Disparo de larga distancia

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Su labios temblaron incapaces de hablar, titubeó nervioso, sintiendo el cuerpo más débil. Se sentía inútil, por que su cuerpo nunca antes había reaccionado así.

Aguantó las ganas de llorar, debía ser fuerte, no se dejaría llevar por el sentimiento.

Luchó nuevamente, intentó darle un pisotón o un codazo, pero su cuerpo era tan ridículamente débil que su esfuerzo parecía hecho sin ganas.

  Murmuraba cosas sin sentido, respiraba agitado como si estuviera dando una buena pelea.
  Luego se dio cuenta que Lionel nisiquiera estaba usando fuerza, y se dejaba golpear, consciente de que Kevin no tenía fuerzas.

—¡Suelteme! —su queja apenas de entendió.

  Messi se burló y lo dejó caer al suelo. Cayó como si fuera cualquier cosa, y cuando tocó el suelo gimoteó adolorido, cuando nisiquiera estaban tan lejos del suelo.

  Kevin lloró frustrado (única cosa que sí tenía fuerzas para hacer), quedando en el piso, sintiéndose lamentable.
   Sumido en su llanto, no se dio cuenta que Lionel se aproximaba y le dio una patada en el estómago.
   Kevin jadeo e intentó incorporarse. De su boca sintió un extraño sabor metálico, que de pronto empezaba a ser demasiado, y luego sintió mucho líquido.

Abrió la boca para sacarlo, y un chorro de sangre que no podía ver correctamente por la oscuridad de la noche corrió como río, cayendo al suelo pesadamente.

—Me lo imaginaba —rió Messi—, con razón Ochoa no dudó en olvidarte. Deberías sentirte miserable.

Una luz de rayo los iluminó unos segundos, dejandoles ver el chorro de sangre por un momento.

—Si perdes más sangre, perderás toda la energía que tienes. Si vos sientes que la que te queda es poca, estás equivocado. Sos  joven y fuerte, cualquiera ya se hubiera desmayado. O, en el peor de los casos, hubieras muerto. No te desesperes, Álvarez.

Kevin estaba en silencio, mirando su sangre en el suelo.
  Se limpió los labios que estaban pintados de rojo como si fuera un labial.
  Se mantenía serio, al borde del máximo enfado. De pronto ver su propia sangre en el suelo estaba empezando a enojarlo de verdad.

—Déjame en paz. Yo sólo quiero irme —dijo en tono frío, dejándo atrás el sollozo. Seguía expulsando sangre, pero ya no demasiada.
—Supongamos que escapas. Supongamos, ¿verdad? Por que lo dudo mucho. Si te salvas, primero tendrán que donarte sangre. Luego, por los golpes, tardarás mucho en recuperarte. A lo mejor si me voy por tus bonitas piernas, ya no puedas jugar otra vez.

Se agachó junto a Kevin y le acarició las piernas, Kevin de inmediato apartó la mano de un manotazo, uno débil que hizo reír a Lionel.

—¿Quieres que te haga lo mismo que Ochoa? Bueno, yo no lo hice, pero podría hacerlo contigo, pero preferiría algo más original.
—¿Me estás asustando o lo dices de verdad? —preguntó Kevin seriamente.
—Tómalo como tú quieras. Mmm..., podríamos dejarte inválido.
—. ¿Por qué no me matas y ya? —su voz ya sonaba más fuerte.
—Por que me gusta dificultarle la vida a mis víctimas. Que se sientan miserables.

Kevin volteó a verlo. Otro rayo los iluminó por un momento, Kevin traía los labios rojos por la sangre.

—Usted es... extraño. Me, me sorprende. Nadie pensaría que el <<mejor del mundo>> sería un psicópata.
Messi se levantó y lo miró desde ahí.

—Me caes bien, Álvarez. Sos muy curioso y preguntón. Antes quería matarte directamente, pero prefiero que se te dificulte hacerlo.
—Qué considerado.

Volvió a limpiarse la sangre de los labios con la mano, y se incorporó.
No tenía muy bien pensado qué hacer a continuación, pero debía intentarlo, de lo contrario se le iba a dificultar más salir de allí.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora