9: Una sorpresa inesperada.

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Ese mismo día, claro que Gina no se dejó intimidar por Addiel si no que fue directamente hacia él. Una vez más. Exacto. Lo empezó a seguir. Necesitaba una respuesta. Necesitaba las cosas claras y necesitaba, como siempre, estar cerca de él. Muy cerca de él.

—¡No! ¡Maggie! ¡Gina! ¡Quién seas, deja de seguirme! —Le gritó, haciéndola sobresaltar. Cuando Addiel levantó la voz hacia Maggie. Sí, porque, al gritar... él sólo pensó que le estaba gritando a su gatita hermosa y suave. La vio tan asustada, con sus ojos lagrimosos y... parecía triste. ¿Cómo podría gritarle así a ella? No lo entendía. Y de verdad, de verdad se ha puesto mal. Luego, recordó, que ya no era Maggie. Maggie nunca existió.

Nunca. Se creó a un animal completamente falso. Él solamente quería una compañía. En sí, quería un gato. La quería a Maggie. Sabía muy bien que el nombre no era muy original, en realidad le había puesto Maggie por The Walking Dead. Se reía cada vez que lo recordaba pero ahora, nada más, le causaba nostalgia. Todo le estaba causando nostalgia.

—Vete —repitió. Maggie (o Gina) retrocedió—. En serio, Gina. Vete.

Maggie retrocedió lentamente hasta que volteó dirigiéndose entre los árboles. Addiel la perdió de vista, la vio largarse por completo. Estaba enojado por todo. Porque realmente pensó que... no lo sé. Esto no podía estar pasando. Se sentía un idiota. Gina sabía cosas que jamás le había dicho a alguien porque, para ser exactos, Addiel era con Maggie como no lo era con nadie. No es que se le ponía a hablarle así sin más (que lo hacía a veces) pero... cuando estaba solo y ella venía a acompañarlo, ha pasado situaciones en las que él ha llorado, lamentado, enojado, gritando, dicho cosas que nadie debería haber escuchado y todo fue delante de ella. Delante de Maggie. Delante de Gina. Carajo. ¿Y ahora?

Porque sí, ahora era Gina y se sentía raro por haberse mostrado tan real con ella. No se culpaba porque no lo sabía pero... estaba incómodo. Qué idiota.

Cuando Maggie se perdió entre los árboles. Volvió a su forma humana cuando se dio cuenta que estaba demasiado lejos. Se apoyó en el tronco de un árbol para tomar aire. Estaba cansada y agitada por haber corrido tanto. Lo corrió porque quería arreglar las cosas. Pero sabía muy bien que eso no iba a pasar. Eso la hacía sentir muy mal. Porque no podía imaginarse un mundo donde no esté Addiel. Siempre ha quedado junto a él desde un principio porque pensó que era divertido. Al principio, fue un error. No pretendía ser mascota de nadie, y además, era lo que detestaba. Sin embargo, cuando Addiel la tomó entre sus brazos y la miró a los ojos. Vio que no era como todos. Él era especial. Quería tenerla y cuidarla a la vez. Se prometió que sería unos días, pero pasaron años. Años.

Mientras tanto Addiel había llegado al orfanato.

Dudó muchas veces de si entrar o no. La furia crecía tanto en él, que hasta podía sentir como la tierra debajo de sus pies se movía. No quería causar otro supuesto terremoto más. Tragó en seco, respiró hondo e intentó calmarse. No quería aparentar que estaba a punto de romperlo todo. Decidió entrar. A lo que ellos dijeron...

—¡Sorpresa! —gritaron todos al unísono.

Addiel miró a todos que estaban con gorritos de cumpleaños, globos en sus manos, y lleno de papel picado por todos lados. Regina tenía un pastel en sus manos, la cual se acercaba a él con una sonrisa de oreja a oreja. Los niños del orfanato se veían muy felices de haber logrado sorprender a Addiel.

—Sopla —dijo Tony—. Feliz dieciocho años, Addiel.

¿18 años? ¿Qué rayos? Addiel sopló la vela y agradeció a todos por haber hecho la gran sorpresa de cumpleaños. Aún estaba desconcertado, no pensó que iba a cumplir 18 años, ni tampoco pensó que era su cumpleaños.

ADDIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora