Lucy
Dos semanas es lo que tardamos Aiden y yo en cerrar todas las cláusulasreferentes al contrato que debemos firmar para iniciar la relación decopaternidad. Algunas de las consideraciones que hemos incluido son lassiguientes:Vamos a alquilar una casa que se convertirá en lo quecoloquialmente se conoce como «casa nido». Al principio Aideninsistió en que aprovechásemos su piso que es grande y cabemostodos sin problemas, pero a mí no me parecía ético dadas lascircunstancias. Al final, después de mucho discutir sobre eltema, ha accedido a que paguemos el alquiler de una viviendanueva ajustada a nuestras necesidades y a mis honorarios.Durante los primeros años viviremos todos juntos y a partir decierta edad (la edad está aún está por determinar), nos iremosrotando, semana uno, semana el otro, pero siempre en la mismacasa para que crezca en un hogar que sienta propio.La crianza del niño o niña será una obligación compartida y elpeso de la misma recaerá en los dos.Queda totalmente prohibido presentar parejas excepto en el casode que se trate de una relación estable y con vistas de futuro.Además, antes deberemos informar al otro y decidir de formaconjunta la mejor manera de proceder.Todas las decisiones que se tomen respecto al futuro de nuestrohijo deben ser consensuadas por ambas partes. En el caso de quehaya algún desacuerdo deberá buscarse un punto medio entreambas posturas.Son cosas bastante lógicas, pero como dice Aiden, que es abogado, esmejor dejarlo todo por escrito. De esta manera, en caso de duda, solo hayque consultar lo acordado.Firmamos el contrato en la agencia de copaternidad el lunes, y hoy,viernes, tenemos la primera visita informativa en la clínica de reproducciónasistida.Estoy nerviosa. Estoy tan nerviosa que cuando Avery me pide que vaya asu despacho me tropiezo, de camino, con mis propios pies, ganándome unresoplido de Sasha, que desde que conseguí el reportaje de los hermanosMacKinnon me odia más que nunca.—Avery, ¿querías verme? —pregunto entrando en su despacho yocupando la silla que hay frente su escritorio.—Sí, quería preguntarte cómo llevas la búsqueda de título para tucolumna mensual.Sonrío y asiento. Desde que Avery me premió con una columna propiaen la revista, he estado buscando un título que englobe todo lo que quieroexplicar en ella. La verdad es que me ha costado mucho decidirme, peroahora lo tengo claro.—Desde Manhattan con amor —le digo emocionada.Ella asiente lentamente, como si estuviera paladeando imaginariamenteel título.—Me gusta, tiene gancho —admite ella con las cejas alzadas con interés—. ¿Y cómo quieres enfocar la columna? ¿De qué hablarás en ella?—Había pensado que fuera algo desenfadado, con un toque de humor, yasabes, los errores y aciertos de una casi treintañera que vive en Manhattan.—Muy a lo Carrie Bradshow. Creo que puede funcionar. —Me guiña unojo, saca algo del primer cajón de su escritorio y me lo tiende. Suelto ungritito lleno de emoción. Es una copia de la revista del próximo mes con elreportaje que escribí de los hermanos MacKinnon. De hecho, la portada estácompuesta por una foto suya a todo color con el titular: «Los highlanders deNueva York al desnudo»—. La distribuiremos el lunes, pero creo que temereces una copia. Va a ser todo un éxito. Enhorabuena.
***
Cuando llego a la clínica de fertilidad, a las cinco en punto, Aiden ya estáesperando de pie frente a la puerta. Sonríe de medio lado a medida que meacerco a él y yo ignoro la forma en la que mi pulso se acelera cuando lotengo delante y su perfume caro, que lo acompaña siempre, me envuelve.Lleva un abrigo de paño negro sobre un traje de color gris oscuro. Sus ojosazules me sonríen a la vez que se curvan sus labios.—¿Preparada? —pregunta.—Preparada. —Asiento y juntos accedemos al interior del edificio.Los nervios trepan por mi tripa cuando subimos a la planta indicada yuna recepcionista nos acompaña hasta la sala de espera. Los únicosintegrantes de dicha sala es una pareja de mediana edad cuyas miradascargadas de amor y complicidad me genera inmediatamente mucha ternura.Ella acaricia su barriga con mimo y él posa su mano sobre la de ella en ungesto de protección adorable. Una parte de mí siente un poco de envidiaante esta imagen, pues es algo que nosotros no viviremos. No habránmiradas de amor y complicidad, ni dedos entrelazados sobre mi barriga. Lonuestro es otra cosa.No sé cuánto tiempo permanecemos en esta sala, solo sé que cuando pormegafonía mencionan mi nombre, los nervios han conseguido dominar cadapartícula de mi ser. A mi lado, Aiden ha intentado relajarme dándomeconversación, pero no sirve de nada.La consulta dura una hora y, tal como nos habían dicho, es meramenteinformativa. En ella, una señora muy amable, nos explica de forma extensatodas las opciones que tenemos para llevar a cabo un embarazo exitoso. Alterminar, nos da un montón de folletos y papeles para que los estudiemoscon atención antes de decidirnos. En la próxima visita, dentro de dossemanas, debemos decirle que técnica de reproducción asistida escogemos.Además, nos ha recomendado hacer varias pruebas para determinar que notenemos ningún problema de fertilidad.Tanta información me deja con la cabeza embotada, así que cuandoAiden propone tomar algo en una cafetería cercana, acepto sin pensármelodemasiado. La cafetería es pequeña, de diseño coqueto, con mobiliariovintage y una carta pequeña pero atractiva para personas ansiosas por eldulce como lo soy yo en este momento. Necesito café, y un trozo enorme detarta, así que lo pido en contrapunto al café solo que pide Aiden.Nos tomamos lo que hemos pedido mientras miramos los folletos yhablamos sobre las distintas opciones que nos han propuesto.—Supongo que en nuestro caso la Inseminación artificial es la opciónideal —digo yo leyendo por encima el texto que acompaña el folleto encuestión. Las demás opciones son indicadas sobre todo en los casos de queexistan problemas de fertilidad.—Supongo —admite él, aunque parece contrariado—. Según leo aquítratan la muestra de semen en un laboratorio para aumentar el potencial delos espermatozoides, ¿qué demonios significa eso?—No tengo ni idea, pero a mí me suena bien. —Me encojo de hombros.—Mis soldaditos funcionan perfectamente, no necesitan ser potenciados.No puedo evitar reírme.—Tu virilidad no se verá afectada por esto, MacKinnon. Además, no sépor qué te quejas tanto, tú solo tendrás que pajearte y rellenar un botecito.Yo tendré que hormonarme y dejar que me introduzcan tus soldaditos en mizona privada.—Debería haber una alternativa más fácil para todo esto. —Se cruza debrazos, con expresión seria, y apoya la espalda en el respaldo de la silla.—La hay: se le llama sexo —bromeo.Pero mi comentario no causa una sonrisa que es lo que pretendo, alcontrario, sus ojos reflexivos son sacudidos por un pensamiento fugaz y sefijan en mí como si me vieran por primera vez en toda la tarde.—Tienes razón —musita. Se lleva un dedo a los labios y da golpecitossobre ellos con el dedo índice, sin dejar de mirarme con una intensidad queme quema.—¿En qué tengo razón?—En que para engendrar un bebé solo hay que practicar sexo.Una arruga de confusión se dibuja en mi frente.—¿Acabas de descubrir que los bebés ni vienen de París ni los traen lascigüeñas?—Lo que quiero decir es que no necesitamos pasar por todo esto. —Señala los folletos—. Podemos usar el método tradicional.Parpadeo, intentando digerir lo que me está proponiendo. ¿Quiere quemantengamos relaciones sexuales para tener al bebé?¿Es que se ha vuelto loco?—Estás de coña, ¿verdad?—Venga, Lucy, piénsalo. Somos dos personas jóvenes y fértiles, no serádifícil conseguirlo por nuestros medios sin necesidad de que trasteen missoldaditos ni los introduzcan de forma artificial dentro de ti.—Aiden, creo que estás perdiendo la perspectiva de las cosas. ¿Eresconsciente de lo que implicaría que tú y yo... —bajo la voz de golpe,dándome cuenta de que la estaba alzando sin querer— nos acostemos?Para mi sorpresa, mi pregunta le divierte. Lo veo en las pequeñas arrugasque se forman alrededor de sus ojos.—Según mi experiencia, implicaría diversión y placer a partes iguales.Estoy segura de que ahora mismo debo tener las mejillas tan rojas comoel vestido que he elegido para la ocasión. Las orejas me arden.—No me refiero a eso, sabes perfectamente lo que quiero decir. El sexolo complicaría todo.—Pero ¿por qué? Somos dos personas adultas y maduras y el sexo essolo eso, sexo.—Aiden...—Y a mí se me da especialmente bien. Conseguiría que te corrierascomo nunca en tu vida.Ay Dios. Un latigazo me vibra dentro de las braguitas con sus palabras.La mirada de Aiden se ha oscurecido y el azul cielo de sus ojos se convierteen cielo nocturno.Es fácil dejar que la mente se llene de imágenes de nosotros dos sudandojuntos en una misma cama. El chasquido de nuestros cuerpos chocando.Nuestras bocas buscándose. Nuestros sexos encajando. Son solo unossegundos los que dejo volar la imaginación, pero estos segundos sonsuficientes para que mi sexo se humedezca y palpite con ganas de hacerrealidad la fantasía.Sacudo la cabeza intentando apartar bien lejos esos pensamientoslibidinosos y me centro en el ahora. Por la forma en la que Aiden me mira,estoy convencido de que también ha estado perdido unos segundos enimágenes muy parecidas a las mías.—No quiero seguir hablando de esto. ¿Podemos volver a terreno seguro?Aiden parece decepcionado con mis palabras, pero asiente. Vuelvo acoger el folleto e intento encaminar de nuevo la conversación hacia lainseminación artificial pero el ambiente se ha enrarecido. Es denso,palpable. Intento relajarlo mostrándole el ejemplar de la revista en la quesale el reportaje como primicia, pero tampoco sirve de mucho Y él debehaberse dado cuenta porque propone marcharnos con la excusa de que tienetrabajo.A pesar de todo, insiste en acompañarme en coche hasta casa.Aparca en doble fila y, antes de que pueda abrir la puerta y marcharme,coloca su mano sobre la mía.—Siento haberte hecho sentir incómoda, no era mi intención.—No te preocupes, ya está olvidado.Aiden asiente, suelta mi mano y aprovecho para salir del coche.Subiendo los escalones que llevan hasta el portal de mi edificio solopuedo pensar en una cosa: en las ganas que tengo de ponerme el pijama,tumbarme en la cama y olvidarme de los pensamientos impuros que, desdehace un rato, invaden mi cabeza sin mi permiso.
***
Horas más tarde, me despierto con la frente perlada de sudor y larespiración agitada. Ay, Dios. ¡Ay Dios! Acabo de tener el sueño mástórrido de mi vida. Intento recuperar la capacidad normal de mis pulmonesmientras mi mente se llena de las imágenes creadas por mi subconscientedurante el sueño. Mis uñas arañando su espalda. Sus dientes mordiendo milabio inferior. Sus dedos largos clavándose en la carne de mi trasero parapenetrarme más fuerte mientras monto cuál amazona sobre él.Con el pulso acelerado, salto de la cama y me dirijo al baño. Me refrescola cara y estudio mi rostro en el espejo. Estoy sonrosada y tengo los ojosvidriosos. Y no sé por qué, pero, de repente, el enfado se apodera de mí.Estoy enfadada: conmigo, con Aiden, con ambos, pero sobre todo con élpor haber pervertido mi mente. Supongo que, por eso, no lo pienso muchocuando cojo el móvil y marco su número.Me responde al quinto tono, con la voz pastosa y un sonidoindescifrable.—Sería una locura, Aiden. Una locura.Otro sonido adormilado me llega desde el otro lado del hilo telefónico.—Perdón, ¿quién eres? —Su voz suena confusa, como si realmente aúnestuviera sumido entre la neblina del sueño.—Lucy. Soy Lucy. La Lucy a la que has propuesto follar esta tarde.—Ehhhh... Vale, espera. —Oigo el ruido de las sábanas al ser apartadasde su cuerpo, y mi mente, que parece haber alcanzado una dimensióndesconocida en imaginar cosas turbias, imagina su imponente cuerpodesnudo—. Ya está, he salido a la terraza para ver si la brisa nocturnaneoyorquina me espabila un poco, porque, como habrás adivinado, estabadurmiendo.—Siento llamarte a estas horas, pero la culpa es tuya por aparecerte enmi sueño.—¿Has soñado conmigo? —pregunta en tono jocoso.—No, tú has aparecido en mi sueño, que es distinto.Suelta una carcajada y me imagino una sonrisa ladeada dibujada en suslabios.—Ajá. ¿Y hacíamos cosas malas en ese sueño?—Los detalles mejor me los ahorro —digo con las mejillas arreboladas—. La cuestión es que has aparecido en mis sueños, me has jodido eldescanso y eso es inadmisible. —Hago un mohín, a pesar de saber que él nopuede verlo—. Lo que has propuesto esta tarde es una locura. Una auténticalocura, Aiden.—¿Cuando hablas de lo que te he propuesto esta tarde te refieres a....?—deja la pregunta al aire.—A cuando me has propuesto que follemos —respondo, aunque él sabeperfectamente que me refiero a esto.—En realidad, te he propuesto que procreemos —matiza.—Llámalo como quieras, es lo mismo. Tu pene entraría en contacto conmi vagina, ¿verdad?—Técnicamente, sí, pero habría una intencionalidad en ese contacto.Mierda. Como se nota que es abogado y que sabe argumentar.—La inseminación artificial es una opción aceptable, Aiden.—En ningún momento he dicho lo contrario. —Parece cansado—.¿Podemos dejar esta conversación para mañana? Tengo una reunión con uncliente a primera hora y me gustaría despertarme antes para correr.—Sí, si, claro.—Tengo un día bastante complicado, pero podemos quedar para cenar,¿te parece bien? Creo que hablar las cosas cara a cara lo hará todo mássencillo.—De acuerdo, sí, sin problema.—Bien, entonces... —hace una breve pausa—. Oh, mierda, espera,mañana por la noche tengo que acudir a una gala benéfica. Joder, con lo queodio yo estas cosas.—No pasa nada —digo restándole importancia—. Podemos quedar eldomingo, o el lunes. No corre prisa.—O mejor aún, ¿por qué no me acompañas?Parpadeo. ¿Qué?—¿Quieres que vaya contigo a una gala benéfica?—Será un coñazo y puedo llevar acompañante. Si vienes conmigoevitarás que muera de aburrimiento.—Oye, ¡que no soy un mono de feria!—Lo sé, hasta donde he visto, no tienes cola ni pelo en el pecho —bromea.—No creo que sea buena idea aparecer contigo en un acto público, daríalugar a malentendidos.—Venga, mujer, acudirías en calidad de amiga, además, sería una buenaocasión para aclarar el embrollo mental que te has montado.Pienso en ello. Nunca he estado en una gala benéfica y no es algo queme apetezca especialmente, pero... pero sí, necesito dejar cerrado el asuntode la procreación, está claro que está matando mis neuronas.—Vale, está bien, iré.—Genial. Te pasaré a buscar a las siete. Intenta ser puntual, ¿vale?—Siempre lo soy —digo, porque sí, odio la impuntualidad.—Estupendo. Pues te dejo, ¿vale? Necesito dormir.—Ok. Descansa, y no vuelvas a aparecer en mis sueños, ¿eh?Se ríe.—Lo intentaré, pero no prometo nada, en todo caso, te garantizo que siaparezco en ellos será solo para hacerte disfrutar. —Aunque no lo veo,adivino una sonrisa—. Buenas noches, Lucy.—Buenas noches, Aiden.Cuelga y yo me quedo con una sonrisa tonta dibujada en los labios.Esta noche creo que sacaré del cajón de la mesita de noche mi satisfyer.Hay mucho deseo reprimido que soltar.
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Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...