7 | Las cosas que no esperamos

3.1K 248 34
                                    

8 de enero

Haber escuchado las palabras de Ivy, fue lo mejor que pude haber hecho, porque creo que haber abandonado uno de los pocos lugares a los que puedo llamar míos, hubiera resultado imperdonable para mí misma.

En los días que lleva Marco viviendo en el mismo edificio que yo, ha sido como si realmente no hubiera estado aquí, porque no he compartido con él ni siquiera el ascensor. Y, teniendo en cuenta que vive tres pisos más arriba que yo, ni siquiera debo escuchar su voz.

No he vuelto a verlo desde el primer día del año, aquél en el que lo encontré en la entrada del edificio y dijo que éste sería el nuevo lugar al que se estaba mudando. Algo que me confirma que realmente puedo hacer esto, pretender que él no está realmente aquí y yo puedo seguir viviendo la misma vida tranquila que llevaba antes.

Salgo de casa a las ocho de la mañana para volver a trabajar luego de algunos días de descanso. Por fortuna mi coche ya está en funcionamiento nuevamente y no tengo que preocuparme por viajar en transporte público, como he tenido que hacer en los días que mi auto permaneció en el taller; la verdad ha sido una pesadilla, el metro es una de las cosas que más odio. Contar con una empresa que me brindó un vehículo para movilizarme por la ciudad para realizar mis tareas, fue en realidad lo que me hizo aceptar el empleo.

La brisa matutina demasiado fría me recibe cuando salgo y camino en dirección al coche, ajusto un poco mi abrigo contra mi cuerpo para evitar que se cuele en el interior y me congele, hasta que puedo quitar el seguro e ingreso detrás del volante, dejo mi bolso en el asiento del acompañante e introduzco la llave.

El interior del vehículo está igual de frío que el exterior, pero sé que en cuanto prenda la calefacción se irá en un pestañeo, por lo que no me preocupa tanto.

Pero... algo de lo más extraño ocurre, que incluso borra cualquier rastro de frío que pudiera estar sintiendo, el coche recientemente reparado, no arranca.

Suelto todas las maldiciones que conozco, algunas creo que incluso podrían horrorizar a mi madre si todavía estuviera viva, mientras vuelvo a girar la llave intentando encenderlo, y hasta me invento unas cuantas groserías nuevas cuando el motor no responde.

Resoplo, no puede estar ocurriendo esto, no de nuevo y no en otro momento tan poco oportuno.

A pesar de saber que no podré hacer nada para repararlo, ya que ni siquiera sé qué podría estarle ocurriendo para no arrancar, me bajo. Me fijo que, por el contrario de la otra vez, no sale humo del capó, por lo que supongo que no es tan grave, pero sigo sin saber cómo solucionar el problema por mí misma.

Tomando una decisión, me dirijo al asiento del copiloto para buscar mi teléfono en el bolso, justo cuando una voz me habla a mi espalda.

—Una agradable sorpresa encontrarte aquí —por supuesto que la rata indeseable tenía que hacerse presente justo en este momento.

Me giro a mirarlo con el teléfono en mi mano y cierro la puerta del coche.

—Y esta no es una sorpresa para nada agradable para mí —respondo mirando la pantalla, mientras busco el número de la grúa del seguro del coche que paga la empresa.

—Siempre tan amable —dice Marco, ajeno a la situación en la que me encuentro—. ¿A quién estás esperando? —pregunta.

Lo miro con las cejas arqueadas, como si fuera que voy a darle esa información, y me llevo el teléfono a la oreja.

—Eso no es algo que te importe —alguien atiende la llamada y me concentro—. Buen día, necesito asistencia mecánica. Dejé mi auto en reparación hace unas semanas, pero ahora mismo no arranca.

Dulce Amor NavideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora