Capítulo 15: Deuda Pagada

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Su padre solía decir que estando enfadado no había que encararse con nadie. Mejor esperar hasta tranquilizarse. Con un extraño distanciamiento se dio cuenta de que temblaba. La fuerza de su reacción la asustó. Jamás se había sentido así, ni siquiera cuando Toji reconoció que estaba casado y sugirió que eso no cambiaba nada.

—Cálmate —musitó como si se tratara de un mantra—. Cálmate, cálmate, cálmate...

Pero tuvo que salir a trabajar en el huerto hasta que el sol se puso para agotar su ira. Incluso entonces, mientras se daba una ducha y adrede se ponía unos vaqueros y una camiseta que parecían reliquias, la ira ardía en su interior. Llamó a Pukekahu; Choso contestó desde el teléfono del cobertizo. Le dolió oír la ansiedad en su voz.

—Lo siento —dijo ________ con voz cansada—, Choso, había olvidado que no hay teléfono en la casa... no quería interrumpirte.

—¿Querías hablar con Nanami? Tiene un móvil, pero no sé si debo darte su número...

—No te molestes —indicó.

—Supongo que tendría que haberlo esperado —continuó el otro con tono seco—. Es mucho mejor partido que yo. Lo llamaré para decirle que quieres hablar con él.

________ contuvo la réplica airada... no tenía necesidad de justificarse ante Choso.

—Lo siento —repitió y cortó. La vida habría sido mucho más sencilla si se hubiera enamorado de Choso. Era un hombre amable y decente. Sólo se había alejado unos pasos del teléfono cuando sonó.

—¿Querías hablar conmigo? —la voz profunda de Nanami sonó brusca—. ¿Tienes un bolígrafo a mano? Copia este número.

—No volveré a necesitarlo —espetó con nitidez.

—Así que hoy has recibido el extracto bancario —indicó él tras una breve pausa—. De acuerdo, voy para allá.

—No quiero... —la línea estaba muerta.

Se quedó con los puños a los costados y luchó con el deseo de ir a ponerse algo más femenino y atractivo. Había estado demasiado irritada para cocinar o encender la chimenea, y sentía frío y un vacío en el estómago. ¿Cómo se atrevía Nanami a pensar que la podía comprar? Quiso gritarle y maldecir la suerte que había hecho que se sintiera atraída por él. Pero no en su casa vieja y fría, con su patético mobiliario barato y más patéticos recordatorios de sueños perdidos pegados en la pared.

Avanzó unos pasos con la intención de arrancar los bocetos de la pared, pero se detuvo. No, aún no estaba lista para hacerlo. Todavía no...

Llenó la tetera con agua, la puso al fuego y aguardó con tensión oír el ruido de su coche. Justo cuando el agua hervía captó el sonido en la noche silenciosa. Sacó dos tazas y preparó el té. Con los nervios a flor de piel, aguardó la llamada a la puerta. Cuando al fin se produjo, fue a abrir y se hizo a un lado para dejar pasar a Nanami. Lo sintió sofocantemente grande en el cuarto casi vacío que una vez había sido una agradable y cómoda sala de estar.

—Siéntate —indicó el sillón.

—No, gracias —repuso con desdén—. ¿Qué problema tienes?

—Ya lo sabes. ¿Por qué depositaste setecientos dólares en mi cuenta?

—No seas obtusa. Mi res rompió tu valla eléctrica y estropeó parte de tu cultivo. Yo pago mis deudas —ella se puso pálida y Nanami musitó un juramento—. Maldita sea, ________. No pretendía dar a entender que tú no.

Más que Amante - Nanami Kento X Reader 💝💘🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora