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Liam estaba tranquilamente en su habitación. Estaba sentado frente a un escritorio considerablemente más pequeño que el de su oficina en el trabajo, pero le servía. En realidad no necesitaba un espacio tan grande.

Comenzó a mirar una pequeña libreta, repasando un par de anotaciones que había hecho durante las lecciones con Wonka, quien, por cierto, le había dejado una pequeña ración de un par de sus ingredientes "mágicos". Estaba pensando en cómo implementarlos en sus chocolates sin hacerlo tan evidente.

Se estaba quedando dormido en su escritorio cuando el teléfono de su casa sonó.

Miró su reloj de mano.

7:45 p.m.

¿Quién diablos llamaría a esa hora?

Se levantó a regañadientes de su escritorio y se dirigió, adormilado, hacia el teléfono que se encontraba en la otra punta del pasillo que daba a la sala. Era un teléfono de pared.

Bostezó antes de tomar en manos el teléfono verde y colocarlo en su oído.
—Liam. —pudo reconocer la voz del otro lado del teléfono. Slugworth.
—Slugworth. ¿Sabes la hora que es? —dijo con ligera molestia en su voz.
—Iglesia.
—¿Ya viste la hora? No pienses que iré. Hace frío y es tarde. ¿Sabes a qué hora despierto todos los días?
—Ahora.
—¿No puede ser mañana?
—¡Dubois!
—Ya oí... Ya voy. —dijo, arrastrando la voz por el sueño. Colgó el teléfono y se encaminó de regreso a su habitación.

Abrió su armario y se colocó su abrigo. Aún no se había puesto la pijama, así que no hacía falta cambiarse.

Estuvo bostezando durante el camino hacia la puerta de su casa. Cerró la puerta y se dirigió a su automóvil.

Condujo hacia la iglesia y se estacionó enfrente.

Entró a la "guarida" que tenían esos cuatro. Se dirigió al asiento en el que siempre se sentaba y miró con molestia a Slugworth.
—¿Por qué diablos me llamaste a esta hora? —miró alrededor del lugar. —¿Y los demás?
—En la última reunión, le pedimos al jefe que, si Wonka volvía a aparecer, le ocasionara un accidente... Han pasado dos días y Wonka sigue por ahí, vendiendo su chocolate, lo cual me hizo recordar que tú no estabas de acuerdo.
—¿Piensas que yo tengo algo que ver?

Slugworth se encogió de hombros.
—No lo sé... Quizás.

Liam rió irónicamente y se levantó de su asiento para caminar hacia Slugworth. Se detuvo frente a él.
—Tal vez sólo es muy bueno para escapar de ese idiota.

Slugworth le sonrió de forma forzada.
—No quieras pasarte de listo.
—Es imposible no hacerlo, tengo un IQ superior.
—Más te vale no estar involucrado.

Liam se encogió de hombros.
—¿Alguna vez fuiste inteligente? ¿O siempre has sido un estúpido?
—No te hagas el gracioso.
—No me estoy riendo.
—Ugh... Lárgate.

Dubois lo pasó de largo y salió del lugar.

°°°

Liam llevaba todo el día revisando la forma de poner aquellos ingredientes extraños en su chocolate, sin causar un alboroto en los otros tres.

Al final, guardó los pequeños frascos en uno de los cajones de su escritorio y resopló. Este era un plan nefasto, los otros tres chocolateros no iban a dejarlo en paz y Wonka era demasiado molesto para funcionar. Comenzaba a arrepentirse de sus decisiones, pero ya no había vuelta atrás.

Y, hablando del rey de Roma, Wonka apareció en la oficina de Liam, sin previo aviso.
—Hola, Willy. —saludó Liam sin mostrar interés en la llegada de Wonka.
—Hola, Liam. —saludó con una sonrisa alegre mientras caminaba hacia el mencionado.

✓Si tú me quisieras (Willy Wonka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora