Lucy
La noticia que nos da Will cae como una bomba sobre nosotros. De repente,la burbuja en la que nos habíamos instalado desaparece y nos devuelve a larealidad bulliciosa de la fiesta. Regresa la música y el sonido que hace lagente a nuestro alrededor al hablar, reír y moverse.—¿Habéis llamado a la policía? —pregunta Aiden.—Sí, Layla lo hizo nada más descubrir que no estaba en su cuarto.—Bien, ¿cuál es el plan?Sin recordar que estoy a su lado, Aiden se pone en marcha, caminandoen dirección a la salida junto a sus hermanos. Yo les sigo, básicamenteporque quedarme sola en una fiesta cuya gente no conozco es algo que nocontemplo. Mientras caminamos hacia los ascensores escucho lo que diceWill:—Ya hay varias patrullas de policía buscándola. También hemos avisadode su desaparición a los hospitales de la zona—Al decir eso su voz seestrangula—. Yo me iré para casa por si regresa.—Nosotros saldremos a buscarla —interviene Oliver, refiriéndose aAiden, Jayce y a él mismo—. No ha podido irse muy lejos. Además, espequeña, si ronda sola por la calle rápidamente llamará la atención dealguien.—De acuerdo —dice Will a la vez que entramos, todos en manada, enuno de los ascensores.—¿Y habéis buscado en todos los sitios posibles a los que pueda haberido? La casa de una amiga o de algún familiar, por ejemplo —pregunto yo,intentando aportar algo de información útil.La mirada de Will, cargada de ira, se centra en mí.—¿Cómo no se nos había ocurrido eso antes? Gracias, Lucy, por tugrandilocuente contribución. —Resopla y yo siento un dolor punzante en elpecho. Tras mirarme una última vez con la rabia contenida, sus ojos se fijanen Aiden—. No debería estar aquí. Trabaja en una revista de cotilleos,joder, mañana por la mañana la noticia de que Faith se ha escapado de casaacaparará titulares.Cojo aire, intentando controlar las lágrimas de humillación que seagolpan tras mis ojos. Sé que en este momento Will es un padre sufriendo yque, por tanto, su humanidad ha quedado relegada a un segundo plano, perosu forma de dirigirse a mí escuece.—Will, joder, no le hables así, ella solo intentaba ayudar —me defiendeAiden—. Además, no publicará nada de esto. —Me mira buscando en misojos la comprobación de esta afirmación. Yo niego con la cabeza. Porsupuesto que no publicaré nada de esto, ¿por quién me han tomado?Will no parece pensar lo mismo.—¿Y tú cómo lo sabes? —insiste.—Venga, tío, deja de comportarte como un capullo —interviene Oliver—. No pagues con Lucy tu frustración.—Lo sé porque confío en ella, ¿vale? —responde Aiden a la pregunta deWill. Y sus palabras son como un bálsamo para mí, porque sé que encierranen ellas un mundo de significado.El ascensor llega al vestíbulo del hotel, donde recogemos nuestraspertenencias, y salimos al exterior. Me pongo el abrigo a toda prisa, pues elfrío de la noche se me cala en los huesos.Los hermanos se dispersan y Aiden y yo nos quedamos solos. Él memira dubitativo, supongo que preguntándose qué hacer conmigo. Es unhombre educado, un gentleman como los de antes, por eso, no quieredecirme de forma clara que no puede acompañarme de regreso a casa. Peroeso no es tampoco lo que yo quiero.—¿Puedo ir contigo? Me gustaría ayudar a encontrar a Faith.Aiden asiente. Parece agradecido.Un hombre uniformado tarda unos cinco minutos en traer su Maserati.Subimos al vehículo y emprendemos el camino. Me explica que quierebuscar a Faith por los alrededores de su casa, porque no cree que hayapodido llegar muy lejos.—Sé que probablemente este no sea el mejor momento para preguntarteesto, pero ¿por qué me odia Will?Aiden parece sorprendido con mi pregunta. Se detiene en un semáforo yme mira de soslayo. Sé que está nervioso por Faith, pues no deja de golpearel volante con los dedos.—Will no te odia, ¿de dónde has sacado eso? —El semáforo se poneverde y acelera a toda prisa.—Lo he deducido por su forma de tratarme.—Él no te odia—repite—, simplemente no está de acuerdo con lo quevamos a hacer.—¿No quiere que tengamos un hijo juntos?Aiden asiente sin apartar sus ojos de la carretera.—Bueno, como ya sabrás, Will no está pasando por un buen momentopersonal. Él y Layla van a divorciarse y Faith está sufriendo mucho con laseparación. Will no entiende por qué nosotros vamos a embarcarnos en lacrianza de un bebé en una situación que, según él, es más complicada que lasuya. Will está seguro de que vamos a traer al mundo a un niño que seráinfeliz por tener a unos padres que no están juntos.—Pero eso es absurdo —digo yo—. Lo nuestro no tiene nada que vercon su situación. Además, el concepto de familia hoy en día es muyflexible. Hay millones de niños con padres divorciados o que pertenecen afamilias monoparentales.—Lo sé, supongo que por mucho que intente hacerse el fuerte, estásufriendo mucho con lo de Layla. En parte también por lo que ocurrió connuestra madre.Le miro sorprendida, porque ese es un tema del que no hemos habladotodavía. Todo el mundo sabe que la esposa de Andrew MacKinnon loabandonó poco después de tener a su último hijo, pero el motivo no hatrascendido.—Ella se marchó cuando erais muy pequeños, ¿verdad?Aiden asiente, despacio.—Todos sufrimos mucho con su marcha, pero Will más que los demás.Él tenía una relación muy especial con nuestra madre. Descubrir que eradesgraciada en su papel de madre y esposa, que necesitaba abandonarnospara encontrar su propia felicidad... fue muy duro. Will estuvo años yendoa terapia por eso —explica Aiden.Yo intento gestionar toda la información recibida.—No lo entiendo, ¿se marchó porque no era feliz?—Se marchó porque, al convertirse en una MacKinnon, renunció a símisma. —Se encoge de hombros—. La maternidad puede ser muy esclava,sobre todo si para ello dejas de lado todas tus aspiraciones, tanto personalescomo profesionales. Papá trabajaba muchas horas y prácticamente nos crioella sola. Llegó un punto en el que ya no pudo más, metió sus cosas en unamaleta y se marchó.—Es... horrible —digo yo poniéndome en el lugar de todos losimplicados. De inmediato soy consciente de la complejidad de la situación—. ¿Y no encontró otra alternativa? Cuando quieres a alguien siemprebuscas la manera de quedarte.—Supongo que el amor no lo puede todo. —Se encoge de hombros y yono insisto en seguir hablando de este tema a pesar de la curiosidad quedespierta en mí. Tenemos otra cuestión más importante entre manos.—Esta es la calle donde vive Layla. —Aiden aminora el paso y mira aun lado y a otro con actitud concentrada.—¿Crees que seguirá por aquí?—Tiene ocho años, no creo que haya podido ir muy lejos.Intento agudizar mi visión, pero las calles están vacías. Es un barrioresidencial. Esta parte de la ciudad parece dormida en comparación a lazona de dónde venimos.Nos pasamos media hora dando vueltas con el coche sin resultado.—¿Dónde se debe haber metido? —gruñe Aiden. Las facciones de surostro se tensan en una expresión a medio camino entre el cansancio y lapreocupación.Yo intento ponerme en el lugar de Faith. ¿Dónde iría una niña dolida porla separación inminente de sus padres?—¿Hay algún lugar simbólico para Will y Layla?Aiden me mira de soslayo.—¿A qué te refieres?—No sé, algún sitio especial que Faith relacione con ellos dos.Aiden mira la carretera en silencio unos segundos y, de pronto, detiene elcoche y golpea el volante.—Mierda, ya sé dónde está.—¿Dónde?—En el puente de Brooklyn.Da un volantazo y cambia la dirección del vehículo. De camino, mecuenta la historia que tiene ese puente para ellos.—Fue allí donde Will le pidió matrimonio a Layla. Y fue allí dondeLayla le dijo a Will que estaba embarazada. Muchos fines de semana ibanlos tres a pasear por ese puente.Poco después, aparcamos el coche cerca de nuestro objetivo y nosdirigimos hacia allí con paso rápido. Nos adentramos unos metros hacia elinterior de la zona peatonal del puente y tardamos pocos minutos endistinguir la pequeña silueta de Faith sentada en uno de los bancos que haya lado y lado. Tiene la mirada perdida en las manos que descansan sobre suregazo. Cuando llegamos hasta ella, Aiden se sienta a su lado y es entoncescuando Faith repara en su presencia.—¡Tío Aiden!Aiden la abraza y la pequeña se deja hacer. Sus lágrimas caen por susmejillas y él la arrulla con cariño.—Pequeña, nos tenías muy preocupados.—Papá y mamá van a divorciarse. —Su voz suena temblorosa y Aidenpasa un pulgar por sus ojos, limpiando las lágrimas con mimo.—Lo sé.—No quiero que se divorcien, Aiden. —Su voz se rompe y Aiden laarrulla de nuevo.—Eso también lo sé, cielo. Pero a veces lo que nosotros queremos no esposible. Además, el hecho de que vayan a divorciarse no va a cambiar nadaentre vosotros. Seguiréis siendo una familia. Tus padres seguiránqueriéndote.—¿Por qué la gente deja de quererse? —pregunta.Aiden tarda unos segundos en responder. Parece reflexionar la respuesta.—No existe un motivo concreto, cariño, simplemente el amor es unsentimiento vivo y, como tal, cambia con el tiempo.Faith no dice nada, se limita a llorar en silencio, Aiden acompaña supesar. No he pasado por su situación. Mamá murió cuando yo era muypequeña, pero puedo empatizar con sus miedos. Cuando tu mundo sedesmorona, las dudas nos acechan. Por suerte, los niños se adaptan rápido alas nuevas situaciones. Son resilientes. Muchos adultos deberíamosaprender de ellos en este sentido.Cuando el llanto se desvanece, Aiden convence a Faith para que nosacompañe hasta el coche. Nos dirigimos hacia su casa. Yo me quedo en elcoche mientras Aiden la entrega a sus padres que, desde la distancia, llorande puro alivio.Regresa al coche minutos después.—Menuda noche —dice anudándose el cinturón—. Siento que las cosasno hayan salido como esperábamos.—No importa. —Me encojo de hombros y sonrío—. Me alegro de quehayamos encontrado a Faith.—Y ha sido gracias a ti. Tu comentario ha sido la pista definitiva quenecesitaba para saber dónde podía estar.—Pura intuición —confieso.Aunque le digo a Aiden que no hace falta que me lleve a casa, que puedocoger un taxi, él insiste en acompañarme. Hacemos el trayecto en silencio.Se nota que la tensión acumulada por la desaparición de Faith hadesaparecido de su cuerpo. Ahora parece flácido y agotado, como si acabarade regresar de hacer un ochomil. A pesar de todo, el silencio no esincómodo, y la música que nos acompaña, melódica, calmada, hace que elmomento sea muy agradable.Llegamos a mi edificio y Aiden aparca frente a la puerta.—Bueno... —susurra con una sonrisa bailándole en los labios—. Puesya estamos aquí.—Eso parece.Nos miramos unos segundos en silencio. Supongo que, después de todo,ambos recordamos el motivo por el que hemos quedado hoy.—Respecto a nuestra conversación pendiente...—Creo que podríamos intentarlo —respondo de pronto,interrumpiéndolo.Aiden me mira con los ojos entornados.—¿Te refieres a...?—A procrear de forma natural —especifico.Los labios de Aiden se tuercen de una forma tan seductora que consigueacelerarme el pulso. Sus ojos se oscurecen.—Voy a conseguir que valga la pena, te lo prometo —asegura en unsusurro, con la voz ronca.Yo aparto la mirada. De repente, me siento muy incómoda.Bueno, miento. No me siento incómoda. Me siento excitada. Muyexcitada. Y la culpa de mi excitación es la forma en la que Aiden me mira,como si estuviera desnuda.—Ya hablaremos de los detalles en otro momento, ¿de acuerdo? —digo,agarrando el asidero del coche. Antes de que pueda abrir la puerta, Aidenaferra mi brazo izquierdo, tira de él con suavidad y me obliga a mirarle.Nuestras miradas conectan y estamos tan cerca el uno del otro que suolor inunda mis fosas nasales. Huele a perfume caro. A perfume caro y a él.—Me gustaría probar una cosa, ¿puedo? —pregunta interrogándome conlas cejas alzadas.Tras el consentimiento que doy con un movimiento de cabeza, Aidenroza mi barbilla con sus dedos y me besa. Sus labios suaves acarician losmíos y nuestras bocas encajan de una forma perfecta. Gimo cuando muevelentamente los labios para acomodarlos mejor. Y abro la boca cuando lapunta de su lengua me pide permiso para pasar. Oh, Dios, ¡qué beso! Nuncaantes me habían besado así. Tengo la sensación de que todo mi cuerporeacciona con este beso. Mi sistema nervioso se agita, mi sexo hormiguea,mis pezones se endurecen y mis neuronas colapsan.La lengua de Aiden es exigente, caliente y firme. Besa como deberíanbesar los hombres destinados a cambiarte la vida. Y yo me dejo llevar. Ledevuelvo el beso y el mundo deja de existir para lanzarme directa a unmundo de sensaciones.Es Aiden quien termina el beso. Lo hace con una sonrisa en los labios.Yo lo miro embobada, con la sensación de que un agujero negro acaba detragarme y escupirme en un mundo paralelo donde solo existimos nosotrosdos.—Emmm... ¿qué acaba de pasar? —pregunto quedando probablementecomo la mayor idiota del mundo entero.—Que te he besado —responde él sin dejar de sonreír.—Pero ¿por qué?Aiden ríe, de una forma que su tórax se mueve acompañando su risa.—Dicen que la mejor forma de saber cómo va a ser el sexo con unapersona es con un beso. Un buen beso augura un buen sexo. —Enrojezco ala misma velocidad que la sonrisa de Aiden se ensancha más y más—. Ynena, creo que vamos a tener el mejor sexo de todos los tiempos.Y con esta premisa, nos despedimos.
ESTÁS LEYENDO
Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...