Lucy
A las cinco en punto, cojo todas mis cosas, incluida la maleta con mispertenencias para esta semana que he dejado a buen recaudo en recepción, ysalgo del edificio en busca del coche de Aiden. Lo encuentro aparcado endoble fila en una calle paralela, tal como quedamos. Dejo el equipaje en elmaletero, subo al coche y, tras un breve saludo, Aiden arranca. No me pasainadvertida su vestimenta. En vez del traje que suele llevar siempre, hoyviste vaqueros ceñidos y un jersey de cuello panadero de color azul, a juegocon sus ojos. Trago saliva con fuerza. Este look informal le sienta de vicio.Manhattan es un hervidero de gente por todas partes. Mientras conducepor sus calles, nuestras miradas no hacen más que encontrarse. Laconversación que nos acompaña es extraña. No diría que incómoda, pero síforzada. Es como si los dos tuviéramos la cabeza en otra parte.Media hora más tarde de haber subido al coche, Aiden se ríe entredientes y me mira de soslayo, sin perder de vista la carretera.—¿Qué pasa? —pregunto con las cejas alzadas.—Nada, solo pensaba en lo jodidamente rara que es esta situación.—¿Qué situación? —pregunto con una sonrisa inocente, aunque sé desobras lo que ha querido decir.—Hacer un trayecto de dos horas contigo en el coche sabiendo lo quenos espera al final del camino.Un hormigueo se extiende por mi sexo. Llevo días pensando en lo queestamos a punto de hacer, y sí, la tensión se palpa en el ambiente, es laanticipación, las ganas reprimidas.
***
Llegamos a Los Hamptons pasadas las siete. Durante el trayecto hemos idoenlazando temas de conversación triviales, pero en ningún momento hadesaparecido esta tensión que lo envuelve todo.Pienso en los hombres con los que he estado hasta la fecha. Creo quenunca me he sentido así: deseada y sexy. Sé que todo esto no es más que unmero formalismo para llevar a cabo nuestro propósito de tener un bebé,pero también sé que Aiden me desea de forma carnal. Durante la galabenéfica pude palpar hasta qué punto su deseo hacia mí era real, pero,además, todas las conversaciones que hemos mantenido estos días han idoacompañadas de insinuaciones veladas.La urbanización en la que está situada su casa me deja con la bocaabierta. Las casas que aparecen frente a mis ojos son lujosas y distinguidas,con jardines kilométricos y fachadas de ensueño. Cuando Aiden enfila endirección hacia el portón de una de esas casas, el corazón se me acelera. Aligual que las demás, tiene un jardín grandioso y su diseño es tan regio quela boca se me abre ligeramente al admirarla. Puedo adivinar una piscina enla parte trasera y una construcción que a todas luces parece la casa deinvitados. No sé qué esperaba encontrarme, pero desde luego no era esto.No tiene nada que ver con la casita tradicional y humilde que losMacKinnon tienen en Manhattan.—Lo sé, lo sé, es... demasiado —dice Aiden tras dejar atrás el portónpara adentrarnos en el interior de la finca. Hay hermosos cipresesbordeando un camino de piedra que lleva directo hacia un garaje concapacidad para cinco coches.—Me dijiste que solo la usáis en verano —digo anonadada. ¿Quiéncompra una casa tan alucinante para usarla solo en época estival?—Sí, y así es. Bueno, en ocasiones puntuales también venimos duranteel invierno, incluso hemos pasado alguna Navidad aquí. —Apaga el motor,coge las llaves y me mira con un encogimiento de hombros—. Si fuera pormí nunca hubiéramos comprado una casa de estas proporciones, pero papáse empecinó en hacerse con ella, supongo que por mamá.—¿Por tu madre? —pregunto con interés.—Sí, ella siempre había querido tener una casa como esta en LosHamptons. Cuando mamá nos dejó papá hizo lo posible por recuperarla,incluso comprar su casa soñada. Pero de nada sirvió. Supongo que cuandotomas una decisión tan difícil y meditada como la de abandonar a tufamilia, no hay nada que pueda hacerte cambiar de opinión.Asiento. Andrew tuvo que amar mucho a su esposa para comprarle unacasa como esta solo por recuperarla.—Podía haberla vendido —digo yo, expresando en alto un pensamiento.—Podría, pero no lo hizo. —Vuelve a encogerse de hombros. Nuestrosojos conectan y yo me agarro con fuerza a el brillo que se percibe en su irisazul.—¿Por qué?—Papá sigue amando a mi madre, incluso a día de hoy que llevan másde veinte años separados. Creo que esta casa para él es un símbolo. Elsímbolo de que, quizás, si espera, algún día ella regresará y podrán disfrutarjuntos de los veranos azules de los Hamptons. Venderla significaría aceptarque de verdad la ha perdido para siempre.—¿Tu padre no ha salido con otras mujeres después del divorcio?Niega con la cabeza.—Supongo que algún rollo habrá tenido, pero nada serio. Cuando unMacKinnon se enamora de verdad, ama para siempre.Sus palabras me golpean con fuerza, pero soy incapaz de decir nada. Melimito a sonreír y a sugerir que vayamos dentro.
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Entre Leyes y Latidos (Libro 1: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceUn highlander sexy y arrogante, una chica dulce pero decidida, un sueño en común: ser padres. Me llamo Lucy Cooper, trabajo en una revista femenina y quiero ser madre. Estoy tan segura de ello que hace unos meses me inscribí en una agencia de copate...