CAPÍTULO 1

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Vuelvo a observarme en el espejo siéndome ridículo con el atuendo, por mucho que intento encontrarle el "lado positivo" a lo que ahora considero una estúpida decisión, no existe ninguno.

Pero no es que tenga opciones, mi nuevo "fantástico" psicólogo ha ordenado que inicie las clases presenciales. Se supone que debo enfrentar mi nueva realidad me guste o no, porque "es el primer paso para sanar", es fácil pronunciar esa maldita frase cuando no eres quien se encuentra pulverizado internamente.

Tengo tres meses llegando a terapias con Ánder, él no es como mis psicólogos anteriores, es amigable, pero "sutilmente" impositivo, sus órdenes son inamovibles, él dice que nunca tendré una "negociación" por mucho que intente persuadirlo con mis negaciones y mi mal carácter, puedo aceptar que eso es algo admirable, porque mis anteriores «loqueros» solían ser bastante manipulables aunque suene mal decirlo.

Fue Ánder quien consiguió me aceptarán en el colegio al cual asistiré pese a que ya casi es mitad del ciclo escolar o eso me han explicado (como si eso me importara); un día se apareció a la puerta de la casa con los documentos en mano, dando "la orden" de inscribirme en ese sitio, él se encargó de todo para que me admitieran en tan «prestigioso lugar».

Makela y César no pudieron disimular ni un sólo instante lo felices que se encontraban al inscribirme en un colegio donde se supone podré conocer a chicos de mi edad porque "es lo mejor para mi adaptación", y yo estoy cansado de que Makela insista tanto sobre seguir las indicaciones de mi terapeuta, así que he preferido hacer lo que dicen para que se den cuenta que no es lo que esperan, no pretendo lidiar con un montón de sujetos inmaduros y caprichosos, como seguramente son esos chicos, no necesito conocerlos para juzgar, basta con verme al espejo y notar el ridículo atuendo que llevo puesto, un uniforme que grita: «impúber consentido».

Makela se acerca al ver la batalla que tengo con la dichosa corbata del uniforme. Se nota feliz mientras con habilidad hace el nudo y arregla en cuello de mi blanca camisa.

Hala el blazer azul que he dejado sobre la cama para ayudarme a ponerlo, pasa sus manos sobre mi torso como alisando la prenda para que quede perfecta, noto su sonrisa.

—Te ves guapísimo, mi amor —habla sonriendo depositando enseguida un beso en mi mejilla.

—No soy esto, Makela y me siento como un idiota disfrazado de payaso —hablo con fastidio detestando lo que traigo puesto.

No quiero ser grosero con ella, sé que ha sufrido al no tenerme consigo desde que era un bebé y también sé que se culpa de todo lo que pasé a manos de su hermano, pero es que no puedo lidiar con tanto, el sentir como quiere sobreprotegerme todo el tiempo me desquicia y provoca que quiera huir a un sitio donde nadie me trate como si fuese un ser frágil que provoca lástima.

Aflojo la corbata sintiendo que me asfixia, tomo mis cosas y salgo de la habitación, veo a César pasar a mi lado mientras escucho que ella sorbe por la nariz, nuevamente la hice llorar.

Y siento que soy esto, un sujeto que lejos de restaurarla sólo la está destruyendo aún más.

—Mi amor —la escucho llamarme cuando he llegado al final de las escaleras. Giro para verla—, Ánder está en el estudio, quiere hablar contigo antes...

No permito que finalice, le hago una burlesca señal militar de obediencia dirigiéndome hacia el estudio.

Abro la suntuosa puerta y arrojo mi mochila sobre el piso a la entrada, Ánder se encuentra frente a la gigantesca ventana con las manos escondidas en los bolsillos delanteros de su pantalón, de su impecable traje sastre.

Saca una de sus manos y la extiende señalándome el sofá que se encuentra a pocos pasos de mí, indicando que tome asiento, veo brevemente hacia donde su señal indica. Me cruzo de brazos al flexionar el pie derecho para recargarme contra la amplia puerta de madera.

MADSEN -Tres veces te amo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora