15: La desaparición.

19 7 0
                                    

Se encontraban afuera de la casa de Naomi. Quentin estaba sentado junto a Tony. Parecía un poco nervioso e inquieto.

Addiel, por fin, preguntó.

—¿Quentin? ¿Qué haces aquí?

—Él dijo que vio ayer tu pelea contra Scott —explicó Tony—. Está preocupado por ti. ¿No es así?

Quentin asintió.

—Dijo que tú lo salvaste —habló Tony.

—Lo siento. Se me escapó.

—Tranquilo. Yo acabo de enterarme.

—¿Ah sí?

Los ojos de Addiel iban de un lado hacia el otro.

—¿Él sabe de tus poderes? —Naomi lo miró confundida—. Pensé que-

—Es que lo estaban molestando aquél día. Unos idiotas lo estaban molestando y sólo lo ayudé, pero... ¿cómo llegaste aquí?

—Eso también quiero saber yo —dijo Quentin mirando a sus manos. Ellas estaban temblando a más no poder. Su expresión irradiaba miedo—. Fui a casa y papá no estaba. Comencé a caminar y... ya no recuerdo más nada.

—¿Hace cuánto no recuerdas nada?

—Hace aproximadamente cinco horas.

—¿No sabes dónde está tu padre? —preguntó Addiel.

—La verdad es que no. Eso me preocupa demasiado.

Todos intercambiaron una mirada veloz.

—Yo tampoco estoy comprendiendo —dijo Tony.

Quentin alzó su cabeza para mirarlos. Addiel pudo notar como una leve gota de sangre salía por su nariz.

—Quentin, estás...

—Ayúdenme. Por favor.

—¡Quentin!

Quentin se desplomó por completo en la tierra. Addiel lo socorrió en menos de un segundo. Lo tomó entre sus brazos para llevarlo hasta el sofá. Gina respiró hondo. Estaba agotada.

—¿Qué es lo que vamos a hacer con él?

—Dijo algo sobre su padre, ¿no? —dijo Naomi comenzando a revisarle el cuerpo, empezando por el cuello—. Esto es muy raro. Él no es así.

—¿Recuerdas cuando a ti te sangraba la nariz también de repente? —le dijo Tony a Addiel—. Tal vez tenga que ver contigo.

—Muy rara vez me sangraba la nariz, Tony —dijo seriamente—. A mí me sangraban los ojos.

—Hay que ir a la casa —dijo Gina—. ¿Naomi encuentras algo?

—Tiene como... si fuera varicela detrás del cuello.

—¿A la casa? —frunció el ceño Addiel.

—No hay otra opción —dijo ella—. ¿A qué vino realmente? Esto es muy raro. No tengo un buen presentimiento.

Gina tenía razón. Algo no estaba bien definitivamente.

Pero ellos debían esperar a que él despertase para ser más exactos. Parecía que, aunque estaba desmayado, estuviese en un sueño profundo que no podía despertar del todo. Ya no le seguía sangrando la nariz, y cuando despertó todos estaban a su alrededor, literalmente. Eran las cuatro de la tarde. Quentin estaba mirándolos a todos muy confundido, como si de unos extraños se tratara y como si nunca los hubiese visto jamás en esta vida. Parecía muy asustado

ADDIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora