Capítulo 1: Prólogo/Una Dulce Risa

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De pie en la oficina de un agente inmobiliario, fingiendo comprobar un par de propiedades, Nanami Kento alzó la vista cuando una risa baja y dulce llegó a sus oídos.

En la calle una mujer se detuvo a hablar, y la humeante dulzura de su voz penetró sus defensas y al instante despertó su lujuriosa respuesta masculina.

El sol subtropical de un temprano otoño del norte cayó sobre una cabeza con bucles pelirrojos (Ó puedes imaginar que es el color de tu cabello) tan pecaminosos como la medianoche; tenían el aspecto de que los hubiera atacado con exasperación con unas tijeras, pero el mal corte sólo enfatizaba su desbordante vitalidad. Mientras Nanami entrecerraba los ojos, ella giró la cabeza.

Sus estimuladas hormonas se aceleraron de forma clamorosa. Al tiempo que controlaba su excitación física, estudió un rostro creado para protagonizar sueños eróticos. No es que fuera bonita... ni siquiera hermosa. No, poseía algo mucho más raro aún, una sensualidad distante y reservada producida por el feliz accidente genético de una boca suavemente voluptuosa y unos ojos grandes y almendrados. Esa mezcla tentadora dejaba en un segundo plano una piel de marfil y rasgos simétricos.

Al moverse un poco para que la reacción no deseada e incómoda quedara oculta en parte por los papeles que tenía en la mano, Nanami la analizó con interés especulativo e intenso. Calculó que mediría un metro setenta, con hombros anchos y caderas redondeadas que insinuaban una sexualidad generosa, y aunque hablaba con acento diferente al de Kioto, apostaba que por ese cuerpo esbelto de piernas largas corría una combinación de sangre exótica.

El hombre con el que hablaba la interrumpió, riendo. Nanami frunció el ceño. Sin la intervención de las palabras, su cara adquirió una percepción vigilante y disciplinada que negaba acceso a sus pensamientos y emociones.

¡Esa boca! Carnosa, roja y anhelante cuando se relajaba, provocaba imágenes demasiado vividas. ¿Qué haría falta para ver esa contención destrozada por la pasión? El sudor empañó las sienes de Nanami y el aliento se le entrecortó cuando su cuerpo reaccionó con violento entusiasmo a esa idea.

Helena de Troya—, pensó con irritada ironía, —probablemente tuviera el mismo efecto sobre los hombres que la habían deseado—.

—Es muy atractiva, ¿verdad?

La voz nasal del agente inmobiliario quebró su concentración. Molesto por haber sido sorprendido mirando a una mujer desconocida con el fervor de un semental en celo, preguntó con sequedad:

—¿Quién es?

—_________ Gerner. Su padre compró un terreno del Rancho Pukekahu... la segunda de la carpeta. Sí, ésa... —comentó mientras Nanami hojeaba los papeles—. Debe haber sido hace unos trece años, cuando el viejo dueño, de Pukekahu, con los inspectores de Hacienda tras su rastro por impuestos impagados, tuvo que buscar dinero a toda velocidad. El único modo de conseguirlo fue dividiendo algunas parcelas de su tierra. El padre de _________, recién llegado de Europa y que nunca había pisado el campo, compró una, la bautizó con algún nombre poético y estúpido y puso todo su empeño en irse a la bancarrota.

Nanami, continuó mirando los papeles, pero las palabras se le hicieron borrosas al escuchar otra vez esa risa. Con decisión controló las demandas desbocadas de su cuerpo y se obligó a concentrarse en los negocios que lo ocupaban. Había ido a esa agencia con un propósito específico, y nada iba a interponerse en su camino. El agente inmobiliario prosiguió:

—Pero también tuvieron mala suerte... la madre murió cuando _________ cumplió los dieciocho años, luego su padre cayó fulminado de un ataque al corazón... hace unos tres años. Si se decide por Pukekahu, y jamás encontrará tierras más baratas en el norte, ella será su vecina.

Más que Amante - Nanami Kento X Reader 💝💘🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora