Where am I getting into?

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Aiden 

Nos marchamos de casa de papá y el abuelo después de terminar el postre.Normalmente me quedo un rato más para charlar con todos, pero hoy tengootros planes. Unos planes mucho más apetecibles.—Tienes una familia increíble —dice Lucy nada más cerrar la puerta decasa tras de mí.Sonrío. Esa era justo la impresión que quería que se llevara de esta cena.Me alegro de que lo haya hecho a pesar de que Will haya estado másgruñón que de costumbre. Lo suyo con Layla no va bien. Aunque no hablede ello, lo noto. Está susceptible e irritado siempre.Subimos al coche y me incorporo a la carretera. Lucy desvía la miradahacia la ventanilla para observar el movimiento del exterior.—Sé por qué me has llevado a cenar con tu familia —dice de pronto,girando su cabeza hacia mí.—¿Por qué? —pregunto sin desviar la mirada de la carretera.—Porque crees que mostrarme lo unidos que estáis todos y lomaravillosos que sois va a hacerme cambiar de parecer respecto a lo detener un hijo contigo.—Ajá. ¿Y lo he conseguido? —Ahora sí que no puedo evitarlo; la mirode soslayo para estudiar su reacción a mi pregunta. Sin embargo, se limita aencogerse de hombros.—Mentiría si dijera que no ha despertado dudas en mí, pero sigo sintenerlo claro.—Bien, por suerte, aún nos queda parte de la noche para acabar dedeclinar la balanza a mi favor.Lucy se ríe. Tiene una risa preciosa, una de esas risas que suenanpoderosas, que llaman la atención y se contagian.—¿Es qué aún hay más?—Por supuesto que hay más. —Nos detenemos en un semáforo yaprovecho para mirarla fijamente con una ceja alzada—. Me hiciste posaren kilt y me avasallaste con un montón de preguntas incómodas que créemecuando te digo que hubiera preferido no tener que responder; tu deudaconmigo aún no está saldada.—Tienes razón —admite ella—. ¿Y dónde vamos ahora?—A uno de mis lugares preferidos del mundo. 

*** 

El Green Pub es un pub escocés que se encuentra relativamente cerca de micasa. Kenzie, escocés de pura cepa, es su propietario. Su pub es un pedacitode Escocia en pleno Manhattan. Todo en él, desde su estética hasta lasbebidas y platos que servían, son exactamente los mismos que se puedenencontrar en cualquier pub de Escocia. A Dean le gusta decir que somosnuestros orígenes, quizás por eso todos sentimos una conexión especial porla tierra de nuestros antepasados. Venir aquí es como viajar hasta esa naciónque tanto amamos sin tener que coger un avión.Nada más entrar, Lucy se fija en todos los rincones del pub con los ojosmuy abiertos: en la madera oscura que reviste las paredes, en las fotos deEscocia que cuelgan por todas partes, en los barriles de cerveza que formanparte del mobiliario junto a bancadas, mesas y sillas, y en el centenar debotellas de alcohol que, colocadas ordenadamente, se ven tras la barra.Acabamos sentados en una de las mesas que están pegadas a unacristalera, desde donde la noche neoyorkina se ve más viva que nunca conlos transeúntes, en su gran mayoría turistas, paseando por las calles.—Este lugar es... auténtico —dice Lucy empapándose de todo lo que lerodea.—Lo es porque su propietario lo es —explico yo, señalando con unmovimiento de cabeza a Kenzie que está sirviendo unas copas tras la barra.—¿Es escocés? —pregunta fijando su mirada en él.Kenzie tiene el pelo cobrizo, a medio camino entre castaño y pelirrojo, ysu aspecto es tan escocés que podrían poner una foto suya junto a ladefinición del gentilicio.—Es de Fort William, un pueblecito de las Highlands.—¿Otro highlander? —pregunta ella con diversión.—Bueno, si nos ponemos técnicos, el único highlander aquí es él. A sulado yo soy un highlander de pega —digo riendo de vuelta.—¿Y qué hace aquí? Es decir, Nueva York debe ser la antítesis de unpueblo pequeño de Escocia.No puedo evitar ampliar mi sonrisa ante su pregunta.—¿A qué viene ese interés?—Defecto profesional. Todo es susceptible de convertirse en una buenahistoria que contar.—Kenzie se mudó a Nueva York por amor. Margot, su actual esposa,había viajado a Escocia de vacaciones con unas amigas y... bueno, ya sabescómo son estas cosas. Se conocieron por casualidad, se enamoraron, ellatuvo que volver y él... se marchó con ella. —Me encojo de hombros tras labreve explicación, siempre que pienso en su historia no puedo evitar pensaren lo impulsivo que fue Kenzie al abandonar su hogar por una mujer a laque apenas conocía de unos días.—Parece el argumento de una película romántica —dice Lucy soñadora.—A las chicas os gustan mucho ese tipo de películas —digo con retintín,con la única intención de picarla, porque cuando lo hago sus mejillas seencienden y sus ojos se llenan de un brillo especial, incisivo, como sucedeahora.—Las películas románticas no tienen género, a mi padre le encantan.Hemos visto Dirty Dancing, Grease y los Puentes de Maddison como unmillón de veces. —Lo dice con orgullo.—Tu padre debe quererte mucho —murmullo.—¿Qué insinúas? ¿Qué ve esas películas solo para complacerme?—Dios me libre de insinuar nada —digo levantando las manosdemostrando mi inocencia.Justo en este momento aparece Kenzie, con su conjunto habitual: camisade cuadros rojos y negros y vaqueros desgastados. Es un tipo sencillo, se lenota por sus movimientos pausados y algo rudos.—¿Aiden MacKinnon en compañía de una mujer? Esto sí que es unanovedad.Frente a mí, Lucy eleva una ceja.Vale, confieso: nunca traigo aquí a mis ligues. Es como una guarida paramí y mis hermanos, lo último que quiero es compartir esta guarida conmujeres que solo me interesan para satisfacer mi apetito sexual. Pero Lucyes distinta. A ella quiero mostrarle todo mi mundo porque, si acabaaceptando, también será un poco el suyo.—Kenzie, esta es Lucy, una amiga especial.—Ajá, especial —dice con sorna guiñándole un ojo—. Desde luego,especial tiene que ser para que la traigas aquí. —Sonríe una vez más conpicardía—. ¿Qué os pongo?Pedimos un par de cervezas que Kenzie tarda muy poco en servirnos.—Bueno, ¿vas a contarme qué hacemos aquí? —pregunta Lucy tras unosminutos de conversación banal.Asiento.—He pensado que, en el hipotético caso de que compartamos la crianzade un vástago en común, deberíamos conocernos un poco más el uno alotro, y este lugar es perfecto para ello.—Eh... vale. ¿Qué necesitas saber sobre mí?—Muchas cosas, pero he pensado que, para hacerlo más ameno,podríamos hacernos preguntas el uno al otro de forma intercalada. Yopregunto, tú respondes y viceversa.—¿Como una especie de interrogatorio cruzado?—Sí, podríamos decir que algo así.—Vale. ¿Quién empieza?—Empiezo yo, tú el otro día ya me preguntaste mucho y tienes ventaja—digo sin darle opción a réplica, porque tengo muy claro cuál va a ser laprimera pregunta—. ¿Por qué te apuntaste a una agencia de copaternidad envez de querer ser madre soltera?Las cejas de Lucy se arrugan levemente y da un trago a su bebida,buscando con ello darse tiempo a responder. Tras saborear la cerveza,humedece sus labios con la lengua de una forma tan inconsciente comosexy. No debería estar pensando en lo apetitosos que son sus labios, lo sé,pero no puedo evitarlo.—Es una buena pregunta. Sé que ser madre soltera es la opción fácil.Solo tendría que inseminarme con el esperma de un donante sinpreocuparme de nada más, más allá de lo complicado que resulta la crianzaen solitario. Pero... yo tengo una relación muy especial con mi padre yquiero que mi hijo también disfrute de una relación parecida con el suyo.—Tendría esa relación especial contigo —señalo.—Sí, lo sé. —Se pinza el labio un poco nerviosa como si dudara endarme la siguiente información. Finalmente, prosigue—: Mira, Aiden, yaque estamos aquí para conocernos, hay algo que debes saber. Mi madremurió de cáncer de mama siendo yo muy pequeña. Es una etapa de la queapenas guardo recuerdos, pero sé que fue muy dura, sobre todo para mipadre que tuvo que lidiar con la enfermedad de su mujer y con el cuidadode una niña pequeña que apenas había dejado de ser un bebé. Vivo con elmiedo de que me ocurra lo mismo. ¿Y si un día enfermo o me muero y mihijo se queda solo en el mundo? Mi padre es mayor, soy hija única, no mequedan abuelos... no quiero condenar a un niño a quedarse solo en elmundo. —Hace una breve pausa—. ¿Me sigues?—Te sigo —digo, con un nudo en el estómago.Todos tenemos cicatrices. Contar las historias que hay detrás de esascicatrices nunca resulta fácil. Y aquí está ella, contándome la historia deesta cicatriz tan dolorosa.—Tengo una amiga que siempre me dice que no debo pensar así, que soyjoven, que estoy sana y que las probabilidades de que la historia se repitaconmigo son bajas. Pero... ¿y si pasa? —pregunta.Durante unos segundos, no digo nada. No he sufrido nada parecido, perosoy empático con su temor. Eso intento transmitirle con la sonrisacomprensiva que esbozo en mis labios al mirarla, y ella parece captarlo,porque me sonríe de vuelta.—Siento mucho lo de tu madre —digo al final.—Y yo. Me hubiera encantado conocerla, papá siempre dice que lerecuerdo mucho a ella.—Entonces seguro que era una mujer excepcional.—Seguro que sí.Me mira y, de repente, el ambiente se espesa y se vuelve todo másíntimo, como cuando apagas la luz en el dormitorio, enciendes la lámparaauxiliar de la mesita de noche y los tonos anaranjados te envuelven de unaforma acogedora.Rompo el contacto visual para apartar mis ojos de ella, porque su miradacargada de significado me abruma.—Te toca preguntar a ti —le recuerdo.—Ah, sí. —Asiente—. Voy a copiarte: ¿Por qué elegiste la copaternidaden lugar de la adopción o un vientre de alquiler?—Son opciones que descarté por difíciles. La adopción es altamentecomplicada para un hombre soltero. El sistema de adopción es muyconservador. Y respecto al vientre de alquiler, no me parece ético pagar porun bebé. Sé que hay un mercado un poco turbio alrededor de esto y, aunqueno dudo de que haya agencias que lleven todo el proceso con la mayorpulcritud posible, todo esto me genera incomodidad.Mi respuesta parece convencerle, porque me invita a lanzarle una nuevapregunta.—Estudiaste periodismo, te licenciaste con honores, podrías haberentrado a trabajar donde quisieras, ¿por qué Pink Ladies?—¿Cómo sabes que me licencié con honores? —pregunta sin respondera mi pregunta.—Porque soy una persona muy informada. ¿Por qué una revista paramujeres? —insisto.—¿Por qué no? —Sonríe irónica.—Eh, no se pueden responder una pregunta con una evasiva —exijo yo.—Sé que para mucha gente Pink Ladies es una revista para mujeres concontenidos banales y poco... ¿importantes? Pero yo le debo mucho a esarevista. Fui una adolescente sin referencias femeninas, esa revista seconvirtió en un manual de supervivencia para mí. Leyendo Pink Ladiesaprendí lo que era un orgasmo o cómo debía depilarme las cejas. Sonpequeñas cosas que suelen enseñar las madres a sus hijas... pero ante suausencia... En resumen, me gusta pensar que yo puedo escribir artículosque aporten esa misma ayuda para chicas en mi misma situación.—Es un punto de vista interesante. —Nunca lo había visto de esa forma.Puede que me haya dejado llevar por mis prejuicios al creer que este tipo depublicaciones eran prescindibles.—Me toca. —Alza las cejas—. Todos los hermanos MacKinnon soisabogados, tú también, ¿siempre supiste que te querías dedicar a esto?—Sí —respondo con rotundidad—. Nunca he tenido dudas al respecto.Es cierto que nuestro padre siempre se ha esforzado mucho para inculcarnossu amor por la abogacía, pero, además, yo creo que los MacKinnonllevamos esto en la sangre.Las preguntas siguen sucediéndose una tras otra. Es así como descubroque hace dos años desde su última relación seria y que lo dejaron porque élle engañó con otra. Yo hablo un poco sobre Celine, pero no entro mucho enmateria ya que es una cicatriz que aún no está curada del todo, y si hablarde la historia que hay detrás de una cicatriz duele, hablar de la historia quese esconde detrás de una herida que a veces aún sangra es más complejo.También descubro que le encantan los perros, que su película favorita esCasablanca y que ha deseado vivir en Manhattan desde que vio Sexo enNueva York por primera vez. Yo le explico que me gustan las películas deacción, que me encanta correr por Central Park y que no soy persona hastael primer café de la mañana. Es curioso como pequeños fragmentos comoestos nos ayudan a ir dibujando mejor a la persona que tenemos delante.Supongo que somos eso: una suma de fragmentos que nos definen.No sé cuántas cervezas hemos tomado cuando decidimos que es hora deregresar a casa. ¿Tres? ¿Cuatro? Solo sé que Lucy se empeña en coger untaxi porque, según ella, y con toda la razón del mundo, hemos bebidodemasiado como para que pueda conducir. Así que aquí estoy, viendo comoesta chica llena de sorpresas sube en la parte trasera del vehículo.—Gracias por esta noche, Aiden, ha sido... genial.—¿Eso significa que he conseguido hacerte cambiar de opinión respectoa lo de tener un hijo en común?—Eso significa que necesito pensarlo.Suspiro.—Algo es algo.Ella sonríe y tras atarse el cinturón me mira.—Buenas noches, Aiden.—Buenas noches, Lucy.Cierro la puerta del taxi, le doy un pequeño golpecito a la carrocería paraque el taxista sepa que puede emprender la marcha y no me muevo hastaque el coche desaparece de mi espacio visual.Y pienso en Lucy.En sus labios apetitosos.En las historias tristes que se esconden detrás de sus cicatrices.En esas miradas que queman.¿Dónde me estoy metiendo?No tengo la más mínima idea...

Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora