Nos vamos

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Lucy 

Cojo mi tercer café del día de la sala de descanso y me dirijo hacia mi sitio.Sé que mi aspecto es lamentable, que las ojeras surcan mis ojos y que pormucho que me maquille y acicale parezco una muerta en vida. Llevo díassin dormir bien, días en los que me cuesta conciliar el sueño, en los que medespierto de madrugada sudada y temblando por culpa de las pesadillas y enlos que amanezco más cansada que antes de acostarme.Llego a mi escritorio, me siento, doy un sorbo a mi café y antes de quepueda retomar lo que estoy haciendo en el ordenador, Sasha aparece de lanada regalándome una sonrisa resplandeciente.—Lucy, Lucy, querida, últimamente tu aspecto deja mucho que desear,supongo que estarás pasando por un mal momento. Pobrecita... —Hace unmohín histriónico y niega con la cabeza, haciendo bailar en sus orejas dosenormes bolas rosas que lleva como pendientes, a conjunto con un vestidorosa chicle que se ciñe por completo a su figura—. ¿Mal de amores?Respiro hondo. Dios, hoy no estoy de humor. Tengo migraña provocadapor la falta de sueño y las impertinencias de Sasha van a llevarme al límite.Lo veo venir.—No me pasa nada, Sasha, gracias por tu interés. Simplemente noconsigo descansar bien.—Ay, las temporadas así son un incordio, ¿verdad? —Parpadea condesmesura con sus ojos clavados en mí.—Ni que lo digas.—Por cierto, ¿has visto la foto que han publicado en Woman Magazinesobre Celine y Aiden? —Su sonrisa se ensancha y yo empiezo a saber pordónde van los tiros de su visita aparentemente desinteresada—. Por lo vistono era un rumor lo que te conté el otro día: están juntos de nuevo. —Meenseña su móvil, donde aparece una foto de Celine besando a Aiden. Laperspectiva no es muy buena, ya que se ve desde detrás, pero efectivamenteparece que se están besando en la boca.Noto como los ojos se me humedecen al instante. No debería afectarme,yo lo saqué de mi vida, sabía que me reemplazaría rápido, ¡es unMacKinnon por el amor de Dios! Tiene hordas de fans esperando suoportunidad. Pero... ¿Celine? ¿Después de todo lo que le hizo?—Hacen muy buena pareja, ¿verdad? —insiste.Aprieto los dientes.—Sí, supongo que sí.—Los dos son tan guapos e interesantes... Que absurdo fue pensar queestabas liada con él. ¿Tú con un highlander de Nueva York? Imposible.La ira corre por mis venas a una velocidad abismal. Los agujeros de minariz se hinchan, las pulsaciones se me aceleran, las sienes me palpitan y elcalor asciende por mi cuello. No soy dueña de mí misma cuando dejo quelas palabras broten de mi garganta con un tono de voz tan alto que todo elmundo nos mira:—¿Por qué me odias, Sasha? ¿Por qué te empeñas tanto en humillarme?Llevo años esforzándome para caerte bien, para intentar limar las asperezasque hay entre nosotras, pero veo que eso es imposible porque tú solo deseashundirme en la mierda. —Mis ojos llenos de lágrimas la atraviesanenfurecidos—. Dime, Sasha, ¿cuál ha sido mi falta? ¿Qué he hecho paraque sientas esta necesidad de herirme?—Yo no... —Sasha se queda sin habla, ni siquiera es capaz de acabar lafrase que ha empezado.—Llevo años aguantando tus malas caras, tus malos comentarios y tusdesplantes, pero ya no puedo más, Sasha, me niego a seguir siendo lapersona en la que vuelcas tus frustraciones y tu mal humor. Me niego aseguir siendo tu saco de boxeo.—No sé de qué hablas —dice Sasha recuperándose de mi ataque. Cuadralos hombros y me mira con una sonrisa displicente—. Ni te odio ni te usocomo saco de boxeo. Creo que tienes una visión muy distorsionada de larealidad.—Y yo creo que necesitas incorporar un nuevo término en tu diccionariodiario y aplicarlo. Sororidad, ¿te suena?No espero a que me responda, me levanto de mi sitio y me dirijo hacia elbaño. De camino distingo varias miradas de apoyo entre mis compañeras.Supongo que no soy la primera ni la última víctima de Sasha y su lenguaviperina. Una vez en el baño me lavo la cara con agua fría y busco mis ojosen el reflejo. Dios, realmente tengo un aspecto deplorable. Y, además, ahorahay un brillo demente en ellos.Señores y señoras, Lucy Cooper acaba de perder la poca cordura que lequedaba.Chloe entra en el baño y se acerca a mí con los ojos agrandados por elasombro.—Pero bueno, ¿qué ha pasado con la Lucy complaciente que conozco?Me acaban de contar que has puesto a Sasha de vuelta y media.Me mira, la miro y una carcajada tonta se apodera de mí. Chloe secontagia con mi risa y las dos acabamos en el suelo riendo sin parar.Tardamos varios minutos en sobreponernos. Cuando lo conseguimos, Chloeme besa en la coronilla y susurra:—Bien hecho, pequeña. Ya era hora de que le dieras su merecido a esaharpía.Regresamos a nuestros respectivos sitios y, poco después, Avery mellama a su despacho. Lo primero que pienso es que va a llamarme laatención por lo sucedido con Sasha. Puede que se mereciera todo lo que lehe dicho, pero reconozco que las formas no han sido las adecuadas. Sinembargo, cuando me siento en la silla que hay delante de su escritorio, nomenciona a Sasha para nada.—Lucy, solo quería felicitarte por la acogida que ha tenido el estreno detu columna en la revista impresa. De hecho, ha tenido tanta buena acogidaque desde dirección me han pedido que incluya un artículo semanal deDesde Manhattan con Amor en la versión web.—¿Un artículo semanal? —pregunto sorprendida.Avery asiente.—Hemos recibido muchos correos electrónicos, cartas y mensajes enredes sociales de mujeres deseosas de compartir experiencias como la tuyas.—Sonríe afectuosamente—. Lucy, sin saberlo has ayudado a muchasmujeres que lo necesitaban. Eso es lo que hace una buena redactora decontenidos: buscar dentro de sí algo que pueda resonar en el corazón deotras personas y explicarlo al mundo. Enhorabuena. —Avery coge unacarpeta que tiene a un lado de la mesa y me la tiende ampliando su sonrisa—. Me he tomado la libertad de seleccionar algunos de los testimonios quehemos recibido. No estás sola en esto.Cojo la carpeta, sonrío de vuelta y tras hablar sobre los pormenores demi versión 2.0. de Desde Manhattan con amor vuelvo a mi sitio, dondeabro la carpeta y empiezo a leer los testimonios desgarradores de mujeresque, como yo, han tenido que renunciar a su sueño de ser madres de formabiológica. Lloro embargada de emoción, sintiéndome comprendida. Hayuno en concreto que me encoge el corazón:Perdí mi útero a causa de un accidente de tráfico que acabó también con la vida de mi marido.Fue doloroso perder en un mismo día al hombre de mi vida y la posibilidad de ser madre. Elduelo por ambas cosas duró mucho tiempo, años. Años que pasé sumida en la tristeza másabsoluta. Sin embargo, un día tuve una revelación esclarecedora: a pesar de haber sobrevivido,me comportaba como si yo también hubiera muerto. En vez de buscar nuevas razones para vivir,me limitaba a ver la vida pasar como si no fuera conmigo, como si solo fuera una espectadora.Lucy, ojalá no cometas mi mismo error. Perdí mucho tiempo por culpa de ese comportamientoautodestructivo. Por suerte, cambié el chip, cogí mis sueños rotos, pegué los pedazos y los pintéde un color distinto. Gracias a eso, hoy en día soy madre de acogida de niños y niñas que lonecesitan. Eso no me convierte en madre, lo sé, pero me hace feliz. Ayudar a niños en riesgo deexclusión, me satisface, llena mis días, los hace más bonitos, aunque no siempre sea fácil. Ojalátú también consigas pegar tus sueños rotos y reconvertirlos en otros. Ojalá tú también consigasque tus días sean más bonitos.La carta no lleva remitente, no está firmada, es una mujer anónimaexplicándome su dura experiencia, y sus palabras me tocan el alma de unaforma especial. Me gusta la idea de pegar mis sueños rotos y reconvertirlosen otros. Quizás pueda hacerlo. Pienso en Aiden y en lo diferente que seríatodo si estuviera a mi lado, si pudiera compartir con él este dolor que sientoy que me desgarra por dentro. ¿Y si me equivoqué al echarlo de mi vida?¿Y si dejé que mi lado visceral tomara el control de la situación en unmomento en el que debía primar la razón?Guardo la carta dentro del sobre y me muerdo el labio con indecisión.Pienso en la foto que me ha enseñado Sasha antes y un dolor intenso seapodera de mis entrañas. Odio pensar que yo he empujado a Aiden a volvercon Celine. ¿Y si Chloe tenía razón el otro día al decirme que había sidomuy cobarde al actuar como lo hice? ¿Y si en vez de protegerlo a él de lasupuesta infelicidad estaba intentando protegerme a mí misma de unsufrimiento futuro?Miro el sobre que contiene la carta que ha removido tanto en mí y sientouna vorágine de energía recorrer mi sistema nervioso. Una necesidadimperiosa de ver a Aiden se apodera de mí. Necesito verlo. Tengo queverlo.Me levanto de la silla, recojo mis cosas a toda velocidad y salgo deledificio como llevada por un impulso imparable. Busco un taxi libre entre lasucesión de coches que cruzan la avenida frente a mis ojos. Encuentro uno,llamo su atención levantando el brazo y este se detiene frente a mí. A pesarde ello, una señora con permanente y abrigo de pelo me hace a un lado deun empujón e intenta apoderase de él.—Eh, señora, este taxi es mío —le digo sujetando la puerta que ellaintenta cerrar como si yo no existiera.—Mira, niña, tengo prisa, no me hagas perder el tiempo. Por aquísiempre pasan taxis, espera al siguiente.Odio que me llame niña sin conocerme. Y odio que se crea con derechoa robarme el taxi por toda la cara. La Lucy revolucionaria no va a dejarseachantar por una señora que lleva un animal muerto como abrigo.La señora hace un nuevo ademán por cerrar la puerta, pero yo de nuevose lo prohíbo. Ella me mira con los ojos muy abiertos, escandalizada.—Con todos mis respetos, señora, será mejor que se busque otro taxi.—Niña, cierra la puerta.—No soy una niña.Un carraspeo nos llega desde el asiento delantero.—Ehmmm... Señoritas, será mejor que se decidan porque estamosformando un tapón.Miro a mi alrededor y compruebo que, efectivamente, estamosgenerando un atasco. Decenas de coches esperan a que el taxi evacúe elcarril. Pero a mí no me da la gana de ceder. Sé que la Lucy de siempre seharía a un lado y dejaría que esta señora se saliera con la suya. Pero ahoramismo la valentía de la mujer de la carta se ha apoderado de mí y me sientoinvencible. Estoy tan concentrada en atravesar con la mirada a mi enemigaque no me doy cuenta de que, unos metros más allá, la puerta de otro taxi seabre y un hombre alto y moreno sale de él y camina hacia mí hasta que supresencia llama mi atención.Aiden.Es Aiden.—¿Lucy? —pregunta este mirándome con los ojos abiertos de par enpar.Su voz me despista y la señora aprovecha este momento de debilidadpara cerrar la puerta y ordenarle al taxista de forma apremiante quearranque. De no tener mis ojos enredados en los de Aiden, odiaría haberperdido esta batalla con semejante bruja. Frente a nosotros, el tráfico vuelvea circular con normalidad de forma fluida.—¿Qué haces aquí? —pregunto con la emoción contenida.Me recreo en la visión de su cuerpo perfecto, de su rostro de anuncio ysu pelo moreno que me muero de ganas de acariciar. Cuánto lo echaba demenos... Un nudo me oprime la garganta.—¿Has provocado tú el atasco? —Me mira con los ojos muy abiertos,con incredulidad.—Una señora ha querido robarme el taxi.—¿Te has peleado con una señora por un taxi?—Por un taxi, no, por mi taxi. Lo he detenido yo y ella se ha subido en élsin ni siquiera preguntar, y no estaba dispuesta a cedérselo. Tenía algoimportante que hacer.—¿Y qué era eso tan importante que tenías que hacer?Tardo varios segundos en responder porque esta situación es de lo mássurrealista. Trago saliva antes de hablar.—Ir a verte.—Pues estás de suerte porque yo estoy aquí por lo mismo. —En su bocase dibuja una media sonrisa.—Aiden, yo.... —empiezo a decir dubitativa, pues no sé muy bien cómoencarar esta conversación. Tenía planeado ensayar mi discurso durante eltrayecto en taxi.—He leído tu columna —dice él a bocajarro.—Oh. —De repente, me siento expuesta y vulnerable. No creí que fueraa leerlo. Él nunca lee este tipo de revistas.—¿Por qué no me lo dijiste? —Sus ojos escudriñan los míos con talintensidad que temo perderme en el mar azul de su mirada.Me muerdo el labio con indecisión y rehúyo su mirada unos segundosintentando imbuirme de nuevo de la valentía de la lectora que me ha escrito.Sin embargo, no es su valentía la que encuentro, sino la mía.—Porque tenía miedo, Aiden. Esa es la verdad. Tenía miedo de que merechazaras por no ser una mujer completa, por no poder ofrecerte eso que túansías. Si nos conocimos, si llegamos a conectar, fue amparados por elmismo deseo de ser padres. Pero yo ya no puedo ayudarte a realizar tusueño. No quería que te conformaras conmigo cuando podías ser feliz concualquier otra.Su ceño se frunce con gravedad.—Todo tu discurso es absurdo, Lucy. —Niega con la cabeza—. Paraempezar, sí eres una mujer completa. La capacidad de quedarte embarazadano te convierte en más o menos mujer. Por otra parte, mi deseo de ser padreno es incompatible con mi deseo de estar contigo. De hecho, tu plan tienefugas, pues no voy a conformarme contigo, quiero estar contigo, que esdistinto. Por último, hay mucha manera de convertirnos en padres. Lasangre no hace la familia, la hace el amor, el compromiso y las ganas. Y deamor, compromiso y ganas vamos sobrados.Sus palabras son un bálsamo para mi corazón herido. Los ojos se mehumedecen.—¿Y Celine? —pregunto de pronto, acordándome de la foto que me haensañado Sasha.Aiden parpadea, confuso.—¿Qué pasa con ella?—He visto la foto de vuestro beso, y no te culpo, es decir, no estamosjuntos, no te estoy pidiendo explicaciones, pero...Aiden coloca un dedo sobre mis labios para hacerme callar.—Celine es historia. Quiero estar contigo, Lucy. —Coge mi mano y lacoloca sobre su pecho—. ¿Es qué no lo entiendes? Soy tuyo. Solo tuyo.Un millón de mariposas vuelan dentro de mi estómago haciéndomelevitar de felicidad.—Aiden.—¿Qué?—¿A qué esperas para besarme?Mis palabras le hacen sonreír de medio lado. Acorta la distancia que nossepara, enmarca mi rostro con sus manos y me besa como si el mundoentero se concentrara en nuestros labios. El ruido de los coches, de la gente,de los vendedores ambulantes y del barullo de la ciudad desaparecen coneste beso. Solo existimos nosotros dos. La cadencia de nuestrasrespiraciones. El movimiento de nuestros labios rozándose. La suavidad desu lengua deslizándose dentro de mi boca para buscar la mía.La necesidad.El hambre.Las ganas.—¿Nos vamos? —pregunta cuando el beso se vuelve tan exigente que laropa nos sobra.Me río contra su boca y asiento, a sabiendas que, ahora, con Aiden,pegar los pedazos rotos de mis sueños y reconvertirlos será mucho mássencillo.

Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora