1 | Pruebas del destino

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23 de diciembre – Callie

No sé por qué creí que era una brillante idea dejar todo para último momento.

Quizás tomarme esos cinco minutos por la mañana para dormir un poco más, fue lo que desencadenó todos estos sucesos que me han traído hasta este momento, refugiada dentro de mi auto de la tormenta de nieve que comenzó a caer en el momento exacto en el que mi coche se averió en medio de la calle.

Mis tareas eran simples y rápidas de realizar. Ir a casa de mi amiga Emilia, alimentar a sus gatos, volver a mi apartamento, tomar mi valija y emprender el largo viaje a casa de mi padre para pasar navidad con él y mis hermanos. Si todo salía según lo planeado, hubiera llegado allí a las diez de la noche, pero con este percance entre manos, ni siquiera sé cómo llegaré a alimentar a esos gatos, ni mencionar llegar a la casa de mi padre.

Estoy comenzando a preocuparme realmente, sobre todo ahora que acabo de colgar la llamada con el último servicio de grúas de la ciudad que me quedaba por comprobar. He llamado a cada uno y, como poniéndose de acuerdo para joderme la vida, ninguna estaba disponibles -de hecho, algunas ni siquiera respondieron el teléfono-.

Y solo quiero gritar. Frente a situaciones límite algunas personas suelen llorar, no es mi caso, ni siquiera recuerdo la última vez que lloré. Cuando me siento así simplemente grito, pero comenzar a chillar sería como aceptar que todo está perdido y realmente me niego a creer que mi auto averiado no tiene solución y me quedaré atrapada aquí.

Tomo mi teléfono y llamo a la primera persona que se me viene en la cabeza, mi amiga Emilia. En realidad, no sé cómo podrá ayudarme ella, teniendo en cuenta que se encuentra en un pueblo a cinco horas de aquí con la familia de su novio, pero conoce a muchas personas, alguna de ellas quizás pueda brindarme ayuda. O simplemente ayudarme a pensar una solución; es buena trabajando bajo presión, por el contrario de mí.

—Dime que Chester y Sunshine están bien —es lo primero que dice al responder, refiriéndose a los gatos.

—La que no está bien soy yo —respondo, no siendo dramática en absoluto, el hecho de que mi horario se haya desordenado por completo es un gran caos—. Mi auto se averió.

Un silencio le sigue a mis palabras.

—Okey —dice luego de un momento, estirando la palabra—. ¿Pero Chester y Sunshine están bien?

—No lo sé Mimi, estaba yendo con ellos cuando mi auto se averió —digo y deslizo la palma de mi mano por mi frente mientras recuesto la cabeza contra el asiento del coche—. No hay ni una maldita grúa disponible en este momento, todos dicen que están de vacaciones de navidad y ni siquiera es navidad todavía —chillo comenzando a desesperarme—. Ha comenzado a nevar y estoy atrapada aquí dentro, no sabía a quién llamar —digo tomando una respiración intentando calmarme.

—Está bien, tranquila, no te desesperes porque me contagiarás a mí y no podré ayudarte —respiro hondo y suelto el aire unas cuantas veces con los ojos cerrados mientras ella sigue hablando—. ¿Intentaste revisarlo?

—Mimi, sabes que no entiendo nada de coches, no podría ver el problema ni aunque estuviera frente a mis ojos.

—Está bien, solo estoy pensando —responde y eso me calma, que una de las dos pueda pensar ahora mismo es bueno—. ¿Qué sucedió? ¿No arranca?

—Funcionaba perfecto cuando salí de casa, pero comenzó con unos ruidos extraños cuando faltaba poco para llegar a tu apartamento y luego comenzó a salir algo de humo del capó —explico—, atine a detenerme a un costado de la carretera, por poco, y luego simplemente no arrancó más.

Miro frente a mí, el humo despejado hace rato, pero sé que el problema estará allí, solo que no puedo solucionarlo por mí misma.

Si tan solo tuviera un auto eléctrico nada de esto ocurriría y podría contaminar menos, algo que me haría muy feliz.

Dulce Amor NavideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora