CAPÍTULO 2

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Camino de prisa tratando de no llegar tarde por centésima vez a mi clase de psicología, no es que sea una estudiante irresponsable, es que amo tanto la clase club que las horas practicando baile acrobático se me pasan como agua entre los dedos.

Corro los últimos pasillos mientras Aván, mi mejor amigo, amor platónico desde la secundaria y eterna pareja de baile, ríe burlándose de mí, aminoro la velocidad de mis pasos para girar hacia él y despedirme agitando mi mano.

Sin darme cuenta, mi cuerpo choca con el de alguien más, giro de inmediato intentado disculparme.

—¡Lo siento! —hablo encontrándome con el chico oscuro que ha ingresado la semana pasada, se encuentra bajo el marco de la puerta pidiendo acceso.

Su fascinante pero escabrosa bicolor mirada se fija en la mía sin decirme nada, mientras acomoda su lisa cabellera.

Él es un chico solitario con un aura que genera temor, se ve por mucho mayor que nosotros o quizá sólo es su aspecto lo que le suma años; su sola presencia resulta intimidante, siempre se encuentra callado, se sienta en el rincón del salón sin socializar con nadie, no habla siquiera con Fabién que es su compañero de pupitre.

No dice nada ante mis disculpas, sólo mantiene su mirada en mí haciéndome sentir súmanme incómoda. Humedezco mis labios para finalizar arrastrando mis dientes sobre ellos como suelo hacerlo cuando me encuentro nerviosa, él sigue el recorrido con la mirada.

—Creo que tu pasatiempo favorito es chocar conmigo —habla molesto.

—¡¿Qué?! —me irrito— Fue un accidente, estaba distraída —me justifico.

—Entonces ve por dónde caminas —replica un par de segundos después, antes de ser el primero en entrar al aula.

Me deja con la boca abierta ante su grosera actitud. Aunque tiene razón, en su primer día en el colegio, también he chocado con él, pero eso no le da ningún derecho de ser un patán.

Tomo asiento en mi lugar habitual y me dispongo a sacar mis útiles para atender mi clase, que es mi segunda favorita, pero el grosero actuar de Madsen me deja tamborileando el pie sobre el piso sintiéndome molesta.

—En ocasiones no sabemos manejar nuestros emociones y se nos dificulta mostrar nuestros sentimientos —habla nuestra profesora  caminando entre los espacios libres del salón, su caminar es lento mientras tuerce la tapa de un bolígrafo entre sus manos, sonríe amable a cada paso.

La hermana menor de mi madre siempre ha sido muy dulce, sin duda es mi tía y profesora favorita a la vez.

Correspondo a su sonrisa cuando pasa a mi lado, su expresión no sólo muestra gentileza, sino sensibilidad, sus almendrados ojos parecen aún más expresivos ante su poco notorio embarazo, veo como conduce una de sus manos para acariciar brevemente su vientre un poco abultado bajo su entallada blusa del uniforme.

—Y ustedes que están en transición de la adolescencia a la edad adulta, manifiestan esas emociones, ese sentir con más intensidad —prosigue.

La atmósfera en el grupo es apacible, armoniosa y cálida como sucede en cada clase de psicología, no cabe la más mínima duda que mi dulce tía Valeria tiene vocación, que ama lo que hace.

Creo que no hay otra clase donde todos nos encontremos tan atentos, la paz que transmite Valeria es única o es que la quiero tanto que he aprendido a amar su materia.

—Hoy esperando que sean adolescentes responsables —sonríe con cierto aura de incredulidad—, confío que todos hayan hecho la tarea que asigné la clase pasada. La dinámica ya la conocen, ustedes de forma voluntaria participarán o bien los que no se animen, serán "voluntariamente forzados" a leer lo que hayan escrito —un breve y recatada risita hace eco por todo el salón ante su broma.

MADSEN -Tres veces te amo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora