CAPÍTULO 0

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Estaba allí, postrado en una cama de hospital en contra de mi voluntad, un tuvo intravenoso me conectaba a una bolsa transparente que vertía el líquido a todo mi sistema. Me sentía mareado, mis párpados parecían pesados y mi pecho dolía al expandirse con cada inhalación.

Con torpeza llevé mi mano hasta donde la aguja traspasaba mi piel, intenté arrancarla, pero una mano se posó sobre la mía impidiendo mi objetivo.

Invoqué a mi fuerza interior obligándome a enfocar el rostro de aquella persona, no podía estar allí, debía buscar a Félix y a Fryda, necesitaba asegurarme que ellos estuviesen bien.

—Estás a salvo, mi amor —una suave voz femenina hizo eco en mi cabeza antes que perdiera por completo la conciencia.

[...]

No era consiente de las horas que habían transcurrido cuando volví abrir los ojos, me encontré con tenues luces blancas iluminando la emblanquecida habituación donde me encontraba, sentía los párpados pesados y mi boca se encontraba seca, intenté sentarme, pero un fuerte dolor en el pecho detuvo mi acción, a la par que una mano posó sobre la mía, giré un poco el rostro encontrándome con una desenfocada silueta femenina frente a mí.

Mi débil mirada se mantuvo sobre aquella faz que cada vez se hacía más nítida, la vi sonreír en medio de su llanto, retiré mi mano con brusquedad cuando mis ojos por fin respondieron, sin importarme el dolor en mi pecho, arranqué velozmente todo lo que a mi cuerpo se encontraba conectado.

Trastabillé al bajar de la camilla y caminé en retroceso estando alerta, la mujer era la versión de Marcél en femenino, y no era que me aterrara por su presencia, después de todo lo que había vivido me sentía inmune, sólo que no le permitiría a nadie más devolverme al infierno que estaba acostumbrado a vivir.

—Confía en mí, mi amor —su voz sonaba dulce y sus ojos cristalizados reflejaban dolor y alegría a la vez.

Pareciera absurdo, pero después de ver tantos rostros llenos de angustia, dolor y miedo, había aprendido a leerlos, los efímeros momentos de alegría que había compartido con mis hermanos me hacían notar esa "chispa" en la mirada.

—Soy Makela, tu mamá —su dulce voz se cortó provocando un nudo en mi garganta, no de alegría por conocerla, aquel nudo me impidía respirar con normalidad.

Sin poder evitarlo evoqué desagradables pensamientos, Marcél me había dejado podrido por dentro y sin voluntad propia para evitar aquellos recuerdos que sólo me torturaban.

Su risa parecía invadir mis memorias, sacudí mi cabeza como si aquello pudiera evitar que los recuerdos me invadieran dejándome acorralado dentro de mi cabeza. Pero allí estaban aún en contra de mi voluntad, martillando mi cabeza para torturarme.


—¿Sabes por qué eres un fenómeno? —cuestionó colocándose de cuclillas a mi lado teniéndome tendido sobre el piso con el labio roto.

En aquella ocasión no me había destrozado la cara a golpes y tampoco me dejó casi inmóvil por una paliza, lejos de ello tatuó mi mente con algo tan retorcido que el sólo pensar en ello me generaba repulsión sobre mi propio ser.

Mi mirada se posaba en la suya a la espera que su puño volviera a estrellarse contra mi faz, o quizá que se pusiera de pie para dejarme inconsciente tras acribillarme a patas, lejos de ello, palabras viles salieron de sus labios para permanecer en mi memoria para siempre y también para saber que Marcél jamás me dejaría vivir en paz aún cuando dejase de existir.

—¿En verdad no te interesa saber? —cuestionó nuevamente al notar que no respondía—. Me dan unas ganas inmensas de arrancarte la vida, más que a mis otros bastardos.

MADSEN -Tres veces te amo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora