6 | Resistir la adversidad

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1 de enero

"Me estoy mudando aquí"

Las palabras se repiten en mi cerebro una y otra vez, como si tuviera que procesarlas para darles un significado. Como si esas palabras tuvieran un significado más implícito, aunque sé que no lo tienen, y sé que he entendido muy bien lo que ha dicho.

Miro de él, a la caja en sus manos y luego al interior del camión de mudanzas con algunos electrodomésticos, una cama y demás muebles.

—¿Dónde exactamente? —pregunto rogando porque sea cualquier edificio de los alrededores. Sería mucha mala suerte que, de todos los apartamentos disponibles en esta enorme ciudad, decidiera mudarse justo al edificio en el que yo vivo.

El responde, pero justo en el momento en el que lo hace, un coche pasa por la calle haciendo sonar el claxon repetidas veces, tragándose el sonido de la voz de Marco. Solo veo su barbilla apuntar hacia la puerta de mi edificio y, Dios mío, ojalá solo haya interpretado mal todo.

—¿Dónde? —pregunto nuevamente.

—Aquí —y esta vez con una de sus manos señala, efectivamente, hacia la entrada del mismo edificio en el que yo tengo mi apartamento.

La noticia es como un balde de agua completamente helada sobre mi cuerpo cálido.

Por un momento pienso que ha comenzado a llover, porque me siento demasiado fría, pero el sol en lo alto del cielo me informa lo contrario.

Y tal vez no quiero aceptar la realidad de lo que está sucediendo, porque comienzo a reír. A reír de verdad. Con carcajadas y todo.

Veo a Marco arquear una de sus cejas mientras me mira.

—Esto... —una carcajada me detiene—, la vida me odia demasiado. Hoy me lo demuestra una vez más.

—¿De qué hablas? —inquiere, todavía con la ceja arqueada.

Miro a la puerta del edificio abierta de par en par y me doy cuenta de que debí haberme dado cuenta de que sus cosas estaban siendo ingresadas allí, incluso antes de abandonar el taxi.

—Yo vivo aquí.

Él me mira un momento, como si estuviera esperando que dijera que ésta es una estúpida broma. Pero si me conociera sabría que no bromearía sobre algo así, mucho menos a costa de él.

Cuando ve que hablo muy en serio, una lenta sonrisa comienza a desplegarse en su rostro.

—Bueno, esa sí que es una sorpresa inesperada —entonces sus ojos bajan a mi maleta, antes de volver a mi rostro—, ¿Regresas de vacaciones?

—Eso no te importa.

Entonces comienzo a caminar hacia la entrada arrastrando conmigo el equipaje, pero un cuerpo enorme me detiene cuando ocupa la entrada.

Me freno, elevando mi vista hacia Jamie, el novio de Emilia y que, por supuesto, también es el mejor amigo de Marco.

—Hola Jamie —saludo, más alegre de lo que me siento por dentro.

Creo que estoy tratando de refrenarme a mí misma, no queriendo explotar mis emociones en la calle, delante de Marco y, ahora, de Jamie. Entonces me pongo una máscara incómoda de indiferencia, antes de volver al que consideraba mi lugar seguro.

—Callie —responde él mi nombre como una oración que compone un saludo.

—Tengo una pregunta —tomo aire—, ¿Él mintió? —inquiero— ¿Se está mudando aquí? —señalo la puerta del edificio.

El rostro de Jamie, tan frío como el día en el que lo vi por primera vez, no demuestra nada. Entonces su mirada azulada se mueve de mí, hacia mi espalda, al lugar que adivino se encuentra Marco.

Dulce Amor NavideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora