12: No exactamente un plan.

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Habían quedado en encontrarse a las 4 de la tarde en el parque para poder ir directamente a la casa de Gina y Naomi. Y... bueno, al parecer, estaba llegando un poco tarde. Todo esto pasaba, ya que se había detenido a acariciar a un gato, pequeño, gris y precioso por su cuadra. No había notado que habían pasado unos 30 minutos, y ahora se encontraba trotando, con la respiración agitada, hacia el parque. Carajo.

Su teléfono vibró en su bolsillo. Lo tomó mientras seguía trotando. Era un mensaje de Gina. Se mordió el labio inferior, antes de leer ya sabía lo que decía el mensaje.

Ella era muy predecible.

Sólo a veces.

Gina:

¿Vendrás al parque o qué? No pienso esperar un minuto más, Addiel.

Lo he hecho durante años.

Espera.

No quise poner eso.

Carajo. ¿Cómo se eliminan los mensajes?

Parezco idiota.

Frunció el ceño. ¿De qué estaba hablando?

Luego de unos pocos minutos, la distinguió a lo lejos. Ella estaba mirando su teléfono celular. Llevaba su cabello castaño claro suelto hasta un poco más debajo de los hombros. No era precisamente lacio pero sí bastante ondulado. Se preguntó, allí mirándola, cómo es que podía ser Maggie. Cuánto más lo pensaba, menos lo entendía. Addiel, para fastidiarla, atrajo hacia él el teléfono de Gina. Lo hizo flotar por los aires hasta que aterrizó en sus manos. Sin querer queriendo leyó el mensaje que estaba escribiendo para Naomi.

Gina:

Creo que metí la pata con Addiel.

¿De qué pata estaba hablando?

—¡No veas! —gritó Gina, a lo que se le tiró encima arrojándolo al suelo. Era demasiado bruta—. ¿Por qué estás viendo mis cosas? ¿Quién te dió el permiso para ver mi privacidad, imbécil? Eres un desubicado. Eso no te enseñó Regina. —Tomó el teléfono de sus manos. Addiel aún seguía en el suelo muy cerca de su rostro. Muy cerca. La miró a los ojos. En silencio—. ¿Me oíste? ¿O eres sordo?

—¿Qué pata metiste? ¿La izquierda delantera o la derecha trasera? —preguntó. Esbozó una sonrisa burlona.

Gina lo quedó mirando fijamente. Se lo iba a comer vivo. Literalmente. Ella salió de encima de él. Se sacudió la ropa.

—¿No te cansas de ser un tonto? Que yo sepa nadie te crió de esa manera. ¿Con quién te juntas tanto?

—¿Y tú no te cansas de esconder las cosas? —Se levantó del suelo también sacudiendo su ropa.

Gina enarcó las cejas.

—No estoy escondiendo nada.

—Si tu novio no quiere que me hables, no tienes por qué ocultarlo, ¿sabes? Todos parecen unos idiotas queriéndome ocultar las cosas. ¿Qué pasó con la sinceridad de la otra vez?

Ella se removió nerviosa. Tragó saliva. Gina era así. Por más nerviosa que ella se sienta, por más temor que sienta y por más que quiera salir huyendo en cuatro patas hacia el otro lado del universo... Se quedaba quieta. En su lugar. Sosteniendo la mirada del otro. Sin achicarse ante nadie.

Qué raro.

Addiel era igual.

—¿Estás tomándome el pelo? —dijo ella. Sonaba enojada.

—Si es lo que crees, la verd-

—Eres un verdadero imbécil cuando quieres. Lo peor de todo es que no finges serlo. Lo eres.

ADDIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora