Sin esperanza

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Estaba atado de pies y manos, Julian y Hirving lo llevaban de vuelta a la casa en silencio.

También le habían puesto una cinta en la boca para que no pudiera gritar.

—Sos rápido. Me divertí tratando de alcanzarte —dijo Julian mientras lo dejaba de vuelta en la habitación.
—. Pero sabía que en algún momento ibas a reducir la velocidad. ¿Sabes? Para correr descalzo, no estuvo mal.

Entraron a la habitación, cerró la puerta y lo desató.

—Que pibito tan inteligente —le sonrió y le dio palmadas en la cabeza. Kevin no se inmutó, se quedó inmóvil sin decir nada.

—Supongo que tenemos que buscarte un castigo. Hasta mañana, nubecita —Kevin lo miró mal por el apodo y Julian se fue.

Kevin se levantó enfadado, había sido su oportunidad más clara para poder escapar. Y casi lo logra, si no fuera porque Julian fue más rápido que el.

Pateó todo lo que se halló por ahí y aventó las almohadas. Abrió los cajones de golpe y empezó a tirar las cosas que tenían dentro. Todo dentro de la habitación estaba hecho un desastre.

Agarró una almohada y la pego a su cara, para así amortiguar su grito. Se preguntaba si Julian y Hirving estarían escuchando el desastre.
   Aventó la almohada y gritó lo más fuerte que pudo.
  Su garganta empezó a doler pero no le importó, siguió gritando hasta que se cansó.

Después, simplemente se sentó en la cama a llorar. Respiró profundo y se dio cuenta que no había estado tan mal. Cuando trató de escapar, se sintió vivo, sintió una adrenalina inexplicable. Volvió a ver el cielo otra vez, y respiró el aire de afuera, tan puro, tan puro como siempre solía ser.

Después de estar llorando, se levantó y observó todo el desastre que él mismo había hecho.
   Se mordió el labio pero no pudo evitarlo, se echó a reir tanto que tuvo que agacharse y sostenerse del tocador. Y, igual que cuando gritó, rió hasta que su cuerpo se lo permitió.

Se acostó temblando en la cama y sintió que por fin descansaba, como si por fin soltara un gran peso que llevaba mucho tiempo reteniendo. Cerró sus ojos y suspiró. Entonces, se imaginó a él mismo en ese campo, viendo el cielo mientras oscurecía.














Kevin.
Escuchó una voz ronca de hombre, susurrante, tensa y temblorosa. No quiso abrir los ojos.

<<Quiero descansar. Quiero dormir.>>pensó mientras se acurrucaba en donde estaba.

—¡Kevin! —la voz volvió a insistir y abrió los ojos. Se encontró con una silueta, que a diferencia de otras, era gris. Era alta y tenía el pelo desordenado. Cómo si lo tuviera rizado. Pero no la pudo reconocer. Estaban en un estadio, escondidos en un palco.

De pronto escucharon un estruendo y dos personas entraron por ellos.
Él y la silueta gris se pararon enseguida y retrocedieron hasta el fondo, hasta topar con la pared. Luego, todo fue muy confuso, parpadeó muchas veces y pudo ver que la silueta gris peleaba para defenderlo. De pronto, la silueta quedó rodeada de esas personas. Se volvió hacía el y gritó.

—¡Corre! ¡Kevin, corre, corre, rápido! —gritó angustiado, Kevin se quedó tieso en su lugar, sorprendido.

—¡Kevin, corre! —reaccionó por los gritos y corrió. —. ¡Corre, corre, huye! —se echó a correr tan rápido como pudo, detrás de él pudo oír que una de las personas iba hacía el.

Antes de que pudiera irse más lejos, escuchó por última vez la voz, ya quebrada y sin tanta energía.

¡Corre, no mires atrás!

Avanzó por las escaleras hacía la cancha sin problema. Llegó detrás de una de las porterías y saltó la barda que separaba los asientos de la cancha. Escuchó pasos pero no miró hacía atrás, y corrió como pudo hasta la otra portería.

Sintió como si tuviese el balón entre sus pies y tuviera que correr hasta el otro lado para anotar. Corrió con todas sus fuerzas, pronto sintió que sus piernas le fallaban y cayó al césped. Luego sintió un dolor horrible en la espalda... Lo habían apuñalado. Intentó arrastrarse pero lo voltearon con brusquedad. Y luego, volvió a oír la voz gritarle.

¡Te dije que corrieras!... y mírate. Mira toda la sangre...

Volvió a sentir otra puñalada, y luego ya no sintió nada.












Abrió los ojos sobresaltado y cayó al suelo.

—Auch.
Se puso de pie y hizo una mueca, se había dado en la cadera y en el brazo. Luego de un rato de estarse sobando, entrecerro los ojos y habló en voz alta, casi gritando.

—¿Quién era? —agarró la carta de dejabo de su almohada y leyó <<"8-a".>> se quedó un rato viendo la carta. Pensó que a lo mejor quien le gritaba en el sueño era <<"8a".>>














Escuchó ruidos fuertes desde afuera. Se asomó y vio que Kevin salía corriendo hacía afuera. Se levantó de golpe y deseó que no se detuviera.

<<Corre, Kevin, no te detengas. Corre... ¡Corre!>>luego vio al argentino correr detrás de el, y luego ya no pudo ver más.

Después vio que Hirving y Julian regresaban con Kevin atado.

Suspiró y cerró sus ojos con frustración. Entonces en ese momento supo que ya no debía ocultarse más. Dejaría de atender las órdenes de Hirving y salvaría al chico. Iría por él, y ambos escaparían de ése lugar.

Pero a veces... a veces deseaba que, hicieran lo que debían hacer con el chico y después lo mataran. Cuando pensaba eso solía respirar. Respiraba y trataba de pensar cómo huir de allí.

Escuchó estruendos en la habitación del chico, que apenas estaba a tres metros de distancia.

Lo escuchó tirar cosas y quejarse, y luego escuchó como gritaba. Su grito empezó a dolerle, sintió como el grito penetraba sus oídos. Corrió a la cama y se tapó los oídos con las manos.

—Cállate, cállate, cállate... ¡Cállate! —gritó y se tapó con la cabeza con una almohada.

Jadeo y lloró, mientras escuchaba cómo el chico también lloraba descontrolado y dejaba de gritar.

Por un momento dejó de oír al chico, y creyó que por fin tendría un momento de paz. Pero de repente, escuchó que Kevin empezaba a reír, reía tan feliz y alegre.
  Pero para Guillermo Ochoa, sus risas cantarinas no eran más que dolor para sus propios oídos.

Lloró más dolido que antes y se hizo pequeño en un rincón de su habitación.

Recordó todas las veces que soportó oírlo llorar. Y cuándo lo escuchó gemir mientras estaba con Hirving... su Hirving. Siguió llorando.

—Cállate, por favor, por favor... — luego, escuchó la puerta de su habitación abrirse, y intercambió miradas con Hirving.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora