Lesión

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Pateó el balón sin mucho entusiasmo.
Alargó lo que fue el suspiro más eterno que pudo soltar jamás y se dejó caer al césped del jardín.
<<Memo.>>

Sus memorias y pensamientos estaban casi dedicados únicamente al guardameta se su selección.
  No podía concentrarse siquiera en mantenerse de pie, sin estar soñando despierto todo el tiempo.

Pensó en marcarle a Hirving, para de nuevo, preguntarle sobre Guillermo. No se tragaba ese cuento.

Se dio cuenta que estaba acostado en el césped de su jardín, a mitad de la noche.

Su descanso se habría frustrado cuando volvió a tener de protagonista a Guillermo en sus sueños.

Las pesadillas nunca hubieron de molestarlo, jamás recuerda haberse levantado agitado y muy asustado por algo que soñó.

Durante toda su vida las únicas pesadillas que tenía eran de preocupación por saber si tendría minutos en el próximo partido.

<<Porfa, casi marco un gol el partido pasado.>>pedía siempre que quedaba fuera de las alineaciones titulares.

La única pesadilla que tenía era una especie de bucle.

Durante mucho tiempo, después de la terrible lesión que casi lo deja fuera de las canchas, soñaba todos los días y revivia ese momento, una y otra vez.

El dolor le daba un escalofrío y luego se dejaba caer sin fuerzas.

Nunca le molestó en lo más mínimo, pero llegó una ocasión en la que no aguantó más y se desvelo hablando con el mismo hasta que amaneció, con tal de no soñar otra vez.

Hasta la fecha, es día que muy de vez en cuando vuelve a revivir el momento. Se levanta adormilado y luego se deja caer de nuevo a la cama y casi inmediatamente vuelve a quedarse dormido.

Las desapariciones de Álvarez y Ochoa lo tomaron de sorpresa.
  Y entonces, desde ese momento, no deja de tener sueños, con Ochoa de protagonista.
Por lo general, son una especie de recuerdos sin ordenar cronológicamente, nada más extraño.

Pensó que eso soñaría cualquier persona que tuviese un ser desaparecido.
Pero un día, fue diferente.

Nunca soñó con Álvarez, pero un día que se había quedado despierto hasta tarde, cerró los ojos y casi de inmediato el rostro del muchacho se posó ante el.

Estaba temblando. Entonces, levantó la cabeza cuidadosamente y le dijo:
—Veintidós —dijo, casi inaudible.
Y luego hizo una pausa, para seguir.
—. Trece.
Y luego todo se volvió oscuro. Sin darse cuenta, ya estaba con los ojos abiertos, analizando lo que acababa de ver.

Sintió picazón en el cuerpo y volvió a dormirse, sin tomarle mucha importancia.
Pero cuando despertó y revisó sus plantas, la mayoria estaban rotas y marchitas.

Analizó y allí, acostado en el césped a media noche, llegó a una conclusión.
Esos números debían ser fechas importantes, o algo así.
O a lo mejor podía ser otra cosa. Nadie más sabía que el propio Kevin.

Se levantó cuidadoso y pateó el balón a cualquier parte, sin esperar que rebotara de vuelta y le diera en la espalda.













Durmió, pero el sueño volvió a esfumarse, como si solo quisiera verlo sufrir.
La oscuridad que lo recibió cuando apenas abrió los ojos lo abrumo.

Con cuidado cerró los ojos y se repitió a sí mismo
<<No pasa nada.>>
Pensamiento que luego le pareció absurdo por la situación.

Se medio incorporó, pero su cuerpo era ridículamente débil.
<<¿En serio?>>
Mejor se dio por vencido. Volvió a meterse en la cama.
Volteó a su lado y vio a Hirving. Por un momento se vio tan tranquilo y tierno, como si no fuera un loco.

<<Ya basta.>>
Se volteó para el otro lado, agarró otra almohada y la abrazó.
<<Duérmete, duérmete.>>












Con cuidado abrió los ojos, y como siempre, su presentimiento de que alguien lo observaba no falló, en absoluto.

Hirving le acomodaba el pelo, con un intento de sonrisa en los labios. Medio despeinado.

Se sobresaltó por sentirlo demasiado cerca, y pegó un pequeño salto hacia atrás.

—Hola, Kevin —como siempre, saludo con modales.
  No le molestaba a Kevin, si no fuera por la cuestionable etapa que estaba viviendo en ese momento.
—¿Cómo dormiste?

Kevin se quedó pensando unos instantes.<<¿Cómo dormí?>>
—Bien —titubeó—. Supongo que bien.
Hirving sonrió, y le regaló un beso en la mejilla.

—Me alegra. Hablé con Lionel hace un momento —cambió de tema rápidamente, pero esta vez borró su sonrisa.
—. Hoy en la noche se lleva a Guillermo.

Kevin negó con la cabeza.
—Es nuestro compañero. Es nuestro amigo. ¿De verdad lo vas a dejar?
Hirving se encogió de hombros.
—. Pero, no, no —decía nervioso Kevin—.  No, no. ¿Qué va a ser de él?

Hirving dejó de mirarlo y se sentó en la cama para estirarse.
—¿Tienes hambre? —cuestionó, muy serio.
—¿Qué?
—. Por que yo sí.
Kevin lo miró con un muy notable enfado, pero no dijo nada.
—No te molestes, porfa...
—¿Y cómo no voy a molestarme?

Entonces, Hirving lo atrajo bruscamente.

Kevin se estremeció, de inmediato se sintió húmedo de la parte baja, además de nervioso.

Gimió bajito y cerró los ojos. Disfrazar el placer no era tarea fácil, y Kevin no sabía cómo disimularlo, ni tantito.

El deseo insano de seguir con la sesión de besos no estaba muy lejos y parecía que así iban a acabar nuevamente.
Hirving llevó lentamente sus manos hacia abajo y lo cargó de los muslos.

Kevin, inconscientemente, enredó sus piernas sobre la cadera de Hirving.

Hirving sonrió por lo fuertes que se oían los gemidos del chico. Esperaba a que todo el mundo oyera allá afuera como tenía al chico.

Se inclinó levemente para dejar a Kevin acostado boca arriba en la cama, mientras se abría paso hacia sus piernas.
Las abrió sin esfuerzo.

Pero entonces, alguien abrió la puerta de la habitación y entró.
Los dos entonces pudieron ver a Julian, parado allí, con un notable gesto de enfado, para nada disimulado.

Kevin titubeó nervioso, se incorporó y cerró sus piernas. Hirving no se separó de inmediato, pero era notable lo que habían estado haciendo, sobre todo por el pelo desordenado de Kevin, además de sus labios y mejillas rojizas.

En ese preciso momento, el celular de Hirving sonó y los salvó de un aparente silencio incómodo que se venía aproximando.

Hirving puso los ojos en blanco y contestó.

Julián se volvió a Kevin. Por su mirada, y por como había interrumpido, parecía nervioso.

—Kevin —llamó.
Kevin asintió, medio adormilado aún. Apenas iba acercándose cuando Julian lo tomó bruscamente del brazo y lo jaló fuera.
—Me lastimas —sollozó Kevin, pero Julian lo ignoró.

Fue lanzado con brusquedad a la habitación del argentino, luego la cerró.
—Ya no puedo más —dijo Julián, con la voz tensa—. Ya no puedo.

Le quitó las prendas al chico, lastimandolo en el intento.
—¡Déjame!
Pero entonces, Julián lo empujó bruscamente de vuelta al colchón.
Kevin observó a Julián, tembló y sintió que las piernas le temblaban como nunca.

—Dejará de doler pronto —le informó antes de besarlo brusco, Kevin, alzó sus manos para evitarlo, pero Julián ejerció una fuerza a la que Kevin se tuvo que rendir.

—¡Basta, por favor, Julián! —echó un grito aterrorizado, entonces Julián se detuvo en seco y soltó a Kevin, quien parecía estaba apunto de echarse a llorar.
—No, yo no soy Messi.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora