8: La transformación.

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Gina se encontraba con Naomi en el patio de su escuela. Las dos estaban tomando un café y unos croissant. Se las notaba preocupada pero querían disimular, pasar desapercibido ante todos los jóvenes que estaban a su alrededor y fingir que no había sucedido absolutamente nada. Claramente, eso no era cierto.

—No creo que debamos meternos —dijo Naomi queriendo restarle importancia al asunto. Imposible. Estaba preocupada—. Es peligroso y además, ¿por qué lo haríamos? ¿No es mejor hacernos a un lado? ¿Acaso no es demasiado poderoso Addiel?

Gina la miró. Enarcó exactamente una ceja.

—Estamos metidas en esto —respondió—. Demasiado metidas, diría yo. Tu padre es el líder de todo esto y no va dejarte atrás. Y yo, bueno, yo estoy aquí también. Y no pienso, ni siquiera, un segundo hacerme a un lado cuando Addiel está en peligro. Tendría que estar loca. O muerta.

—Que digas que la única forma que no pudieras ayudar a Addiel sea estando muerta es... inexplicable.

—Sería la única forma. En verdad —resopló—. Y además... no podrá solo.

—Es poderoso, ¿por qué no podría solo?

—Porque él recién comienza —dijo—. Ni siquiera nos conoce con exactitud y está solo. Nadie en el orfanato tiene poderes. Bueno, eso creo.

—¿Crees?

—Sí, creo. No puedo saberlo, lo único que sé es que él es poderoso. Muy poderoso. Y no podrá solo.

—¿No te has puesto a pensar en lo que él creerá de ti cuando se entere de que no eres Maggie?

—Soy Maggie. Quiera él o no, lo sigo siendo. Soy yo —refutó enojada—. Sigo siendo un asqueroso gato. No me llamo Maggie, de acuerdo, pero soy ese gato que él ama.

—Gina —se acercó Naomi ahora a ella, suspiró—. Tienes que ponerte a pensar cómo sería su reacción. Queremos ayudarlo. Pero... ¿y si no confía en ti?

—¿Quieres que le diga la verdad?

—Creo que sería lo mejor, ¿no crees? Deberíamos empezar por ahí. No podemos hacer equipo cuando un día eres Gina y, al otro día, eres Maggie.

Y eso era muy obvio también. ¿Cómo lo podría ayudar si estaba ocultándole muchas cosas? Pero también sentía miedo por ella porque si Addiel se enterara que ella ya no era su gatita feliz y adorable de todas las mañanas... No sabría qué pensar. Maggie, para Addiel, era absolutamente todo y cuando Gina se transformaba en Maggie, podía notarlo, podía notar el amor que él le tenía a ese animal. Como si hubiese encontrado a un mejor amigo en toda esta vida de porquería. Cuando Maggie (Gina) lo miraba... sentía su calidez. Los ojos de Addiel se llenaban de luz porque para él Maggie era el ser más sincero y adorable. No tenía maldad alguna. Un día, cuando Addiel pasó toda la madrugada trabajando en su maqueta, Maggie pasó junto a él para restregar su cabeza hacia su mano pero volcó una bebida encima de todo el proyecto hecho. El joven abrió sus ojos enormes, quería largar muchas barbaridades por su boca pero... respiró y miró a Maggie; había suavidad en sus ojos y no pudo enojarse. La acarició.

Aquella noche, cuando Addiel se logró dormir, ella se largó por completo. Quería y necesitaba llorar porque podía sentir a veces lo solo que él se sentía. Ella... le estaba mintiendo. Al final, el monstruo era Gina.

Tragó en seco y dijo:

—Sí. Tengo que decirle.

Addiel estaba caminando por los pasillos, no estaba concentrado estos días en la escuela. Eso le afectaría en las calificaciones. De todas maneras, no le importaba demasiado. Solía dormir bastante en clases y luego, al final, rendir bien.

ADDIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora