Capítulo 18

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Pruebas de los hechos

Decir que McGonagall se sentía traicionada era poco, pero cuando Dumbledore insinuó que había tomado una copia de la firma mágica de Harry para poder rastrearlo fue la gota que terminó desmoronando su mundo.

Él había estado evitando lo mencionado, llegando a ignorar las preguntas que Ojoloco le había hecho. No obstante, también que llegara a amenazar al pobre de Kingsley sobre su amado trabajo fue demasiado. Al parecer Dumbledore ya no era él hombre que ella pensaba que era.

La hacía dudar de si en serio fue informado por algunos de sus contactos o que estaba demasiado desesperado para llegar a quebrantar la ley. Ella sabía que el viejo profesor había querido acceder al registro de Harry Potter durante años y acceder a esos registros sin permiso del Ministerio era directamente considerado como traición.

Todo el mundo sabía de sus exhaustivos intentos y que de la noche a la mañana convocaba una reunión de la Orden avisándoles de cómo es que había encontrado a Harry Potter era demasiado sospechoso. Además, estaba el hecho de que el chico no se parecía casi en nada a su padre. Si era una leve mezcla de sus padres, pero lo demás era él mismo.

Le dolía mucho todo lo que estaba pasando y la ira que sentía hacia ese hombre la mantenía lo suficientemente cuerda como para buscar justicia.

Fue la última en irse de la pequeña cocina de Grimmauld Place; además de Lupin y Sirius, se notaba que esos dos no tenían muchas ganas de participar en la búsqueda del chico.

Sirius era obvio que estaba pasando por una depresión por todo lo que estaba sucediendo y Lupin parecía estar bien... solo bien. Se preguntaba si Lupin en realidad sabía el verdadero paradero de Harry; luego le preguntaría cuando estuvieran a solas.

Al salir de la chimenea con un simple hechizo se limpió los restos de hollín y cenizas de su túnica, como odiaba usar esa chimenea. Dumbledore siempre la tenía encendida así que siempre estaba sucia. Al ver que estaba sola en la oficina del director; ni siquiera estaba Fawkes o los personajes de los retratos, decidió que era la oportunidad perfecta para buscar las pruebas que necesitaban para poder incriminar al viejo loco de sus atroces crímenes.

Antes de acercarse al escritorio que se encontraba en medio de la oficina, decidió cerrar la puerta con seguro y apagar la Red Flu de la chimenea. Después de asegurarse bien de que nadie la interrumpiría o la atraparía fisgoneando se acercó al escritorio y se sentó en la mullida silla del Director. Empezó a abrir los cajones del escritorio y revisó concienzudamente su contenido, estaba buscando exactamente la correspondencia del viejo, no obstante, lo único que encontraba era pergaminos, tinteros, plumas, gotas de limón, pociones calmantes, documentos sobre leyes que quería cambiar, etc.

Sin embargo, el último cajón que le faltaba por abrir no habría, parecía que estaba sellado mágicamente y ninguno de los hechizos que ella trató de usar para abrirlo funcionaron.

Minerva se puso de pie y se alejó un poco del escritorio, con su varita apuntó el cajón para luego lanzar un hechizo explosivo. Al instante que lo lanzó el cajón de arriba se hizo añicos. haciendo que el sello mágico fuera inútil ya que podía acceder al interior del cajón desde la parte de arriba.

En el momento que sacó el único cajón intacto de su lugar se dio cuenta de que tenía un hechizo de expansión, así que no le quedó de otra que sacar poco a poco una gran pila de papeles. Después de sacar todos los papeles vio una caja llena con viales llenos de una extraña poción azulada, decidió encoger la caja y guardarla dentro de su capa para luego dársela a Severus y este revisara su extraño contenido.

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