19 de febrero
Despertar a la mañana siguiente en una cama extraña y en un cuarto que no es el mío, es tan impropio de mí que me hace sentir demasiado fuera de lugar.
El otro lado de la cama se encuentra vacío y en gran parte agradezco que sea así, porque no sabría cómo reaccionar al hecho de despertarme con un hombre, Marco de todos ellos, luego de lo que he hecho anoche. Y lo que me cohíbe no es haber tenido sexo, sino haberle mostrado más de mí de lo que nadie ha visto. A la luz del día, me siento demasiado expuesta. Nunca le he mostrado mi cuerpo a nadie, solo yo soy testigo frente al espejo de lo que escondo debajo de la ropa y me había jurado que sería así para siempre.
No sé si echarle la culpa a la calentura del momento o qué fue lo que me hizo quitarme la camiseta con la luz encendida y dejarlo ver las partes de mi que más aborrezco, pero su reacción no fue la que esperaba. Pensé que al verme se echaría atrás o, en el mejor de los casos, se apuraría a apagar la luz y continuar sin tener que ver con quién lo estaba haciendo. Pero Marco no hizo nada de todo eso, sino que me miró. Me miró más allá de lo que cualquiera lo ha hecho antes y fue como si en realidad le gustara lo que veía, lo que me confunde tanto.
¿Cómo pudo siquiera disfrutar mirándome cuando yo misma lo evito siempre que puedo? Acostumbro a vestirme lo más rápido que puedo para no tener que ser consciente de la realidad de mi anatomía, mientras que él no solo se quedó mirando, sino que besó todos esos lugares que tanto asco me dan.
Tomando valor, me siento y la sábana que me cubre cae en mi regazo dejando mi torso desnudo expuesto. Busco alrededor mi camiseta y la encuentro cerca de la cómoda en donde me la quité anoche. Me levanto y siento una ligera molestia entre mis piernas, suele ser así cuando pasa un tiempo bastante prolongado sin que tenga sexo, y lo de anoche no fue leve. Luego de que me convenció de quedarme a dormir, lo hemos hecho dos veces más, antes de finalmente caer rendidos. De todas formas no hubiera podido irme a mi apartamento por lo agotada que terminé.
Me coloco la camiseta y busco mis bragas por la habitación, sin éxito alguno. Así que me resigno a que él las encontrará por mí en algún momento.
Paso por el baño rápidamente y luego me dirijo a la cocina, en donde lo encuentro de espaldas a mí, controlando algo en el fuego. Huele bien, aunque no puedo descifrar qué es.
—¿Qué haces? —pregunto acercándome, tratando de ver por encima de su hombro.
—Hola —saluda con una sonrisa y se aparta para que pueda ver lo que hay en el sartén—. Estoy haciendo el desayuno, espero que te gusten las tostadas francesas.
Como gustarme, por supuesto que lo hacen, sé que si las hace él serán deliciosas, pero no es algo que acostumbre a comer, mucho menos en el desayuno. Siempre trato de que mi primera comida sea saludable, pero no pasará nada por comer una, ¿cierto?
—Sí, me gustan. ¿Necesitas ayuda con algo?
—No, ya está todo listo —señala la mesa y veo que ya hay dos tazas con café humeante y platos para poder comer nuestro desayuno.
Quita la tostada del sartén una vez que está lista y la coloca en un plato junto con las demás, antes de llevarlo a la mesa.
Estoy a punto de sentarme, cuando me detiene tomando mi muñeca.
—Espera —entonces me jala hacia él y choco contra su pecho.
Levanto la mirada para encontrar sus ojos que ya me están observando y una de sus manos me sostiene la mandíbula cuando se inclina hacia mí y me besa brevemente.
—Ahora sí son buenos días —entonces me suelta y se ocupa una de las sillas.
Tardo un segundo más de lo habitual en poder recomponerme y tomar la otra silla.
ESTÁS LEYENDO
Dulce Amor Navideño
RomanceElla lo detesta; a él le encanta molestarla a costa de eso. Ella lo conoce desde hace años; él no la recuerda. Ella ama las mariposas; él la llama Butterfly. Callie atravesó tres tragedias en su vida. La primera a los siete años, cuando perdió a su...