Los Malfoy
Lucius Malfoy ya estaba desesperado, había intentado varias formas de ponerse en contacto con Severus Snape. Se había lastimado al ser arrojado por la Red Flu, lo que fuera que este tuviera en su chimenea evitaba que pudiera comunicarse o visitarlo. También había enviado a Dobby solo para ver que no podía, tenía que admitirlo Snape tenía más protegido sus aposentos que Gringotts.
Nunca antes había sido así, había estado allí varias veces en el pasado antes de que Snape los traicionara a todos aliándose con el lado de la luz. Tampoco hoy en día se atrevía a mencionarlo o por Morgana visitarlo. Si lo hubiera hecho tendría a su Señor furioso tras su pellejo, listo para matarlo. No obstante, cosas tan triviales no importaban cuando sabías que tu propia muerte estaba cerca.
Mirando la hora en su escritorio notó que no faltaba mucho para que su Señor regresará, además de que Narcisa también volvería pronto. A ella necesitaba decirle que la casa en Francia ya estaba lista y tenía todos los encantamientos que podían existir para ocultarse de quien sea. Enviaría a Dobby con ellos, le encargaría que mantuviera a su familia a salvo.
Con dinero se podía hacer cualquier cosa y Lucius no escatimaba mucho en gastos. Además de que toda su fortuna y bienes los heredaría su hijo de todos modos, cuando esto sucediera sus propiedades se sellarían de inmediato y los que no fueran de la familia serían expulsados. En consecuencia, todos los planes de su Señor se verían retrasados.
Ahora la principal pregunta era que, si iba a ver a Snape y sacar a Draco del colegio para mandarlo lejos, ¿llevaba a Narcisa con él o no? No quería dejar a su esposa sola en la mansión con el Señor Oscuro, la sola idea le repugnaba. También estaba el hecho de que él le había prometido que no lo haría y ya había roto tantas de sus promesas que no podía hacerlo con esta.
Las barreras lo alertaron de que su esposa había llegado a casa y con eso tomó una decisión. Revisó sus bolsillos por última vez, asegurándose de que tenía todo lo que necesitaba. Cerró sus ojos, tomó una respiración profunda y se dirigió hacia su mueble bar para luego sacar uno de los vasos que tenía el escudo de armas de los Malfoy este había sido un regalo de bodas de parte de su esposa. Se sirvió un poco de whisky de fuego y lo bebió a sorbos con avidez. Miró alrededor de su oficina por última vez, las posesiones materiales no significaban nada en comparación con su familia.
Si había algo que extrañaba era la melodiosa voz de su esposa, llamándolo cuando llegaba a casa. Sonando tan despreocupada y alegre en lugar de que ahora caminaban por la mansión simulando ser fantasmas. Lucius cerró la puerta de su oficina con su bastón firmemente agarrado debajo de su axila izquierda y la espalda recta bajo las escaleras en busca de su esposa. Al llegar al vestíbulo el gran candelabro dorado brillaba con majestuosidad; como siempre, sin tener en cuenta el estado de ánimo de los ocupantes.
-Lucius -dijo Narcisa parpadeando sorprendida por su inesperada aparición.
-Vuelve a ponerte la capa, querida -dijo Lucius evitando que el elfo doméstico la tomara y espero pacientemente a que se la volviera a colocar.
Una vez que lo hizo, la abrazo e inhaló su delicioso aroma disfrutando de la rara cercanía que compartían últimamente. Habían estado durmiendo en camas separadas desde que el Señor Oscuro se instaló en su mansión. No solo en una cama separada, sino también en habitaciones diferentes lejos de ella.
- ¿Lucius? -preguntó Narcisa nerviosa, su marido estaba actuando de una manera extraña y definitivamente no era propio de él.
-Vamos -dijo Lucius entrelazando sus manos, agradecido de que ella no retrocediera mientras los alejaba de la opresiva mansión últimamente.
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Dispuesto
FantasíaHarry Potter desapareció a los 9 años de edad y todo el mundo mágico lo estuvo buscando por siete años, ahora tiene diecisiete años cuando al fin lo hallan pero todos se sorprenden al ver qué Harry no quiere hacer lo que le piden. Resulta que Harry...