Lucy
Llego a la redacción de Pink Ladies, la revista femenina para la que trabajo, con la ansiedad aposentada en mi estómago. Desde la reunión de ayer en la agencia de copaternidad, me siento intranquila. Sé que he hecho bien rechazando a Aiden MacKinnon, sin embargo, una parte de mí no deja de dar vueltas a lo que hubiera ocurrido si hubiera aceptado su proposición. Es una realidad alternativa atrayente, no voy a negarlo, pero no es la realidad que quiero para mí.
He crecido en un pueblo pequeño de Connecticut, cerca de Hartford, uno de esos pueblos donde todos se conocen y todo lo que haces y dices puede acabar publicado en la página web del diario local. Mi padre es profesor de matemáticas en el instituto del pueblo y mamá murió muy joven a causa de un cáncer con mal pronóstico. He tenido una vida sencilla, sin grandes lujos, pues en casa solo entraba un sueldo. Para ir a la universidad tuve que pedir un préstamo de estudiantes que aún estoy pagando y vivir en Manhattan es la culminación de años y años de trabajo y esfuerzo desmedido. Obviamente espero que mis hijos tengan una infancia más acomodada que la mía, pero una cosa es aspirar a poder pagarles un coche o la matrícula de la universidad y otra, bien distinta, tener una vida de lujos y excesos como la que tienen los MacKinnon.
No me parece razonable que dos personas de niveles adquisitivos tan distintos como nosotros inicien una relación de copaternidad porque no tengo ni idea de cómo pueden encajar dos mundos tan distintos en la vida de un bebé. Yo vivo en un apartamento pequeño de dos habitaciones en el West Village, y sé que Aiden tiene un ático con vistas a Central Park en La Quinta Avenida. Yo me compro la ropa en outlets y tiendas de ocasión y Aiden acude a un sastre que le hace la ropa a medida. Yo gano lo suficiente para pagar el alquiler, los gastos y ahorrar un poco, y Aiden gana millones de dólares al año en su bufete de abogados. Yo hace años que no me marcho de la ciudad durante las vacaciones para no despilfarrar dinero, Aiden tiene un jet privado que le llevaba donde quiere. Nunca me he considerado una clasista, pero me estoy comportando como tal porque no veo factible que podamos tener un hijo juntos.
A él le dije ayer que mi negativa se debía a su estilo de vida, y en cierta manera eso también ha influido en mi decisión, pero no es el único motivo. Yo no puedo ofrecerle a mi hijo las facilidades que él sí, ¿cómo se supone que vamos a correr con los gastos a medias? Yo no podría costear un colegio privado con cuotas de seis cifras mensuales como al que asistió Aiden de niño. ¡Es absurdo!
Abandono esta línea de pensamientos y entro en el vestíbulo de la redacción de Pink Ladies. La revista está situada en un rascacielos, en Chelsea, y sus oficinas están conformadas por un espacio amplio y diáfano lleno de mesas donde los redactores trabajamos codo con codo. Solo Avery Keaton, la redactora jefa de la revista, tiene su propio despacho.
Llevo trabajando en Pink Ladies cuatro años y me va muy bien. Me gusta el modelo de mujer empoderada e independiente que vende la revista. Me siento cómoda con su filosofía y Avery me da alas para escribir sobre lo que quiera.
Hoy he llegado a la revista media hora antes de lo habitual y, tras saludar a Hannah, la recepcionista, voy directa a la sala del descanso donde he quedado con Chloe, mi mejor amiga en la ciudad desde que ambas entramos como becarias, yo en el puesto de redactora y ella en el puesto de estilista. Cuando llego, Chloe ya está esperando y, como siempre, siento verdadera envidia al verla. Chloe es una chica imponente, no solo porque sea atractiva, que lo es, sino también porque tiene mucha personalidad. Tiene el pelo corto hasta la mandíbula, un flequillo estilo cleopatra y siempre va con los labios pintados de rojo. Hoy se ha puesto un pantalón negro ceñido, una blusa blanca oversize y un pañuelo estampado de print animal en el cuello.
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Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...