Un logro

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Entonces se dio cuenta que había dado la mejor asistencia de su vida.

La afición gritó eufórica como siempre y él corrió por el campo, con los brazos en el aire, festejando con su gente.

Se quedó unos segundos mirando a una fila de aficionados en concreto mientras les sonreía con los brazos alzados, todos gritaban alegres por la anotación.

Después de unos instantes se giró sobre sus talones para ir con sus compañeros.
Ochoa celebraba con los puños en alto, girando a cada costado de la portería. Los delanteros amontonaban a quien había sido el creador del gol, y el resto se abrazaban entre ellos.

El árbitro pitó el final del encuentro y todos en las gradas estallaron, gritaron más de lo que habían gritado el gol.

—¡Kevin, ven! —le pidió Ochoa con una gran sonrisa. Todos lo miraban con una sonrisa enorme.
—¡Qué increíble jugada! —halagó el portero. Todos asintieron alegres, pero entonces las luces del estadio se apagaron, dejándolos en completa oscuridad.

Una lástima que haya sido la última...
Álvarez levantó una ceja.
¿Qué?

Entonces sintió que le dolía todo el cuerpo. Intentó sostenerse de sus compañeros, pero ellos lo dejaron caer, desinteresados.
Me siento mal —murmuró débil, pero sus compañeros se echaron a reír.

-—¿Ya viste a quién apoyaste? —preguntó uno, quien después le propinó un balonazo.
Nadie va a ayudarte —espetó otro, para luego hacer lo mismo que el anterior compañero.
Nadie va a encontrarte —gritó otro, para hacer lo mismo.

Kevin se incorporó de inmediato para quitarse, pero sus compañeros volvieron a empujarlo al césped, donde lo sostuvieron de los brazos y piernas.

Iba a gritar para pedir ayuda, pero un golpe seco y duro en el estómago le sacó todo el aire.

Te vas a morir, y nadie podrá hacer algo para ayudarte.

Por un momento pareció que todos iban a abalanzarse sobre el, y el se hizo bolita para cubrirse, pero no hubo nada.

Se descubrió, y se dio cuenta que todos lo habían abandonado allí.

¡Esperenme! ¿Dónde están?

Gritó con todas sus fuerzas a un estadio ya completamente vacío.

Sus ojos querían soltar las lágrimas, pero no eran capaces de hacerlo. No todavía.

Entonces, mientras intentaba limpiarse las lágrimas, sintió que alguien lo tocaba del hombro por detrás. Se espantó y calló un grito llevándose una mano a la boca.

Se tranquilizó por ver a Hirving allí.
¿Tú podrías ayudarme? —le preguntó con aire de inocencia.

Le pareció extraño que él llevase la cinta de capitán, cuando ese puesto le pertenencia a Ochoa. Había algo oscuro manchado en esa cinta.

Él no le dijo nada. Se quedó allí quieto, pero sonriente.

¿Hirving?

Entonces bajó la cabeza. El césped estaba teñido de rojo, y los cuerpos de sus compañeros y amigos estaban esparcidos por todas partes.

Volvió a subir la cabeza, y se dio cuenta que su compañero tenía las manos ensangrentadas y el uniforme de la selección salpicado de sangre.

<<No quiero ser el siguiente.>>pensó aterrorizado, mientras apenas podía retrocer.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora