Capítulo 29: Enfrentamiento

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Decidió que se marcharía al día siguiente; pero antes de hacerlo le daría algo que él jamás olvidaría. Si alguna vez se casaba, recordaría aquella noche mientras pronunciaba los votos, y sin importar lo mucho que amara a su esposa, siempre la llevaría presente a ella. Pero necesitaba saber otra cosa.

—¿Por qué no me contaste que eran familia?, a pesar de que digas que no los une nada, sí, es verdad, pero está en tu circulo familiar

—No quería que Toji sospechara que era yo quien estaba detrás de la oferta por Pukekahu. Ya sabes cómo son las ciudades pequeñas; de algún modo se habría enterado. Y me habían dicho que tú y él manteníais algún tipo de relación. Cuando me enteré de que entre ustedes todo había terminado, sólo deseaba quitarme de la cabeza la posibilidad de que hubieras sido su amante.

—Si su tía fue tu madre adoptiva, ¿cómo es que Toji logró adueñarse de Pukekahu?

—Ella se lo dejó a él.

—¿Por qué? —susurró; Nanami no se había movido, pero supo que ésa había sido la mayor traición en su vida.

—Sólo Dios lo sabe —repuso con ojos fríos e implacables—. A mí me dejó una herencia razonable en acciones y bonos.

—Así que Toji abandonó el cuidado del lugar porque sabía que eso te haría daño.

—No se me ocurre otro motivo —indicó con indiferencia.

—¿Por eso compraste la tierra? ¿Porque ella la amaba?

—Los sentimientos no tienen cabida en los negocios —enarcó las cejas—. Es una buena propiedad para invertir y también para cuando me jubile pasar ahí mi tiempo y descansar con mi familia. No desperdicio tiempo, ni dinero ni esfuerzos en perjudicar a la gente —se acercó a ella—. ________, olvídalo. No vale la pena pensar más en ello.

—Lo sé —se volvió a él, mintiéndolo. Ya era demasiado tarde; jamás lo olvidaría. Pero por su cordura, su autoestima, debía dejarlo y labrarse alguna vida sola.

Al día siguiente... Alzó los brazos y le rodeó el cuello con corazón poco firme.

—¿De acuerdo? —preguntó él.

—Por supuesto —musitó y bajó la cabeza. Esa combustión de los sentidos era instantánea; sólo tenía que tocarlo para que la deseara. Y que Dios la ayudara, pero también ella era prisionera de esas apasionadas cadenas. Pegada a su boca susurró—¿Vas a hacerme esperar?

Él rió, un sonido como el ronroneo de un gran felino, y la besó, insinuando el potente poder que ella era capaz de desencadenar en él. ________ abrió la boca, hambrienta y desesperada. Era un juego peligroso; si quería llevar a cabo su plan, debía mantener el control y no perder la cabeza.

Una mujer engañada necesitaba toda su agudeza mental. Pero ella no había sido engañada; Nanami jamás le había mentido. Era ella quien había quebrantado los límites de su acuerdo, no él.

—¿No quieres cenar? —preguntó él.

—Tengo una idea mejor —murmuró ella, lo atormentó al trazar su labio inferior con la punta de la lengua. Le gustó notar cómo se le aceleró la respiración, la oscuridad que tragó sus ojos.

—Me lo imagino —la abrazó.

En ese momento sonó el timbre.

Nanami soltó un juramento.

—¡Déjame pasar, maldito seas! —gritó Toji desde el exterior, como si lo hubiera oído.

Lentamente, Nanami alzó la cabeza. Aún miraba a ________, pero la pasión había sido sustituida por la paciencia implacable e impersonal de un depredador... «y una cierta satisfacción sombría», pensó ella con el corazón helado.

—Tú... Nanami como quiera que te llames... ¡si no me dejas pasar derribaré la puerta y sabes que soy capaz!

—Está borracho —comentó ________ con desagrado y un destello de temor.

—Posiblemente. Ve al dormitorio. Esto es entre él y yo; no tiene nada que ver contigo.

—Me quedaré.

Le plantó un beso fiero y fugaz en la boca, la situó a su espalda y abrió la puerta. Acalorado y con el atractivo rostro distorsionado, Toji irrumpió en la casa. Nanami cerró la puerta con el pie y antes de que Toji hubiera recuperado por completo el equilibrio, se movió con velocidad mortífera para colocarse entre ________ y el otro.

—Maldita zorra —rugió Toji, los ojos a rebosar de maldad—. Dios, sabía que eras una mercenaria, pero no pudiste esperar, ¿verdad? Te dije que arreglaría nuestra situación, que me desharía de mi esposa... ha pasado algún tiempo porque la bruja quiere más de lo que le corresponde. Te dije que lo haría. ¿Por qué no pudiste esperar? ¡Me habría casado contigo! —le lanzó una mirada de puro odio a Nanami—. En cuanto a ti, cerdo, haré que lamentes haberte aprovechado...

—Ahora no tienes un cuchillo —indicó Nanami con indiferencia. ¿Un cuchillo? ________ alzó la cabeza para observar la cicatriz de su labio. ¿Se la había hecho Toji con un cuchillo?

—Y si quieres pelear —continuó Nanami con voz letal y carente de emoción—, prepárate para perder.

Esa voz sosegada y despectiva frenó a Toji como si lo hubieran abofeteado.

—No me ensuciaría las manos con un bastardo —espetó con la cara colorada—. No eres nada... basura blanca, mala semilla. Al final hasta mi Tía se dio cuenta... te consideraba tan poco que me dejó a mí lo único que valoraba. Tú tuviste que comprar Pukekahu.

—Estoy seguro de que tuvo sus motivos —repuso Nanami impasible.

________ había aprendido a amar a ese hombre; lo respetaba por su integridad sólida como una roca, por su fuerza mental y su determinación, control e iniciativa, pero nunca lo había admirado tanto como entonces. Frustrado, Toji se volvió hacia ________.

—Jugaste tu mano demasiado pronto —se mofó, sonriendo, seguro de que Nanami creería sus mentiras—. Podrías haber sido mi esposa en vez de la querida de este hombre.

—Preferiría ser su amante que tu esposa —repuso ella sin mirar a Nanami.

—¿Crees que te va a mantener ahora que sabe que fuimos amantes?

—continuó Toji con brutalidad—. Desde que mi estúpida tía lo trajo a casa, un pequeño bastardo sucio y malhablado sin clase ni familia, ha deseado lo que es mío. Nunca ha podido conseguirlo... y siempre lo va a carcomer saber que yo te tuve primero. Te dejará.

—Creo que te conoce bastante bien como para reconocer tus mentiras

—se encogió de hombros.

—Pero no son mentiras —miró con expresión calculadora al hombre que tanto odiaba—. ¿Sabe que sólo te has acercado a él por su dinero? — reinó un momento de silencio. Toji estalló en una carcajada—. Ah, Nanami, ahí te ha atrapado, ¿eh? Pobre estúpido. ¡Espero que creas que ella vale la pena!

—Sal de aquí —la voz de Nanami sonó baja y furiosa.

—Oblígame —Toji lo miró con insolencia






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Más que Amante - Nanami Kento X Reader 💝💘🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora