Conociendo a su familia

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Lucy

 De todas las opciones posibles, nunca me imaginé que Aiden me llevaría acenar con su familia. Las rodillas se me aflojan y un sudor frío recorre miespina dorsal.—No creo que esto sea una buena idea —digo subiendo tras él losescalones del porche de la casa.—¿Por qué no?—Porque no conozco a tu familia y esto va a ser muy incómodo.—A mis hermanos los conoces del otro día, y tanto mi padre como miabuelo son extremadamente amables con las visitas. Además, les caerásbien.—¿Y cómo sabes tú eso? —Arrugo el morro.Aiden saca un manojo de llaves del bolsillo de su pantalón y mete una deellas en el cerrojo.—Porque eres como Gollum de El señor de los anillos.Lo miro estupefacta.—¿Acabas de compararme con el que probablemente sea el personajemás feo nunca inventado en la historia del cine?Aiden detiene sus movimientos, con la puerta a medio abrir, paramirarme de soslayo.—Gollum es adorable. Es imposible no cogerle cariño.—Ummmm... Creo que tenemos visiones opuestas sobre lo que nosresulta adorable. Un gato deshaciendo un ovillo es adorable. Un bebédurmiendo en su cunita es adorable. Un hombrecillo vestido con haraposcuya demencia es el eje central de su personaje, no es adorable.—Lo que hay que oír. —Aiden pone los ojos en blanco. Chasquea lalengua fingiendo indignación, acaba de abrir la puerta y me sugiere con ungesto que pase primero.Lo primero en lo que me fijo al entrar es la escalera situada a la derecha,que da acceso al primer piso. A la izquierda hay una zona diáfana dondecoexisten varios ambientes de la casa. Primero se encuentra una chimeneade leña con un sofá gris perla rinconero enfrentado, luego una mesaalargada ya preparada con platos y cubiertos, y, al fondo, la cocina, que esdonde se encuentran todos los presentes que charlan animadamente.Cocinando frente los fogones está Andrew MacKinnon, el padre de Aiden;lo reconozco por las fotos que he visto en Internet. Es alto, de espaldasanchas y tiene un bigote grande y espeso. Me recuerda mucho a TomSelleck, el actor que hacía de Richard, el novio oftalmólogo de Mónica, enFriends. A su lado, hay otro hombre, más mayor, con el pelo cubierto deblanco y unas pequeñas gafas redondeadas. A él también le reconozco. EsDuncan MacKinnon, el padre de Andrew y el fundador del bufete deabogados MacKinnon & Asociados. También localizo a Dean y Jayce,sentados en la barra americana, y a Oliver, que está de pie junto a ellos yque habla relajadamente con una chica rubia, que no reconozco, y que esguapísima. Solo falta William.—¿Claire? —Aiden mira a la chica con sorpresa—. ¿Qué haces tú aquí?La chica, Claire, lo mira con una expresión que es una mezcla dedisculpa y vergüenza.—Oliver me ha arrastrado hasta aquí en contra de mi voluntad.—La he encontrado hecha un mar de lágrimas en el cuartito de materialporque el idiota de su novio la ha dejado plantada en su aniversario.—No es un idiota, simplemente está muy ocupado.—No, querida, yo estoy muy ocupado siempre y nunca se me ocurriríadejar plantada a una mujer con la que salgo en un día especial.—Tú no sales con mujeres, te acuestas con ellas.—Lo que sea.Sigo la conversación un poco fuera de lugar. Aiden parece percatarse yhace las presentaciones oportunas.—Lucy, esta es Claire. Trabaja para nosotros.—¿También eres abogada? —pregunto estrechando la mano que metiende.—No, que va, soy secretaria —dice con una sonrisa—. La secretaria deOliver.—Oh...—La mejor secretaria del mundo —añade Oliver.Aiden sigue con las presentaciones.—A Oliver, Dean y Jayce ya los conoces. —A medida que dice susnombres, levantan la mano en un gesto de saludo—. Y esos de ahí, son mipadre y abuelo, Andrew y Duncan MacKinnon. Papá, abuelo, esta es laamiga de la que os hablé, Lucy Cooper.Me acerco a ellos y les doy la mano con educación. Andrew lleva undelantal de flores muy femenino que contrasta con sus facciones duras yvaroniles.—Encantada de conocerlos, señores MacKinnon.—Puedes llamarnos por nuestros nombres, cielo —dice Duncan, con unamedio sonrisa.—De acuerdo —acepto devolviéndole la sonrisa, aunque estoy muynerviosa. ¿Por qué demonios Aiden me ha traído hasta aquí sin decirmenada? Una necesita prepararse psicológicamente para algo así. Además, nosé qué debe haberles contado sobre mí. Hay tanta testosterona flotando en elaire que agradezco de inmediato la asistencia de Claire—. Huele muy bien,por cierto —digo, pues es cierto que un aroma delicioso nos envuelve.—Estoy haciendo pollo al horno con sidra y manzanas y patatasgratinadas —el orgulloso cocinero hace mención del menú de la cena.—Papá es un cocinero fantástico —afirma Jayce.—Sí, lástima que el resto de los MacKinnon no hayamos heredado sumaña para la cocina —añade Oliver con un mohín lastimero.—Eh, habla por ti —Aiden a mi lado se hincha como un pavo real—. Yono lo hago nada mal.—A cocer pasta y cocinar huevos fritos no se le puede llamar cocinar —le pincha Oliver.—Sé hacer mucho más que eso —dice, mirándome directamente, comosi creyera conveniente aclararme este punto—. Hago una lasaña parachuparse los dedos. Y ya no hablemos del risotto de verduras. Riquísimo.Quien lo prueba, siempre repite.Oliver, Jayce y Dean intercambian miradas escépticas, pero no locontradicen.Justo en este momento, se oye el sonido de la puerta de entrada y,segundos después, Will aparece acompañado de una niña de unos siete uocho años, de pelo rojo como el fuego y ojos claros, como los de su padre.Es Faith, su hija, lo sé porque cuando estuve preparando las preguntas parala entrevista del reportaje encontré fotos suyas en internet. Si en foto mepareció una niña preciosa, en carne y hueso parece un hada escapada dealgún bosque frondoso escocés, con su naricita respingona, sus ojos grandesy brillantes y su piel blanca como la porcelana. Me fijo en la expresión desu rostro. Parece triste, nostálgica.—Pero bueno, ¿hemos ampliado la familia? —pregunta Will, en un tonoáspero muy evidente mientras ayuda a Faith a quitarse el abrigo.—Un poco de compañía femenina no nos hará mal, hijo. Se echa demenos. —Andrew lanza a Will una mirada llena de intención y su expresiónavinagrada se acentúa un poco más. ¿Lo habrá dicho por su mujer? Sé queestán pasando por una crisis matrimonial, pero el hecho de que no loacompañe a esta cena es indicativo de que las cosas entre ellos no van bien.Sé que juzgarlo sin saber nada del asunto es muy atrevido por mi parte, peroes deformación profesional. No soy capaz de vivir situaciones sin sacarlespunta. Además, hay algo en la expresión entristecida de Faith que refuerzami teoría.Media hora más tarde, nos sentamos todos a cenar alrededor de la mesa.Yo ocupo una silla entre Aiden y Jayce. Además del pollo y las patatasgratinadas, también hay panecillos, ensalada, brócoli y guisantes. Los platosvan pasando de mano en mano mientras la conversación fluye. Se nota queson una familia bien avenida, que se conocen bien los unos a los otros y quehablan con naturalidad de todo. Supongo que trabajar juntos ayuda a tenertemas de conversación. Esto me recuerda a las cenas con mi padre. Papá yyo también tenemos una relación muy estrecha, nos lo contamos todo ytenemos complicidad. Dios, cuánto lo echo de menos. Tengo que ir a verlepronto.Estoy tan perdida en mis pensamientos que no soy consciente de que mehan preguntado algo hasta que oigo a Aiden decir mi nombre, cosa que medevuelve a la realidad.—¿Lucy? —Vuelve a llamarme, mirándome con atención—. Papá te hahecho una pregunta.Enrojezco cuando veo a todas las miradas puestas en mí. Miro a Andrewllena de culpa.—Oh, disculpad, solo estaba pensando en lo bien que os lleváis todos. Senota que tenéis confianza y eso siempre es bonito de ver, sobre todo en unafamilia tan grande como la vuestra.Andrew ríe y suelta unos manotazos al aire, como si espantara unamosca.—No te preocupes, solo te he preguntado cómo llevas el reportaje paratu revista.Así que Aiden les ha explicado que soy la redactora que escribe sobreellos en la revista. Bueno, mejor eso que decirles que soy el posible úteroque va a albergar a uno de sus nietos.—Lo llevo bien, de hecho, lo llevo tan bien que ya está terminado. Solofalta acabarlo de pulir.—Tengo ganas de leerlo, aunque voy a confesarte que también tengoalgo de miedo. Nunca sé qué esperar de estos mequetrefes —dice señalandoa sus hijos con un gesto algo desesperado.Rio divertida, estoy segura de que le han dado más de un disgusto.—No temas, Andrew, los he dejado en buen lugar.—¿A todos? —pregunta Oliver gratamente sorprendido.—A todos —admito, porque he enfocado la entrevista en positivo.—Entonces debes ser muy indulgente —apunta Claire tras pinchar untomate de su plato—. Porque no son precisamente unos angelitos.—Eh, tú a callar, no des información que pueda ser usada en nuestracontra por el enemigo —Jayce le atraviesa con la mirada.—¿Soy el enemigo? —pregunto con una ceja alzada.—Un poco sí, cualquier persona con autoridad para escribir una noticiasobre nosotros y publicarlo en un medio de comunicación, es un enemigopotencial —dice Will con una seriedad que da un poco de respeto—.Aunque te recuerdo que somos abogados y que estamos muy duchos endemandas por difamación.Le miro sorprendida por su amenaza, pero Aiden me defiende.—Oye, tío, relax, no es necesario que te pongas en plan gilipollas. Lucynunca publicaría nada off de record.Tras esto, es el abuelo Duncan el que pide paz y destensa el ambienteexplicando una anécdota de su época. Lo agradezco, porque estabaempezando a sentirme incómoda.Con la llegada de los postres, la familia se dispersa. Duncan va a hacercafé, Andrew pone el lavaplatos con ayuda de Jayce, Oliver y Claire salenal porche, Will se va a otra habitación a hacer una llamada, Faith desaparecey Aiden me deja sola con la excusa de ir al baño. Solo quedo yo en la mesa,así que decido levantarme para estirar las piernas y cotillear un poco máseste lugar.Reconozco que no me esperaba que la casa familiar de los MacKinnonfuera así, me esperaba una mansión de lujo, una de esas mansionesmegacaras que aparecen en las revistas de decoración y que te hacensuspirar por inalcanzables. En cambio, es un lugar humilde, sencillo, conuna decoración sobria pero bonita. Me acerco a la chimenea y miro las fotoscolocadas sobre la repisa de madera envejecida. Casi todas son de loshermanos, pero también hay una en blanco y negro de la boda de Duncancon su esposa, y otra de un Andrew más joven sentado en su despacho conManhattan de fondo. No me sorprende que no haya ninguna foto de lamadre de Aiden. Por lo que sé, esta los abandonó siendo solo unos niños.Con la mirada fija aún en las fotos, escucho el murmullo de unaconversación cercana. Me doy la vuelta para ver a quién pertenecen esasvoces, y es así como descubro a Aiden sentado en la escalera que sube alprimer piso junto a Faith. Parece estar consolándola. Pasa un brazo sobresus hombros y le habla en susurros llenos de comprensión. No sé de quédeben estar hablando, pero esta imagen, la de Aiden con Faith, genera en míuna reacción inevitable de ternura. Sin esa máscara de arrogancia que suelellevar siempre puesta, Aiden parece un hombre sensible y cariñoso. Inclusouna parte de mí piensa que podría llegar a ser un buen padre. En el mismomomento que empujo este pensamiento lejos de mi mente, los ojos deAiden se cruzan con los míos. La intensidad con la que me mira me abrasael pecho. Y noto algo. Una chispa de ilusión hormiguear en mi estómago.Un estremecimiento recorrer mi espina dorsal. Algo bonito germinar en unlugar muy hondo de mi ser sin permiso.Trago saliva y aparto la mirada avergonzada. Esto no está bien. Nopuedo dejarme llevar por el hecho de que la familia MacKinnon alcompleto sea perfecta para acoger a un posible hijo.Por suerte, antes de que vuelva a dejarme llevar por el hilo confuso demis pensamientos, Duncan nos dice que el café está hecho y la mesa vuelvea ser ocupada al completo.

Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora