. Normalmente las mujeres quesufren violencia de género suelen callar por medio a las represalias, y máscuándo se trata de un personaje público.—Igualmente deberías denunciarlo. De lo contrario podría denunciarte éla ti por difamación, si no tienes pruebas.—Las tengo. Olvida eso, lo único que necesito es que me prometas quevas a encargarte de la demanda de divorcio.—Por supuesto que lo haré.—Bien. Gracias, eso es lo que necesitaba escuchar.Se levanta del sofá y me sonríe de una forma artificial. Sé que no deberíacomparar a Celine con Lucy, pero soy incapaz de no hacerlo, porque Lucyes todo lo contrario a ella. Tiene una sonrisa ancha y sincera, contagiosa. Yquizás no impresione tanto de primeras, pero enamora de segundas. Cuandola conoces, no solo te ha conquistado el alma, sino también te ha robado elcorazón. Sin embargo, no es el momento para dar alas a este pensamiento.Cada cosa a su tiempo.—¿Cuándo quieres que empecemos con todo? —preguntoacompañándola hasta la puerta.Celine se pone las gafas de sol y se palmea los brazos, pensativa.—Yo te llamo. Antes tengo cosas que hacer.—De acuerdo.Sale al descansillo, nos despedimos con un gesto y, antes de que puedacerrar la puerta, se gira y me dice:—Gracias, Aiden. Sabía que me ayudarías. Siempre fuiste el mejor delos dos.No respondo, solo sonrío y cierro la puerta.

Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora