23 | Desear lo imposible

2.8K 295 122
                                    

15 de marzo

Marco finalmente adoptó el perro. Lo acompañé al refugio de animales y fue algo parecido a amor a primera vista. Leo, el cachorro de ocho meses, es un enano; su mamá una mestiza color chocolate y su padre un salchicha. Nos contaron que habían abandonado a todos los bebés en la puerta del refugio y Leo fue el último de ellos en recibir hogar.

Cuando Leo nos vio, comenzó a sacudir su cola a toda velocidad y a saltar en las piernas de Marco, que se enamoró de él en un instante. No puedo culparlo, el perro es adorable y yo también estoy encantada con él.

Estamos en el apartamento de Marco, mirando como el cachorro como de su plato sin dejar de mover la cola. Creo que nos ha hipnotizado un poco, nuestros ojos no se despegan de él.

Hay juguetes desperdigados por todo el suelo, hemos comprado todo antes de ir a buscarlo para que se sintiera un poco más a gusto cuando llegara, una cama para perros se encuentra en un rincón del living y el bebedero junto con el plato de comida están cerca de la puerta que da al balcón. También tiene uno de esos en mi apartamento, junto con algunas otras pelotas. En cuanto fuimos a comprar las cosas quise que fuera así y no lo pensé demasiado.

Marco pasa mucho tiempo en mi apartamento y quiero que Leo también se sienta cómodo allí. Pero viéndolo todo ahora, me detengo a pensar y es raro.

Marco y yo solo tenemos sexo, no hay nada más que eso. No tenemos una relación, no es serio. Comprar cosas para que su perro se sienta cómodo en mi apartamento es una estupidez, porque definitivamente esto no es duradero. Está conmigo hasta encontrar a alguien más, yo solo soy la chica con la que se acuesta y estoy bien con eso.

—Esto es muy doméstico —hablo en voz alta, todavía mirando al perro.

—¿Qué cosa? —pregunta él.

—Todo esto —señalo a mi alrededor—. Es como tu nuevo hijo.

Él ríe, como si yo estuviera bromeando, pero en realidad no lo estoy. Amo a los perros, pero no puedo pretender que este cachorro sea como mío propio porque no lo es.

—¿Por qué eso sería algo malo? —pregunta al ver que no me estoy riendo, sino que en lugar de eso, seguramente tenga una expresión aterrada en mi rostro.

—Comprar un plato y un bebedero para mi apartamento fue una estupidez —digo.

—No lo fue, llevaré a Leo las noches que me quedo contigo.

Y ese es el maldito problema.

—Eso es muy doméstico —señalo.

—Y eso te molesta —afirma—. Parece que vas a salir corriendo.

La verdad, creo que es algo un poco tonto estar teniendo esta reflexión en base a un perro, pero todo esto me hizo entender lo lejos que lo estoy dejando entrar en mi vida. Ni siquiera pensé en eso cuando compré las cosas para el cachorro, solo lo hice. Como si fuera que esto entre nosotros es algo duradero y me sorprende que no me haya detenido a pensarlo antes, en aclarar las cosas con él. Porque no quiero que esto suba de nivel.

—Todo es demasiado extraño —digo mirándolo—. Tú y yo solo tenemos sexo, cuando se termine no quiero que el perro se encariñe conmigo.

El ceño de Marco se frunce.

—¿Exactamente cuándo asumiste que lo que tenemos es solo sexo? —inquiere— Estoy un poco confundido, ¿Qué fueron todas esas veces en las que dormimos juntos y el sexo no estuvo involucrado? Si solo nos limitáramos a acostarnos, creo que hay muchas cosas equivocadas entre nosotros.

Niego con la cabeza, un poco confundida.

Leo termina de comer y empieza a correr detrás de una pelota, pero ni siquiera puedo prestarle atención. Las palabras de Marco me han asustado.

Dulce Amor NavideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora