3: El club de apoyo.

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La reconoció a lo lejos. Gina estaba mirando su teléfono, al parecer miraba la hora, ya que Addiel llegaba 10 minutos tarde. Bueno, se había atrasado un poco. Antes de que sea demasiado tarde, se dirigió hacia ella.

—Hola —saludó a Gina. Ella levantó la cabeza mirándolo a los ojos.

—Hey.

Se sentaron en un banco dentro de un parque gigante. Había un clima muy pesado, al parecer, llovería en cualquier momento y deseó que así fuera. Addiel era amante de la lluvia. Perfecta ocasión para dormir tres días seguidos si fuera posible.

—Quería hablar contigo. Dos cosas. La primera es; por qué saliste corriendo y la segunda; por qué no me dejaste agradecerte —lo miró. Addiel corrió la mirada—. No tenías por qué hacerlo. Yo no te haría daño.

—No es eso.

—¿Qué es?

—Nadie lo sabe.

—No es nada raro.

Alzó la mirada hacia ella. La miró confundido.

—Es decir, no creo que sea tan raro. Quería agradecerte, de todas formas, por salvarme.

—No fue mi intención.

Gina lo golpeó levemente en el hombro—. No seas grosero. Estoy agradeciéndote.

—Si caías, ibas a matarte —dijo, colocándose serio ésta vez—. ¿Entiendes? Te hubieses golpeado mucho. Y... te asustaste.

—Sí, me asusté. Pero sentí... algo raro cuando me tomaste o lo que sea que hiciste. Fue increíble —lo miró—. Y no es para nada raro.

Era increíble lo que le estaba diciendo porque de verdad a Gina no le parecía raro. No le parecía para nada raro. ¿Se puede entender eso con claridad? ¡No le parecía raro que un chico de 17 años tenga poderes y ni siquiera entienda el por qué!

—Creo que es genial que tengas poderes. Quién no quisiera, ¿no?

—No es tan fácil.

—¿Por qué no?

—A veces se vuelve un peligro.

—A veces lo peligroso fascina, ¿sabes? Addiel, me salvaste cuando estábamos allí. ¿A ti te pareció un peligro alguno? —se acercó a él—. Creo que has hecho algo bueno.

—No lo veo como algo normal. No soy normal.

—¿Qué es lo normal para ti?

—Ser un chico sin poderes.

—Qué aburrido —dijo ella. Addiel giró a mirarla. Sus ojos verdes estaban puestos en los suyos—. Nada es normal en la actualidad. Tú eres un chico común y corriente que tiene poderes. A ti te tocó y a mí no. Así son las cosas.

Abrió la boca para responder pero alguien había arrojado una pelota en dirección donde ellos estaban, a lo que los adolescentes gritaron—: ¡Cuidado! —Luego, estallaron de risa.

Addi solamente tuvo que mirar para que la pelota se parara y flotara en el aire justo en frente del rostro de Gina. El chico que venía a los lejos comenzó a mirarlos con una expresión desconcertada. Gina tomó la pelota entre sus manos y se la arrojó con toda la fuerza y enojo. No quería dejar en evidencia a Addiel.

—¿Acaso no ves por dónde arrojas la pelota? —soltó enojada.

El chico estaba serio está vez—. Lo siento.

—Fíjate la próxima.

Addiel la miró confundido. Ella tenía un carácter especial.

—Creo que si no hiciera esto, te descubriría —susurró a lo bajo—. ¿No?

ADDIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora