Capitulo 42

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Patéticos

- ¿Puedes encargarte de Doge, Poppy? -preguntó McGonagall cansada de todo, ahora si estaba dispuesta a tomarse una poción calmante.

¿Qué había sucedido para que Harry reaccionara de esa manera? Ni siquiera Remus había sido agredido de esa manera, todos sabían que Elphias Doge era miembro de la primera generación de la Orden del Fénix.

Teniendo en cuenta todo lo que sabía ella estaba sorprendida de que Doge estuviera bajo los efectos de la poción ilegal. Él era uno de los amigos más antiguos de Dumbledore, había escuchado de una que otra persona de que Doge era un tonto devoto del viejo chupa dulces de limón.

Una vez que vio como Madame Pomfrey se acercaba a atender al viejo mago, McGonagall se acercó a Harry cuyo enojo no había disminuido para nada. Ella no dijo nada ante la amenaza de Snape a Molly, pero dada su ira no quería que ésta recayera sobre alguien más.

Él tenía todo el derecho a defender a Harry, por otro lado, Molly no tenía ningún derecho a hacer algo. Como había dicho Fred, ella no podía ir por ahí hechizando o regañando a cualquiera. Dado lo vengativo que podía ser Harry, ella sólo terminaría frente al Wizengamot por agresión agravada.

Parecía que ella sabía de dónde habían sacado sus hijos su temperamento. Ciertamente no fue de Arthur Weasley, él era más tranquilo y silencioso que cualquiera que ella hubiera conocido.

- ¿Harry? -dijo McGonagall en voz baja, viéndolo con preocupación.

Harry ignoró a McGonagall no quería decirle algo de lo que realmente luego se arrepentiría. Estaba muy enojado y normalmente cuando estaba así solía salir a dar una vuelta y si se atravesaba una que otra pelea para él no había ningún problema entrarle. No obstante, eso no lo podía hacer aquí y por primera vez desde que su Sev lo había sacado de esa maldita habitación se sentía claustrofóbico.

Y para acabar de empeorar las cosas, vio con el rabillo del ojo como Madame Pomfrey estaba deshaciendo todo su trabajo. Realmente debería haberlo adivinado, pero por muy idiota que era no lo hizo.

-Si lo terminas de curar, le volveré a dar una paliza -espetó Harry incapaz de quedarse callado.

- ¿Ustedes sabían? -preguntó Arthur susurrando frente a sus dos hijos, viendo que ellos sabían que algo estaba pasando.

Habían estado muy alegres y salieron muy rápido en defensa de Snape y Harry. Por otra parte, cualquiera con dos dedos de frente lo habría hecho y ciertamente nadie iba a defender a su esposa. Aunque podía ver que algunos de ellos estaban molestos con él por haber mencionado a Fabian y Gideon. Todos tenían sus motivos, ambos hombres eran considerados héroes por haber podido luchar hasta el final contra los mortífagos.

-Si -dijo Fred seriamente.

Los dos no mostraban ningún signo de arrepentimiento ya sea en su rostro o en su tono de voz. Sus labios temblaron un poco, aguantándose la risa por lo que había dicho Harry, era tan propio de él hacer o decir algo así.

Poppy se congeló desde donde estaba agachada curando a Doge, su mirada rápidamente se dirigió de McGonagall a Snape y para finalizar en Harry. Pudo ver como él estaba sentado al otro lado de la oficina con los brazos cruzados mirándola fijamente, sin ningún indicio de remordimiento. Pudo notar como todos todavía permanecían en silencio esperando con gran expectación a ver que hacia ella.

Se levantó lentamente de su posición, ya que por lo que había aprendido de Harry el tiempo que llevaba conociéndolo era que siempre decía la verdad no importa que. Por lo que ella no quería poner a prueba eso y estaba consciente de que Snape se desaparecería con él para siempre. Era testigo de lo apegados que eran los dos y sabía que cuando Severus Snape llegaba a amar o querer a alguien lo hacía con todo su ser. Además ella ya había curado las heridas graves, había reparado su nariz y lo demás que quedaban eran hematomas que el mismo Doge podía curar.

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