El inicio del fin

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Kevin se abrazó las piernas, miraba fijamente a Julián, mientras le caían las lágrimas.

Julián se sentó en el piso, frustrado por la situación.
—Lo siento, Kevin.

  Kevin negó con la cabeza, retrocedío hasta la pared y se cubrió con las sábanas.
—Quiero irme de aquí —sollozó.
—Kevin...
—. ¡No! —gritó—. Quiero irme de aquí —se cubrió el rostro, las lágrimas gruesas le empaparon toda la cara.

Julián se levantó del piso enfadado y levantó a Kevin de un jalón.
—¡Dejá de lloriquear o juro por Dios que te voy a matar!

Kevin se cubrió la boca con la mano, negó con la cabeza y se soltó del agarre.
—. Te dije que eres mío, y si yo quiero, puedo matarte —amenazó al borde del llanto.

Kevin cerró los ojos y siguió llorando, pero esta vez en silencio.

—¿Qué? ¿Aún no lo comprendes? —Julián rio histérico—. Vos sos mío. Yo puedo follarte cuando quiera. Por eso debo deshacerme de todo aquél que trate de impedirlo.

Kevin se descubrió la cara para mirarlo. Titubeó.
—Estás... eres... —murmuró, sin saber con qué palabra describirlo.
—No quiero —soltó finalmente. Su cuerpo temblaba descontrolado, el pánico estaba empezando a consumirlo y tenía ganas de salir corriendo.

—No. Lio tiene razón.
—No, no la tiene —gritó Kevin—. No deberías imitar sus acciones.
Julián lo jaló fuera de la habitación.

Escuchó ruidos extraños, supuso que debían provenir de afuera.
Sabía que la puerta debía estar cerrada, pero aún así caminó hasta ella y intentó una última vez.

Pero entonces, la puerta fue abierta de golpe.
Guillermo acabó en el suelo.
Messi ladeo la cabeza.
—¿Qué haces ahí?
Guillermo negó con la cabeza y se levantó.
Iba a comentar algo, pero se quedó con las palabras en la punta de la lengua.
-¿No vas a decir algo?

Guillermo negó con la cabeza, pero por fin habló.
—No tengo por qué decir algo. Ya es un hecho que no puedo hacer absolutamente nada al respecto —se encogió de hombros, aguantando internamente el sollozo.

—¿Me dejarás despedirme de mi compañero? —cuestionó, fingiendo una sonrisa—. Kevin.

Pero entonces, Julián entró de golpe, con un Kevin ahogado en lágrimas.
—Ah, mira —apuntó Messi—. Bueno, Julián y yo debemos arreglar un asunto.
Les sonrió, y entonces ambos argentinos abandonaron la habitación.

—Kevin...
Él negó con la cabeza, se sentó en una esquina de la habitación y se limpió las lágrimas.
—¿Te hicieron daño? —Guillermo se acercó a él. Parecía que estaban en el terreno de juego, por que, Guillermo empezaba a tener pinta de capitán, como solía ser en la selección, pero sólo si Guardado salía de cambio.

A Kevin le llegaron los recuerdos de golpe y pasó a reírse.
Guillermo ladeo la cabeza confundido. Eso todavía le causó más gracia.
<<Nisiquiera soy tan risueño.>>

Se aclaró la garganta y respiró.
—¿No haz encontrado algo? —esquivó la pregunta. Guillermo lo ayudó a levantarse.
—. No —se encogió de hombros, pero luego caminó hacia la puerta.—Deberíamos intentar. Las otras puertas tenían más soportes metálicos. Esta de aquí no. Estaba intentando hace un rato empujarla con todo mi peso. A lo mejor me puedas ayudar.

Kevin sintió una especie de hormigueo que lo recorrió por la espalda, y hasta lo hizo marearse.

Se tambaleó, y soltó una risita nerviosa.

El tono que Ochoa había usado lo hizo pensar seriamente si estaban escapando o estaba recibiendo órdenes de juego.

Asintió y junto a Guillermo probaron su teoría.
<<Que esto no sea real. Algún día despertaré y me dirán que estuve en coma.>>Era su sueño más sincero.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora