Infierno

59 6 1
                                    


Ayúdame entonces.

Habló serio.
Hirving no dijo nada.

Dejó a Guillermo allí sentado y, antes de cruzar por la puerta, volteó a verlo.
—Lo siento.

Guillermo no se paro de la cama, se quedó inmóvil pensando en todo y a la vez en nada.

Antes de que Hirving se fuera, decidió que no iba a quedarse con mas dudas.

—¿Podrías decirme quién es? —preguntó temeroso.—. Si me va a llevar, quiero saber quién será.

Hirving se quedó quieto un buen rato y, antes de irse, le contestó, frío y quebrado:

—El mejor del mundo.

Cruzó por la puerta y la cerró.

Ochoa se inclinó y apoyó su mejilla en una mano. Observó el sol ocultándose desde la ventana.
  No gritaría—en ese momento—. Respiró lo más profundo y lento que pudo. Luego, simplemente se levantó y observó con mas detenimiento el atardecer.

Las casas vecinas estaban abandonadas, casi parecía que en un segundo iban a convertirse en polvo y desaparecerían hacia el cielo.

Los últimos días no pasó ningún auto por la carretera, estaba casi abandonada y escapar de allí junto al niño sería mas complicado.

—El mejor del mundo. El mejor del mundo...
Repitió triste, sin conseguir nada que le pareciera familiar.

A lo mejor sólo se refería a alguien de México y lo había exagerado.

Toda esa tarde ideó un sin fin de planes. Planes que, a lo mucho, terminarían matándolos. De todas formas, no sabía qué harían con él.

No le importó en lo absoluto qué sería de él. Se preocupó por el chico, ¿Qué sería de ese pobre muchacho? Deseaba con todas sus fuerzas que no le hicieran daño.











—Ya basta.

Trató de zafarse, pero el argentino insistió. Siguió besando, y Kevin no pudo quejarse.

—Quiero respuestas —soltó entre un jadeo. Julian se detuvo y lo miró.

—¿Respuestas de qué? —le acarició el pelo con delicadeza, Kevin se movió incómodo.

—¿Por qué yo? Por un momento creí que regresaría a casa sin órganos.
—. Pero no fue así —contestó Julian.
Kevin se alejó y se sentó en un rincón. Tenía miedo.

—Me parece extraño que alguien... como tú estuviera involucrado —tembló. Julian rio y se sentó junto a él.

—Me das miedo —murmuró tembloroso.
—Vos, deberías sentirte halagado.

Kevin lo miró con asombro y luego con enfado. Lo golpeó en el hombro y se levantó.

—¿Qué? No cualquiera me enamora —
Julian también se levantó.—. Pegas fuerte —dijo sobandose el hombro.

—Pero fue en contra de voluntad.
Aclaró Kevin enfadado.—. Empiezo a creer que será mejor que me maten —se sentó en la cama y suspiró molesto.

—. Estar en esta estúpida cama es lo único que hago —reclamó.
   Agarró una almohada y la abrazo.

—. Sólo déjame ir. Les daré dinero. No diré nada. Por favor, solo quiero salir de aquí —suplicó en un último intento de paciencia.

Julian se burló y lo miró con una sonrisa. Kevin se mordió el labio, esperando una respuesta.

—Te ves lindo suplicando.
Fue lo único que dijo antes de ignorar al chico y mirarse en el espejo.

—Hablo en serio. Tengo hambre. Y sed. Y frío. Sólo quiero volver a casa. Por favor —hizo la voz lo más chillona posible.

—Das lástima —se burló—. No pienso dejarte ir así.

Kevin se rindió. Estaba enojado, confundido. No había razón para estar allí.

Él sólo quería regresar a su vida normal.

Sintió sus ojos humedecer.
—Hijo de la chingada —murmuró antes de ocultar su cara en al almohada que traía en brazos.

—¿De verdad estás llorando? —preguntó mientras se acercaba. Kevin sollozo y Julian se sentó con el.

—Parááá, deja de llorar —lo abrazo, pero Kevin no se movió.

—Lo siento, lo siento —se disculpó —. Créeme, pibe, secuestrarte no era la forma en la que pensé conocerte. Pero era el único medio —murmuró las últimas palabras.

Kevin apartó su cara de la almohada y la aventó por ahí, casi saltó con entusiasmo por lo dicho. Lo apuntó con un dedo y casi se tira sobre él.

—¡Ajá! —gritó. Julian se sobresaltó por la acción del otro.
—Pero no grités —se tocó el pecho mientras respiraba lento.

—¿Entonces no pensaban secuestrarme? —cuestionó casi emocionado por obtener más respuestas.
  Julian negó con la cabeza.

—Olvídalo.

Se levantó y abrió la puerta, pero inmediatamente Kevin se interpuso, quedando estre la puerta.

—. Dije que quería respuestas.

Amor enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora