Hermanos Highlander

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Aiden

 Cuando llego al apartamento de Will, la puerta de entrada está abierta.Escucho el murmullo de unas voces procedentes del salón, así que entro yme dirijo hacia allí. Mis hermanos están sentados en el sofá, gritándole altelevisor. Hemos quedado para ver un partido de hockey hielo. Hoy jueganuestro equipo, los New York Rangers, y por las palabrotas que escucho enla distancia, creo que no lo están haciendo del todo bien.—La pizza acaba de llegar —canturreo dejando las cajas aún calientesencima de la mesa de centro. Hay patatas fritas en un cuenco, cacahuetes enotro y cervezas amontonadas a un lado. A nadie se le escapa que somosunos gourmets cuando vemos deporte.—Ya era hora, tío, me moría de hambre —suelta Oliver. Abre la primeracaja, saca una porción de pizza con pepperoni y se la lleva a la boca a la vezque grita:— ¡¡Eh!! Eso ha sido fuera de juego, ¿qué le pasa al árbitro? ¿Estáciego o qué?Me quito la americana y me siento al lado de Jayce. Solo falta Dean,que, como es lógico, está en la universidad.Cenamos mientras disfrutamos del partido. Aunque supongo que elverbo «disfrutar» en esta ocasión no casa mucho con la verdad de lo quehacemos, debería haber dicho mientras «sufrimos» el partido.Cuando el partido termina, las pizzas ya están llenando nuestrosestómagos y Jayce propone sacar del mueble bar el whisky escocés.—Bueno, bueno, bueno, hermano, creo que ha llegado el momento deque nos cuentes qué tal te ha ido por Los Hamptons. —Oliver me señalacon su vaso de whisky y coloca los brazos sobre el respaldo del sofádibujando una sonrisa en sus labios.Con un gesto indescifrable, me encojo de hombros.—Bien, ha ido bien. Hemos cumplido con nuestro cometido.—Ajá. ¿Y nada más? —insiste Oliver—. Porque en el bufete heescuchado... cosas.—¿Cosas?—Cosas como que se te ha visto morreándote con una mujer en tudespacho. Y, por la descripción que han dado, me jugaría el huevo izquierdoa que era Lucy.—¿Por qué el huevo izquierdo y no el derecho? —pregunto yo parapicarle, pues sé que odia que no le responda a las preguntas directamente.—Porque al derecho le tengo más cariño. —Me sigue el juego con ungruñido—. Venga ya, Aiden, no somos tontos, ¿qué hay entre Lucy y tú?¿Es que estáis juntos?—No, es decir, no sé, aún no hemos hablado —explico removiendo elvaso de whisky con los hielos derritiéndose—. Pero me gusta. Hace tiempoque nadie me gustaba tanto. —Una sonrisa tonta ocupa mi rostro al pensaren ella.Mis tres hermanos intercambian miradas entre ellos.—¿Qué? —pregunto esperando que alguno diga algo.—Nada, nada, es solo que, bueno, ¿eso no dificulta vuestro acuerdo? —pregunta Jayce, con tacto.—No debería —digo yo.—Pero se suponía que querías tener un hijo con una persona con la queno tuvieras una relación romántica porque, según tú, el amor siemprecomplica las cosas —me recuerda Jayce.—Lo sé, sé lo que dije, pero ha sucedido y no puedo ni quiero pararlo.—Yo ya dije que esto saldría mal —dice Will. Su tono de voz deja enevidencia su reprobación.—Es un poco pronto para decir que saldrá mal, ¿no crees? —digo conironía.—No es necesario ser vidente para darse cuenta de que lo tuyo con esachica no tiene futuro —masculla entre dientes—. Ni siquiera es tu tipo. Serácuestión de tiempo que te canses de ella.Sus palabras me tocan la moral.—Will, estoy hasta las narices de ese comportamiento de mierda que tegastas cuando hablo de Lucy. Si estás amargado porque lo tuyo con Laylase ha ido al garete no es culpa mía, ni de Lucy. Vive tu duelo, acepta lapérdida y deja de portarte como un capullo, tío. Tú no eres así —escupo demal humor. Dejo el vaso sobre la mesa y me levanto dispuesto a largarmede aquí.—Oh, venga, Aiden, no te marches. Cálmate. Will está un pocosusceptible últimamente, dale cancha —me pide Oliver.—Yo solo me preocupo por ti, no quiero que sufras como estoysufriendo yo. —Will alza las manos como si le estuviera apuntando con unarma.Le miro con los ojos entornados.—Tienes que dejar que cometa mis propios errores, Will. Soy conscientedel dilema que supone enamorarme de la mujer con la que quiero tener unhijo, pero yo no lo he buscado, ha surgido así. Además, creo que tanto Lucycomo yo tenemos las cosas claras respecto a lo que queremos. Si el día demañana nuestra relación se jode, sabremos gestionarlo —digo sentándomede nuevo.—A mi Lucy me cae bien, es una tía guay —dice Jayce.—A mí también me gusta —afirma Oliver.Will vuelve a levantar las manos, derrotado.—Prometo no volver a meterme en tus asuntos. 

***

 Horas más tarde salgo del apartamento de Will junto a Oliver. Jayce sequeda un rato más con él. Decidimos compartir un taxi ya que los dosvivimos muy cerca. Yo en la Quinta Avenida y él en Park Avenue. Por elcamino hablamos de temas del trabajo, hasta que decido centrar laconvención en algo en concreto.—¿Cómo llevas el tema de Claire? —pregunto con cautela.Él se encoge de hombros con indiferencia, no sé si real o fingida.—Bien, tenías razón, era una locura pensar en ella de forma inapropiada.No me puedo permitir el lujo de quedarme sin secretaria. Jamás encontraríanadie tan competente como ella para reemplazarla.Lo miro con expresión de sospecha, pues hay algo en su tono de voz queno casa con lo que ha dicho, pero no insisto. No es asunto mío. Yo ya leaconsejé en su momento, lo que decida hacer es cosa suya.Cuando llego a casa y me meto en la cama en lo único que puedo pensares en las ganas que tengo de que sea mañana

Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora