Aiden
—¿Hablamos?Los ojos de Lucy me observan con atención y yo me quedo unossegundos en silencio, siendo consciente del significado de su pregunta. Séque se refiere a la conversación que dejamos pendiente ayer. Por eso lainvité a venir, ¿no? O bueno, quizás me escudé en esa excusa porque larealidad es que me encanta su compañía. Estas dos semanas en las que noshemos tenido que ver a diario para tratar temas del contrato de copaternidadhe disfrutado mucho de los cafés compartidos y las conversaciones. Lucy essimpática, curiosa, inteligente y divertida. Tiene un humor sarcástico queme encanta, y una candidez innata que me transmite mucha ternura.Además, es preciosa, quizás no es el tipo de belleza al que estoyacostumbrado, pero es preciosa al fin y al cabo. Y tiene unas tetasincreíbles. Eso es algo que he descubierto hoy gracias al vestido que lleva.La forma en la que me interroga con las cejas alzadas me devuelve a larealidad. Está esperando una respuesta a su pregunta, así que carraspeo,tocándome la nariz en un tic involuntario, y asiento con la cabeza.—Por supuesto, hablemos.Sus mejillas se tiñen de rojo ligeramente. Supongo que por el tema queestamos a punto de tocar.Reconozco que llevo desde ayer pensando en ello. Incluso durante lasreuniones que he tenido esta mañana, mi mente volaba, una vez tras otra,hacia la misma dirección. Mi propuesta de tener un bebé de formatradicional fue fruto de un pensamiento racional y primario. ¿Por quétomarnos todas las molestias que implica un proceso de inseminaciónartificial cuando podemos hacerlo sin intermediarios? No entendí lareacción de Lucy, me pareció desmedida. El sexo es solo eso, sexo. Doscuerpos desnudos abandonados al placer. Y, en nuestro caso, me pareció laopción más práctica. Luego, con el paso de las horas y la hipótesis deacostarme con Lucy bailando en mi cabeza, la cosa se complicó. Elpragmatismo dio lugar a otra cosa... a otra cosa más caliente y lujuriosa.Porque por mucho que intente negarlo, Lucy me atrae. Me atrae como la luza las polillas. Como el polen a las abejas. Como los caramelos a un niñogoloso. Vale, las metáforas se me dan de pena, pero creo que ya entiendes elpunto.—¿Has vuelto a soñar conmigo esta noche? —pregunto saliendo de mibucle mental y rompiendo el hielo del momento.—¿Qué? No, ¡por supuesto que no! —Se sonroja aún más y eso meprovoca un ataque de risa—. Además, te recuerdo que yo no soñé contigo,tú te colaste en mi sueño, que es distinto.—Oh, cierto, había olvidado mi capacidad de irrumpir sueños ajenos. —La miro divertido y ella se muerde el labio para reprimir una sonrisa—. Almenos, ¿estuve bien en tu sueño?—No lo sé, no me acuerdo —miente, y sé que miente porque su sonrisase acentúa con sordina.—Bueno, querida Lucy, creo que ambos sabemos que ese sueño no esmás que una representación onírica de tus deseos reprimidos... —Alzo lascejas con picardía y, con ese gesto, consigo que ría abiertamente.—Querido Aiden, no tengo deseos reprimidos que te involucren. Sientosi eso daña tu ego.—Ouch. Pues sí que lo ha dañado un poquito, sí.—Suerte que tienes ego de sobras, entonces.Me río entre dientes y compruebo que nadie nos mira antes de decir:—Y dime, ¿has pensado en la opción de procrear juntos de forma...natural?Ella tarda unos segundos en responder. Desvía sus ojos hacia el paisajeurbano que tenemos en frente y asiente despacio.—Sí, y creo que es una locura.—¿Por qué?—Pues hay muchos motivos —musita, ahora sí, mirándomedirectamente.—También había muchos motivos por los que no querías tener un bebéconmigo y, al final, todos cayeron por su propio peso —digo yo parapicarla.—Esto es distinto —insiste bajando la voz—. El sexo sin compromisonunca ha sido lo mío, para empezar. No se me da bien y me hace sentirincómoda.—Pero esto no sería sexo sin compromiso, porque habría uncompromiso: engendrar un bebé.—Ya me entiendes...—No, la verdad es que no te explicas demasiado bien.—A ver... —Se muerde el labio en una pose reflexiva que me parecemuy sexy—. Chloe, a la que ya conoces, suele acostarse con un hombredistinto cada fin de semana. Se lo pasa bien y no tiene que tener ningúnvínculo emocional con la otra persona para disfrutar del sexo. Pero yo nosoy así, he intentado acostarme con tíos a los que he conocido en algún baro por internet y con los que, a priori, había química, pero nunca ha salidobien. Siempre acabo sintiéndome sucia, como si estuviera haciendo algomalo. —Ha dicho esto de carrerilla y coge aire antes de seguir—: Soyconsciente de que este sentimiento tiene mucho que ver con el hecho deque, desde pequeñas, a las mujeres, se nos inculca que mantener relacionessexuales por placer es algo malo. He intentado cambiar este esquemapreestablecido, porque me considero una mujer feminista y empoderada,pero no puedo, simplemente es inherente en mí, lo acepto y punto. Lo quequiero decir con este pequeño monólogo, es que para mí el sexo no es algotan sencillo como lo es para Chloe o para ti.Asiento despacio, intentando gestionar toda la información. Entiendo loque quiero decir. Nunca antes me había planteado lo difícil que es ser mujer,incluso en nuestros tiempos. Hemos avanzado mucho socialmente hacia laigualdad, para que hombres y mujeres tengamos los mismos derechos ydemás, pero, más allá de lo visible está lo invisible, las construcciones quenos acompañan desde niños y que nos ayudan a comprender el mundo quenos rodea y a nosotros mismos.—Entiendo tu perspectiva, Lucy, y quiero que sepas que nunca tepresionaría para que hicieras algo con lo que no te sintieras cómoda. Tienesrazón, yo puedo practicar el sexo sin ataduras, sin que eso suponga ningúnproblema para mí, supongo que por eso te lo propuse.Ella me mira y puedo ver los engranajes de su mente moverse a granvelocidad, dando forma a una pregunta que tarda en soltar:—¿Y no te supone un problema que yo no sea tu tipo?—¿Eh? —La miro boquiabierto, desconcertado.—Una de las primeras cosas que me dijiste cuándo te pregunté porquequerías que fuera la madre de tu hijo fue que porque yo no soy tu tipo. Nosé, me resulta raro que, aun así, estés dispuesto a acostarte conmigo.Suelto una carcajada. No soy un tipo de reír mucho, pero Lucy es tanadorable cuando quiere que no puedo evitar que mi risa rasgue el aire quenos envuelve.—Dime qué no hablas en serio.—¿Qué te hace tanta gracia? Me lo dijiste, dijiste que sería fácil resistirla tentación conmigo.Me pongo serio de golpe. Vale, ¿dije eso? No recuerdo haber empleadoesas palabras, pero supongo que es típico en mí decir cosas que luego metengo que comer con patatas.—Supongo que a veces soy un auténtico gilipollas —admito—. Porquepuede que no seas el tipo de mujer que suelo buscar cuando busco sexoocasional, pero eres una mujer atractiva, Lucy. Y no quiero que uses estocomo arma arrojadiza después, pero me pones un montón.El sonrojo le llega hasta las orejas.—Mientes. Me lo dices por cumplir.—Oh, joder, nena, yo no voy diciendo esas cosas por cumplir —susurroacercándome tanto a ella que puedo aspirar sin problemas el olor delperfume que se ha puesto hoy, uno floral, dulce, que combina increíble consu propio olor. Ella ha apartado la mirada hacia el suelo y yo sujeto condelicadeza su barbilla para que vuelva a clavar su vista en mí—. Tienesunos labios jodidamente sexis, destinados a ofrecer mucho a aquellos quetengan la suerte de probarlos, tus ojos son como dos ventanas abiertas amundos fascinantes, y tu nariz bien podría pertenecer a un duende. Erespequeñita, sí, pero proporcionada. Y tus tetas... Dios, ¿no te has dadocuenta de que llevo toda la noche intentando apartar mi mirada de ellas paraque no pienses que soy un degenerado?Mis palabras surten el efecto deseado y me mira con los labiosentreabiertos. Dios, realmente esos labios carnosos podrían hacerenloquecer a cualquiera.—¿De verdad piensas todo eso de mí?—¿Necesitas pruebas? —pregunto.Ella no responde y yo hago algo de lo que, probablemente, mearrepentiré después. Ahora mismo, sin embargo, me parece una ideafenomenal, porque a medida que he ido enumerando todos sus encantos mehe puesto muy pero que muy cachondo. La tengo dura, tan dura que encualquier momento tendré que buscar la forma de bajar la hinchazón. Lacosa es que quiero que la sienta, que note hasta qué punto pensar en ella meexcita, así que entrelazo sus dedos con los míos y, disimuladamente, colocosu mano sobre mi bragueta. Ella ahoga un gemido y yo me acerco hasta suoído para susurrar:—Mira el poder que tienes sobre mí, Lucy Cooper.Estamos muy cerca, mirándonos a los ojos. Ella no dice nada, perotampoco aparta su mano de mi polla endurecida. Solo me mira a los ojoscomo si quisiera leer algo en la profundidad de mis ojos azules. Se hainstalado entre nosotros una fuerte energía sexual. Deseo besarla. Dios, memuero de ganas de probar esos labios entreabiertos y ligeramentehumedecidos.De pronto, una aparición nos obliga a separarnos de un salto, como sihubiéramos sido descubiertos haciendo algo malo. Es Will, que respiraentrecortadamente y me mira con los ojos llenos de pánico. Tras él lleganOliver y Jayce. Su mirada me pone en alerta tan rápido que tardo alrededorde dos décimas de segundo en olvidar lo que estaba haciendo con Lucy.—¿Qué ocurre? —pregunto de pronto.—Faith se ha escapado de casa —dice Will entre resoplidos—. Acaba dellamarme Layla para decírmelo. Se suponía que estaba ya acostada, perocuando ha pasado frente a su dormitorio ha notado corriente de aire y, alabrir, ha visto que la cama estaba vacía y la ventana abierta.El frío colapsa mi sistema nervioso. ¿Faith se ha escapado de casa?La noche acaba de torcerse de la peor manera posible.
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Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...