¿Qué será entonces?

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Tomó asiento en la tierra, importandole poco si se ensuciaba.
Tenía la vista clavada en las flores, que descansaban a los costados del bulto de tierra.

—¿Qué se supone que debo decir? —le habló al bulto.—. A ver, yo nunca te conocí. Pero jugaste con Messi un buen rato. Supongo que eras bueno —sonreía débil.<<¿Qué estoy haciendo?>>—.Hirving como siempre arruinando la vida de los demás, ¿verdad? Una verdadera lástima...

Se quedó en silencio, como esperando a que Marquez le respondiera.

El viento lo golpeó fuerte y de repente se dio cuenta que estaba haciendo un frío terrible y él no tenía abrigo.

—Bueno, creo que debería irme —se levantó y se sacudió la tierra, y luego se despidió con la mano antes de darse la vuelta e ir a la casa nuevamente.

Necesitaba algo que abrazar; algo que pudiera tener entre sus brazos para siempre.

Volteó por última vez hacia atrás.<<. Nadie saldrá de su tumba>>

Pero Hirving era otro caso completamente distinto. Era imprescindible. Nadie sabría que haría a continuación.

<<. Él si podría salir de su tumba. Es más, escaparía del mismísimo infierno>>

Le dio un escalofrío de tan solo imaginarlo.
  Negó con la cabeza y siguió su camino.

Aún no lo mataba, no se habría atrevido a hacerlo si Messi no lo hubiera obligado. Hirving era su amigo. <<. ¿Es o era?

Lo había querido más de lo que se habría querido a él. Hasta se atrevió a besarlo.
Cerró los ojos y apretó los puños.

—Debo matarte.

De repente se dio cuenta que lo había dicho en voz alta.

Abrió la puerta y la cerró bruscamente.
Subió las escaleras sintiéndose cada vez más frustrado.
<<Ya basta.>>

Se dirigió nuevamente hasta la habitación de Kevin.
  Abrió la puerta, y se quedó mirándolo unos instantes.

Se veía tan angelical.

Dormía de lado, con las piernas entrelazadas y una mano sobre la almohada.
   Respiraba tranquilo, estremeciendose de vez en cuando por el frío viento.

Julián sonrió y con cuidado, se acostó junto a él.
  Le acarició la mejilla, y luego dejó un beso en ella.

Kevin se acurrucó en él, deseoso de algo que pudiera espantarle el frío por un momento.
  Él sonrió, y lo atrapó entre sus brazos.

Cerró los ojos, pero sin la intención de quedarse dormido. Acariciaba los hombros del chico, y en ocasiones dejaba besos en sus mejillas.

Un gimoteo lo sobresaltó, abrió los ojos y miró hacia abajo. Kevin apretaba los ojos y los labios. Parecía estar sufriendo una pesadilla. Se estremeció y luego volvió a gimotear.

Ayúdame —gimoteó débilmente.
De pronto se estremeció más convulso.
—. ¡Raúl ayúdame! —gritó antes de despertar de golpe, con la respiración errática.

Parpadeó asustado con los ojos llenos de lágrimas, y luego soltó otro grito al darse cuenta que no estaba solo.

—Ey, tranquilo —Julián volvió a atraerlo.

Kevin pareció querer apartarse, pero dejó que Julián lo abrazara.
  Aprovechó para poder respirar tranquilo y limpiarse las lágrimas.

Cuando sintió que ya respiraba mejor, se apartó lentamente de Julián, y se volteó para volverse a acostar.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora